Hace una semana, el CEO de Meta, Mark Zuckerberg, pidió perdón a las familias de los niños y adolescentes que han sufrido acoso en las redes sociales: “Lamento todo lo que han pasado. Nadie debería pasar por las cosas que sus familias han sufrido. Por eso hemos invertido tanto y vamos a seguir realizando esfuerzos para asegurar que nadie tenga que pasar por esto”.
Lo dijo frente a los integrantes del Comité Judicial del Senado del Congreso de Estados Unidos que lo citaron para analizar el tema de la explotación de menores en Internet y la necesidad de implantar una legislación contra los acosadores; y lo hizo presionado por un grupo de senadores que lo acorraló con preguntas punzantes e incisivas, y por la presencia de familias de los niños y adolescentes víctimas del contenido no deseado y adictivo que se difunde a través de las redes sociales.
No es la primera vez que Zuckerberg se disculpa. No es la primera vez que su perdón, su gesto de disculpas, se vuelve mediático y hasta noticia de impacto en los medios de comunicación. Sería la enésima vez. También se excusó en mayo del 2018, cuando se paseó por el Congreso de EE.UU. y luego por la Eurocámara para enfrentar el escándalo de Cambridge Analytica, en el que resultaron afectados más de 80 millones de usuarios de Facebook por todo el mundo por el uso indebido de los datos privados.
Se defendió con el mismo discurso: no se había hecho lo suficiente para evitar que las herramientas creadas se utilicen también para hacer daño. Reconoció en ese entonces que se debía invertir más y que tomaría tiempo hacer los cambios necesarios. “Fue un error, lo siento”.
Han pasado 20 años desde que Zuckerberg creó la red de Facebook y, para ser exculpado, la empresa ha ido implementando técnicas para bloquear la información no deseada o verificar cuentas de los usuarios, o el último anuncio de etiquetar los mensajes que se construyen por medio de la inteligencia artificial. Pero aún no logra controlar todo el contenido de violencia, incitación al odio e información falsa (‘fake news’) que se construye y difunde en texto, imagen y video, que ha generado graves efectos psicológicos en los usuarios.
En tecnología muy poco se ha avanzado para evitar el llamado ‘happy slapping’, la grabación de una agresión física, verbal o sexual a un menor, que puede ir desde el envío en un grupo de WhatsApp hasta su publicación en las redes sociales o en una página web. El ‘grooming’, que consiste en el engaño o abuso sexual online por un adulto hacia un niño, a través de cuentas y perfiles falsos; y el ‘sexting’ o el envío de fotografías o conversaciones de menores con contenido erótico a terceras personas, sin consentimiento.
Solo para citar unos datos. Aldeas Infantiles SOS Perú lanzó una encuesta en el ámbito nacional el año pasado y el resultado fue el siguiente: el 61% aseguró que había sufrido ‘ciberbullying’, un 23% retos virales peligrosos, 12% ‘grooming’ y 4% sextorsión a través de las plataformas de Facebook, WhatsApp e Instagram. Aunque la violencia se perpetre en el medio digital, las repercusiones son tangibles, afirma un informe de Unicef sobre el ciberacoso. Las víctimas son más propensas que otros estudiantes a consumir alcohol y drogas y a ausentarse de la escuela. También son más proclives a las bajas calificaciones y a padecer problemas de salud y de autoestima. En casos extremos, se llega al suicidio.
En conclusión, el perdón del señor Zuckerberg no es suficiente. Queda un monitoreo proactivo en las redes sociales para proteger a los niños de información referida a drogas, sexo y violencia. Hay iniciativas desde la prevención llevadas a cabo por diferentes instituciones como Unicef, Save the Children, entre otros. En el caso del Perú, el Ministerio de Educación implementó el portal SíseVe para entender la real dimensión del problema y combatirlo.