Cuando Christina Rosenvinge apareció en el escenario del Parque de la Exposición, pocos minutos después de las 10 de la noche, se hizo la magia y se detuvo el tiempo. La gira que la trajo a nuestra capital, el 30 aniversario de su disco “Que me parta un rayo” reunió a diferentes generaciones cuyo corazón de pronto sintonizó con los 27 años que tenía la Christina que escribió aquellas canciones noventeras. Rebeldes. Valientes. Vigentes.
Recinto lleno, público animado, aplausos entusiastas y almas regocijadas cuando empezaron a sonar los acordes de “Tú por mí”. Entonces brindamos por esa amiga que tuvimos hace tiempo, esa princesa a la que aún queremos de verdad. Siguieron “Tengo una pistola” y “Alguien que cuide de mí”.
Es increíble cómo la música hace que completos desconocidos conecten entre sí por unos minutos. “Es increíble ver cómo pasa el tiempo ¿alguien aquí estuvo en ese concierto en el Salonazo?”, pregunta. Decenas de manos se levantan en medio de gritos y aplausos.
“¿Qué es el Salonazo?”, pregunta ingenuamente una jovencita a su madre. No importa la respuesta, pues suena “Ni una maldita florecita” y luego “Pulgas en el corazón” y ambas se saben las letras y las cantan abrazadas mientras el público baila, baila y baila.
Christina, que esta noche es nuestra, va a cantar la única canción del disco cuya letra no compuso ella. Y sabemos que ama componer. “Conocí entonces al que luego sería el padre de mis hijos, un muchacho del que me enamoré y que quería ser escritor. Entonces le dije que escriba la letra para esta melodía”, cuenta. Se refiere, por supuesto, a Ray Loriga y la canción es “Señorita”.
Dices que la suerte
No para en tu portal
Que lo que Dios te da, Dios te lo quita…
Tener 27 años por una noche no necesariamente es sencillo. También puede ser una sucesión de encantos y desencantos que se atropellan entre sí. ¿La música? El desencadenante y a la vez, el tubo de escape.
“Los subterráneos han sido un espíritu que me ha acompañado siempre”, dice en clara alusión a los cambios en su banda antes de cantar “La suela de mis botas”.
Christina se sincera: hablemos de desamor. Sabemos lo que viene. Y sí, es “Mil pedazos”. Pero viene el veneno y viene el antídoto, porque inmediatamente suena “No soy tu ángel”. Y, rematando el set list del precioso disco que nos convoca, toca “Voy en un coche”.
Se va y vuelve al escenario en dos ocasiones. Canta “En mi habitación”, “Pálido”, “Negro cinturón”, “El puñal y la memoria”, “La distancia adecuada” y “Ana”; sube a dos muchachas al escenario y canta con ellas; y nos cuenta el secreto de alguno de sus éxitos: “Cuando acaba el amor, viene el desamor y de pronto, un discazo”.
¿Qué decir ante eso? Tal vez que un día te das cuenta que pasaron 30 años de uno de tus discos favoritos y, de pronto, el privilegio de escucharlo en concierto.