
La montaña rusa del gobierno de Donald Trump cogió más velocidad esta semana y colocó a los mercados de cabeza, con el anuncio el lunes por la tarde de que los aranceles estadounidenses contra Canadá y México entrarían en vigencia al inicio del martes.
A diferencia de su primer gobierno, en el que la agenda económica buscaba alegrar a Wall Street, en su discurso ante el Parlamento este martes el mandatario defendió la imposición de aranceles y dijo que su administración estaba “OK” con “un poco de perturbación”. Con esto, hacía referencia a la caída vertical de los índices de la Bolsa de Nueva York que terminó de borrar en algunos casos las ganancias generadas por el optimismo fruto de las elecciones.
Tan solo un día después, Trump pareció acusar recibo de las advertencias sobre el daño que generarían los aranceles a las complejas e interconectadas cadenas de suministro de la industria automotriz y liberó a las empresas fabricantes de automóviles de estos impuestos por un mes. Finalmente, el jueves también postergó por un mes los aranceles a los productos incluidos en la última versión del tratado comercial entre Estados Unidos, Canadá y México, que fue firmada por el propio Trump en el 2018.
¿Cuál es la lógica detrás de este subibaja arancelario? Esa es la pregunta del billón de dólares. Más allá de una irracional admiración por presidentes del pasado que incrementaron la recaudación con estos impuestos, la aplicación al pie de la letra del lema “América primero” y el más absoluto desdén por reconocer los históricos efectos recesivos de estas medidas, no queda muy claro qué motiva esta pasión por los aranceles.
Hasta la semana pasada, la apuesta de los inversionistas era que estos solo iban a ser una herramienta de negociación, pero tras esta semana nadie quiere apostar a qué va a suceder el 2 de abril, nueva fecha para que empiece a cobrarse una tasa de 25% a todas las importaciones de sus dos principales socios comerciales y de 10% para los productos energéticos de Canadá, como el petróleo, el gas y la electricidad.
Y esta fecha cobra especial relevancia para el Perú porque también ha sido fijada por Trump para que Estados Unidos imponga aranceles a las importaciones agrícolas. Aún no queda claro a qué productos se impondrán o si estos tomarán en cuenta que nuestra producción es complementaria a la estadounidense, pero asumir que las decisiones de Trump son racionales o que implican un análisis previo de las consecuencias estaría desconectado de la realidad. Solo nos queda rezar y empezar el largo camino para reducir nuestra dependencia del mercado estadounidense.