Si eres bueno en algo, no lo hagas gratis.
Jorge Barata, exsuperintendente de Odebrecht en el Perú, era bueno corrompiendo. Era bueno gestionando el apoyo financiero a políticos y sus campañas, y era bueno cobrando favores. Todo indica que también es un buen colaborador eficaz. Pero no será gratis.
Las últimas declaraciones de Luis Nava ponen en evidencia que hay más pan por rebanar en la lonchera. Según el secretario de Palacio de Gobierno durante el segundo gobierno aprista, Jorge Barata sí entregó directamente dinero de Odebrecht al expresidente Alan García.
Los pagos se habrían dado en varias oportunidades en el local de campaña del Apra, en donde Barata “le entrega a Alan García entre cinco o seis loncheras de sesenta mil dólares [US$60.000] aproximadamente”. Tanto nivel de detalle por parte de quien fuera uno de los hombres más cercanos a García otorga cierta verosimilitud a la narración. Pero, al mismo tiempo, sorprende que estos eventos no hayan sido relatados antes por el propio Barata a los fiscales del equipo especial Lava Jato. Por el contrario, Barata habría contado de aportes y coimas entregadas a personas del entorno de García como Luis Alva Castro, Miguel Atala y el propio Nava. Y aunque quizá el beneficiario final haya sido el exmandatario, llama la atención que Barata no hubiera recordado aquellas remesas sin intermediarios y en tan peculiares receptáculos.
Entonces, alguien miente. O por lo menos, no dice toda la verdad.
En el caso de Nava, podría haber fabricado una historia para tener algo o a alguien a quien ‘echar’ a cambio de lograr una exoneración o reducción de la pena. Una apuesta riesgosa, si se tiene en cuenta que una versión falsa podría ser develada cruzando información con Barata, Odebrecht y compañía.
¿Y Barata? ¿Por qué mentiría u ocultaría parte de la verdad? Una hipótesis podría ser para proteger a Alan García, con quien –según reportes periodísticos– lo unía una relación de amistad. Otra explicación, quizá más racional, sería que a Barata le conviene guardarse un par de ases bajo la manga. Por lo menos, hasta tener la seguridad de que el acuerdo de colaboración eficaz de Odebrecht esté firme y que se va a cumplir en su totalidad.
Sería muy ingenuo creer que un excriminal va a comportarse de manera altruista y colaborar con la justicia sin obtener nada de retorno. Al parecer, la no encarcelación de Odebrecht, Barata y compañía no está en juego, pues eso ya lo consiguieron en Brasil, y el país vecino no va a incumplir su propio acuerdo. ¿Qué puede ofrecer el Perú, entonces? Únicamente que la compañía brasileña pueda recuperar parte de sus activos e inversiones; por ejemplo, el excedente de la venta de la hidroeléctrica Chaglla. Vistas así las cosas, Odebrecht y sus exfuncionarios tienen 524 millones de razones para guardarse cierta información.
Hasta la fecha, la mayoría de políticos y analistas andan con rodeos en este tema. Es más popular gritar “¡fuera los corruptos!” que reconocer que tienen que negociar con ellos. Y eso perjudica la estabilidad de un acuerdo de colaboración eficaz que, bien ejecutado, podría llevarnos a conocer toda la historia de una gigantesca maraña de sobornos que envolvió al Estado Peruano y a casi toda su clase política, además de recuperar montos importantes de reparación civil de quienes colaboraron con Odebrecht en su festín de corrupción.
El valor de la verdad es elevado. Ya es hora de que decidamos si vamos a pagarlo o no. No hay lonchera gratis.