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Desde un pelícano hasta un hurón: los extraños animales que fueron adoptados como mascotas por los peruanos desde los años 70
En 1972, una mujer recogió de la calle y tuvo como mascota a un pelícano que deambulaba hambriento por el Centro de Lima. Años después, un pingüino fue salvado por una familia en una playa de Miraflores. Luego de unos días en casa, el ave fue llevado al Parque de las Leyendas, en San Miguel.
Según un estudio publicado en 2022 por la Escuela de Administración de Negocios para Graduados (ESAN), existen cerca de cinco millones de perros y 2,9 millones gatos en el Perú. Estos animales son las mascotas preferidas por la gran mayoría de peruanos, quienes pueden llegar a gastar hasta un promedio de S/350 soles mensuales para cubrir las necesidades de sus acompañantes.
En nuestro país, existen cerca de 5 mil veterinarias, siendo Lima la ciudad que más locales concentra (50 %). Esta tendencia también ha crecido en ciudades importantes como Trujillo, Arequipa, Chiclayo y Piura. Sin embargo, hubo casos en los que varios peruanos tuvieron como mascotas a animales singulares. En esta nota te contaremos algunos de ellos.
Solitaria ave en el centro de la ciudad
Eran mediados de 1972, cuando un solitario pelícano empezó a deambular por las calles del Centro de Lima. El hambriento animal causaba caos vehicular por las principales arterias de nuestra capital por donde pasaba. Tras varias horas de caminata, el ave acuática se echó en plena pista del jirón Ica. Esto ocasionó que varios vehículos frenaran de golpe y que algunos transeúntes quisieran sacarla del lugar. Sin embargo, esta se defendió con su pico y sus alas cuando se le acercaban. Parecía imposible moverla de la pista.
Al ver el embotellamiento de autos en la zona, Dora Miranda, vecina del lugar, se acercó al animal, le hizo un par de “cariñitos” y logró levantarlo con ayuda de unos familiares. De esta manera, se llevó al pelícano a su casa, ubicada en el mismo jirón Ica, para poder alimentarlo. El jueves 1 de junio de 1972, un cronista de El Comercio entrevistó a Miranda en su domicilio. En la conversación, ella dijo que se quedaría con el ave como “mascota” y que la acostumbraría a comer “lo que se le sirva”. Su nuevo engreído causó revuelo en la vecindad donde vivía, al punto que varios niños del lugar le agarraron cariño al animal.
Era el miércoles 3 de agosto de 1983, cuando tres pescadores entraron al mar de la playa Los delfines, en Miraflores. Miguel Angel Moscoso, su padre y hermana, regresaban de pescar cuando vieron a un pequeño pingüino varado en unas rocas. En seguida, lo rescataron y se lo llevaron a su casa, en donde le dieron los cuidados respectivos. Al día siguiente, conversaron con un reportero de este diario y solicitaron la ayuda de “alguna autoridad” del Parque de las Leyendas o de la Sociedad Protectora de Animales para que se lleve a la pequeña ave marina a un lugar adecuado.
Tras varios días de tenerlo como mascota en casa, el viernes 5 de agosto de 1983, el solitario pingüino fue llevado al Parque de las Leyendas y ubicado en un área con otros animales de su especie. Un rápida medida que se tomó tras la publicación de la nota sacada por El Comercio días atrás. Es así como esta ave pasó de estar sola y varada en medio del mar a estar rodeada y feliz con otros pingüinos mayores en el conocido zoológico de San Miguel.
La mañana del domingo 9 de marzo del 2003, el diario decano publicó una entrevista con Jenifer Lara, una estudiante peruana de 18 años de edad, que tenía como mascota a un hurón. Este animalito tenía tres meses y medio y se había convertido en una de las mascotas más populares de Estados Unidos, solo superada por los perros y gatos. También estaba causando furor en las veterinarias limeñas. Adquirir un mamífero como este costaba 250 dólares en nuestro país.
Lara contó que se enamoró de este animal cuando lo veía jugar en una tienda para mascotas todas las tardes que se dirigía a sus clases de inglés. Por eso, le contó a sus padres sobre él y ellos se lo regalaron. Kerod, como se llamaba la mascota, dormía todo el día en una hamaca y solo se despertaba en la noche cuando llegaba su dueña y hacía sonar sus llaves. También era llevado a pasear al parque. Allí varios transeúntes se asustaban con su presencia y “les daba asco” ver a esta mascota que confundían con un roedor.
Esa vez, un veterinario de la Universidad de La Plata, en Argentina, contó que los hurones eran unos animales domésticos muy impredecibles: “A veces esconden cosas, como el hámster, otras se pasean y en ocasiones salen, dan una vuelta y, como se aburren, regresan”. También explicó que eran fáciles de domesticar, hacían sus necesidades en arena y después de media hora de haber comido. Por esos años, ya era posible encontrar alimentos balanceados para estos animales en tiendas para mascotas de nuestra capital. Un hecho del que ya pasaron 20 años.
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