Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Enzo Defilippi

La semana pasada presentó su informe la Comisión de Protección Social, un grupo de consultores contratados por el MEF para proponer reformas a la seguridad social, el financiamiento de la salud y el seguro de desempleo.

En corto, en seguridad social se propone una pensión mínima universal financiada por el Estado, un subsidio a los aportes de los jóvenes de menores ingresos y que una sola entidad se encargue de la administración de todo el sistema. En salud, que el Estado financie un plan de beneficios mínimo y universal y que, además, financie Essalud vía impuestos. Sobre el seguro de desempleo, se propone esperar hasta que sea una buena idea.

Según el informe, estas propuestas costarían anualmente entre 2% y 3% del PBI durante los primeros años. Para entender cuán alto es ese costo, tengamos en cuenta que entre el 2019 y el 2021 tendremos que reducir el déficit fiscal en 2,5% del PBI, y subsisten serias dudas de que podamos hacerlo. ¿2% del PBI de gasto adicional al año? Ni en sueños.

Es cierto que cualquier reforma en estos temas va a tener un costo significativo, pero lo propuesto es tan caro que analizarlo en detalle me recuerda a las discusiones entre amigos sobre si preferimos un Ferrari en rojo o en amarillo. ¡No importa! Igual no tenemos la plata para comprarlo.

El principal error que, en mi opinión, ha cometido la comisión es limitar su análisis a una sola visión (cobertura universal con financiamiento estatal). Hay muchísimas cosas por reformar en seguridad social y financiamiento de la salud. ¿No era posible plantear otras alternativas más al alcance de nuestro bolsillo? Yo creería que sí. De hecho, hasta donde sé, en ningún país de ingresos similares al Perú el Estado puede subsidiar la salud y la seguridad social a ese nivel. ¿Por qué limitar el análisis a esa opción?

También creo que en el MEF recae la responsabilidad de que la comisión haya presentado propuestas cuya implementación desequilibraría las finanzas públicas. Más aún, al fomentar su presentación, ha prácticamente liquidado su capacidad para oponerse ante la eventualidad de que un político populista las tome y las proponga. ¿Alguien pensó en ese riesgo? ¿Creerán que no es real?

Del informe, yo rescataría sobre todo el diagnóstico de la situación actual. Y no me apresuraría a descartar, sin un análisis profundo, la propuesta de centralizar la administración del sistema previsional en una sola entidad, pues no hay razón por la que un gestor de fondos (la razón de ser de una AFP) tenga que encargarse de administrar el pago de pensiones. Al contrario, la obligatoriedad de hacerlo constituye una barrera a la entrada al mercado (no una fuente de competencia, como parecen creer algunos colegas). Y son estas barreras a la entrada las que explican las altas comisiones y los ridículamente altos niveles de retorno sobre patrimonio de las AFP (en la más rentable, por encima de 24% desde hace años).

Es una pena que por proponer algo tan espectacular y glamoroso como un Ferrari se desperdicie la oportunidad de discutir propuestas más útiles pero confiables como un Toyota o un Volkswagen. Pero, nos guste o no, la plata no alcanza para más.