Mabel Huertas

El amor dura hasta que se acaba, y el ‘romance’ entre Rafael López Aliaga () y , iniciado en diciembre del 2022, hace tiempo que agoniza.

Para el alcalde de Lima, la relación con Palacio fue útil mientras le asegurara ejecutar una deuda millonaria que afectaba las arcas fiscales del país. Basta recordar cómo defendió al exministro de Economía Alex Contreras, quien accedió al pedido y luego presionó a su sucesor, José Arista, hasta lograr que aprobara un nuevo sobreendeudamiento.

Esta alianza resultó beneficiosa para ambos. Renovación Popular se sumó a otras bancadas para brindarle ‘estabilidad’ a Boluarte, mientras RLA se convertía en un interlocutor clave del Ejecutivo, consolidando su liderazgo político. Su influencia habría llegado a tal punto que las controversias por la construcción de la línea 2 del metro de Lima no se discutían en el Ministerio de Transportes, sino en la municipalidad.

Con mayor habilidad estratégica para colocar temas en la agenda pública y dominar los medios, RLA terminó por opacar a la presidenta en la capital y, en honor a la verdad, ella ha sido poco hábil para esos menesteres. Sin embargo, su pragmatismo es evidente. Mientras que, por un lado, defiende al ministro del Interior, Juan José Santivañez , por otro exige más acciones contra la inseguridad ciudadana.

Su estrategia hacia la campaña presidencial es clara: mantener aliados en el Ejecutivo hasta que ya no los necesite. Y ese momento llegará tan pronto como se inicie la campaña. La última encuesta le otorga a RLA un 46% de aprobación, devoviéndolo a los picos de aprobación de los inicios de su gestión; este refresco es inusual en una clase política desprestigiada. A diferencia de César Acuña, líder de APP, que sigue comprometido con Boluarte, RLA ha construido un discurso que le permite desmarcarse a tiempo de los pasivos del gobierno. Su apuesta no es solo posicionarse como crítico de Palacio, sino también captar el voto joven y atraer a los insatisfechos con la actual adminitración.

Boluarte, por su parte, debe estar resignada; sabe perfectamente en quién deposita su confianza y en manos de quién deja su suerte. Y RLA no sería de fiar. Un día asegura que no postulará, al siguiente cambia de opinión y, acto seguido, inicia alianzas con movimientos regionales en una evidente campaña de posicionamiento, tanto de su marca personal como de su partido.

El distanciamiento entre ambos es inevitable. Cuando deje de serle funcional, RLA pasará de aliado a su más feroz opositor.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mabel Huertas es socia de la consultora 50+Uno

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