
Desde que vi la tercera temporada de “El Juego del Calamar” en Netflix, no he podido sacarme de la cabeza una escena que, aunque parece pequeña, carga un peso brutal: las letras escritas en las paredes del dormitorio. Si eres como yo y te fijas en cada detalle, seguro también notaste esa frase sombría: “Hodie mihi, cras tibi”. En un universo donde nada es casualidad, está claro que esas palabras no estaban ahí solo por estética.
Además, hay que recordar que lo que se logra divisar en las paredes del cuarto siempre tiene que ver con lo que iba a suceder. Por ejemplo, en la primera temporada, los muros de esa gran habitación tenían siluetas de cómo iban a ser los distintos juegos. Esta vez los creadores no repitieron la fórmula, pero sí el hecho de que había un mensaje, que, en lo particular, me dejó reflexionando.
Para mí, esta fue una de las pistas más impactantes de la temporada final, que terminó con la muerte de Gi-hun, nuestro protagonista desde el inicio. Justo cuando pensábamos que podía romper el ciclo de violencia, el sistema lo tragó igual que a los demás. Esas palabras eran una especie de advertencia, no solo para los jugadores, sino para nosotros como espectadores.

“HODIE MIHI, CRAS TIBI”: UNA FRASE PARA NO OLVIDAR
Esta frase en latín se traduce como “Hoy soy yo, mañana serás tú”, y se encuentra comúnmente en lápidas antiguas. En otras palabras, es un recordatorio de que la muerte es inevitable y no discrimina. En el contexto de “Squid Game”, no podría ser más precisa. Cada jugador en esa sala ya había visto morir a sus compañeros, así que esas palabras escritas justo encima o detrás de sus camas les recordaba que pronto podrían ser los siguientes.
Es como si los organizadores del juego, encabezados por personajes como Oh Il-nam y el Líder, se burlaran del concepto de esperanza. Colocan esa frase en el corazón del espacio donde duermen, comen y esperan. Es fría, es cruel, y es exactamente el tipo de mensaje que define la filosofía de “El Juego del Calamar”.

UN MENSAJE DIRECTO SOBRE MUERTE, DESESPERACIÓN Y DESIGUALDAD
Desde su primera temporada, “Squid Game” dejó claro que la verdadera violencia no está en los juegos, sino en el sistema económico que empuja a las personas a arriesgarlo todo. Personajes como Gi-hun, Sae-byeok y Ali representan distintas formas de desesperación moderna. Lo que hace brillante a la serie es cómo usa recursos visuales —como los juegos infantiles, los colores pastel y, ahora, frases en latín— para contrastar con una violencia psicológica y social tremenda.
En la temporada 3, los juegos fueron más brutales que nunca. Y si bien seguimos viendo ambientes coloridos, los creadores dejaron claro que ya no se trataba solo de espectáculo. Las palabras “hodie mihi, cras tibi” marcan una evolución: ya no hay ilusión de esperanza. Solo hay una verdad inevitable.
LAS PAREDES: MÁS QUE DECORACIÓN, MENSAJES OCULTOS
Una de las cosas más fascinantes que noté desde la primera temporada es que las paredes del dormitorio siempre han sido una especie de huevo de Pascua para los espectadores. ¿Recuerdas cómo en la primera entrega estaban dibujados todos los juegos a los que se enfrentarían? Nadie en la historia lo notó, pero estaban ahí, visibles para nosotros. En la tercera, esta tradición regresa con más fuerza que nunca.
Pero a diferencia de dibujos infantiles o guiños visuales, ahora tenemos una sentencia de muerte, casi filosófica. Es un recurso narrativo que rompe la cuarta pared, como si el juego nos hablara directamente. Nos dice que la muerte es inminente, que el sufrimiento es inevitable y que, en este sistema, hoy es Gi-hun, pero mañana podrías ser tú.

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