¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde queremos que esté el Perú en el 2050? Sin una visión compartida, difícilmente lograremos destacar en la región. Está claro que el Perú tiene los recursos y el potencial para ser el campeón regional; de hecho, ya lo es en la gastronomía y podría serlo en otros campos. Además de definir el camino, para construir el futuro tenemos que tener claro el propósito.
El propósito es el motor que impulsa nuestras acciones y decisiones, dándoles un significado más allá del beneficio inmediato. En esencia, el propósito es una declaración clara de las razones fundamentales por las que hacemos lo que hacemos, ya sea a nivel personal, empresarial o como país. Es la brújula que orienta nuestras metas y nos mantiene enfocados en lo que realmente importa. La importancia del propósito radica en su capacidad para generar compromiso, inspiración y dirección. Un propósito claro y genuino puede transformar vidas, fortalecer organizaciones y unificar comunidades, creando un impacto positivo y duradero.
Un ciudadano define su visión cuando decide que quiere ser un profesional, que va a formar una familia, entre muchas otras alternativas. También tiene un propósito personal que orienta su vida cotidiana. Ese propósito no se queda solo en el plano individual y familiar. Más allá de la búsqueda de la felicidad, las personas tienen también un sentido de justicia social. Esto último se ve especialmente en las nuevas generaciones. Los ‘millennials’ y los ‘centennials’ se preocupan por el medio ambiente, la equidad, la diversidad y la sostenibilidad (ocho de cada diez manifiestan que se han interesado por alguna causa social o ambiental en el último año).
Por otro lado, si bien el objetivo de las empresas es hacer negocios y crecer, entienden que, en un mundo cada vez más consciente y exigente, la población valora profundamente las marcas con un propósito claro y genuino. Según un estudio de Datum, tres cuartas partes de ciudadanos en el Perú y en la región esperan que las empresas tengan valores que vayan más allá de las ganancias económicas. Sin embargo, las expectativas contrastan con la realidad, pues solo el 25% cree que las empresas tienen un propósito genuino y un porcentaje menor de personas (14%) declara que se ha informado al respecto. Se reconoce (y premia con el consumo) a las empresas que implementan programas que van desde la educación y capacitación hasta la sostenibilidad ambiental, lo que demuestra que es posible combinar éxito financiero con propósito.
A nivel país, la brecha y la desconexión es aún más grande. El propósito colectivo podría ser una herramienta poderosa para el desarrollo y el bienestar social. Sin embargo, el mismo estudio muestra que, en el Perú, solo el 12% de los ciudadanos declara participar activamente en movilizaciones políticas, comparado con el 40% en Chile y el 33% en Colombia. Esto refleja un nivel de compromiso cívico relativamente bajo, que podría mejorarse fomentando una mayor participación ciudadana y creando un sentido de propósito compartido. Para ello se necesita liderazgo y una visión que oriente las acciones, que marque el camino que queremos transitar como país.
Todos los colectivos sociales –desde el gobierno y las empresas hasta las comunidades y los individuos– deben sumar esfuerzos para definir hacia dónde ir, con objetivos comunes y trascendentes. Este es el punto de partida para una hoja de ruta que dirija las aspiraciones individuales y colectivas, promoviendo la cohesión y la cooperación. Si ello va acompañado por un propósito bien definido, es posible sobresalir en tiempos en los que los desafíos sociales, económicos y ambientales son cada vez más complejos. De esta manera no solo se contribuye a un futuro más equitativo y sostenible, sino que el Perú podrá llegar a ese 2050 con el que sueña.