Debe haber algo de voyeurista en las personas que leen la correspondencia ajena y, por supuesto, también en aquellas que dejan que el mundo lea la propia. “Si Antón Chéjov y Olga Knipper hubieran querido que sus misivas sean confidenciales las hubieran destruido. Pero no lo hicieron”. Carol Rocamora es perspicaz al respecto de las cientos de cartas que se guardan de la pareja. Después de estudiar por muchísimo tiempo la obra y vida del autor ruso, ha llegado a la conclusión de que hay algo detrás de esos escritos llenos de amor, pasión y tristeza que intercambiaba con su esposa. Los sentimientos que allí se plasman son reales, pero quizá se hicieron con la intención de que, mucho tiempo después, sean leídos y aumente el mito sobre una de las relaciones más importantes en la historia del teatro.
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