A partir del 7 de octubre de 1961, los peruanos descubrieron algunos de los secretos de la energía nuclear gracias a la exhibición realizada en el antiguo hipódromo de San Felipe, en Jesús María, montada bajo una moderna estructura sostenida solamente por la presión del aire, algo nunca visto antes en nuestra capital.
Las dos atracciones principales fueron el reactor nuclear y el laboratorio de radiaciones gamma, ambos exhibidos por primera vez en el Perú.
En un área de exhibición de 1.800 metros cuadrados se instalaron salones en donde los escolares peruanos recibieron clases sobre energía atómica, además de bibliotecas y espacios para conferencias.
Para estas disertaciones fueron elegidos los mejores profesores de física de los colegios públicos y privados de Lima: Carlos Bravo Pinto del Alfonso Ugarte, Luis Mauro Monge del Ricardo Bentín y Benjamín Morote Fernández del Leoncio Prado, entre otros.
Los maestros seleccionados fueron capacitados intensamente por representantes del famoso Instituto de Estudios Nucleares Oak Ridge, de Tennessee, cuyos especialistas viajaron al Perú con este fin.
El gran atractivo de esta muestra científica, denominada La “magia del átomo”, consistía en la realización de experimentos en un enorme repositorio cilíndrico de acero de más de tres metros empotrado en el suelo, donde se ubicaba el tanque-laboratorio de radiaciones gamma.
Ingenieros y científicos peruanos pudieron aprovechar este tanque para ejecutar trabajos especiales de radiación en química y biología.
El corazón del laboratorio de radiaciones gamma consistía en cuatro cintas rectangulares de cobalto radiactivo, que tenían una fuerza combinada de 1.500 curies (unidad de medida de la radiación).
El cobalto 60 (isótopo radiactivo) era cuidadosamente transportado en un depósito de acero inoxidable, con un blindaje de plomo que pesaba tres toneladas.
Este depósito era sumergido dentro del tanque lleno de agua filtrada y desmineralizada. De este modo el agua protegía el blindaje entre los operadores y las emisiones de rayos gamma de cobalto.
Las muestras destinadas a ser irradiadas se colocaban en receptáculos que eran conducidos a través de tubos hasta el tanque donde el cobalto establecía un campo de radiación.
La radiación que recibía la muestra variaba entre 12 mil y 200 mil roentgens por hora. En esa época el roentgen era la unidad de medida de la radiación.
Recibir más de 400 roentgens por hora podía ser letal para cualquier persona. En Chernóbil la planta nuclear que explotó en 1986 liberó hasta 30 mil roentgens por hora.
Los elementos combustibles del reactor, que contenían el uranio enriquecido que producía la energía atómica, estaban encerrados en aluminio y sumergidos en un gran tanque de agua, ofreciendo así seguridad al público y a quienes trabajaban con él.
Otra novedad de esta exposición fue la “batería atómica”, ideada por ingenieros y científicos norteamericanos para su uso en la exploración espacial. Era un generador en miniatura del tamaño de una naranja grande, sin piezas movibles, que producía gran fuerza eléctrica. En comparación con la batería eléctrica, la atómica es más liviana, de larga vida y de confianza.
La referencia más cercana a la energía atómica que tenían los peruanos de esos años era su devastador uso durante la Segunda Guerra Mundial.
En la exposición pudieron descubrir otras aplicaciones. Estudiantes universitarios vistiendo uniformes con una insignia que decía “Átomos para la Paz”, explicaban a los concurrentes las fases de producción de la energía atómica y su aplicación en las ciencias médicas y biológicas, y en la generación de energía para la agricultura y la industria.
La exposición fue patrocinada por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos y con la cooperación de la Junta de Control de Energía Atómica del Perú.
La exhibición fue de acceso gratuito y libre, en el cual grupos de 300 personas podían entrar de manera escalonada, de acuerdo a la capacidad del denominado “edificio atómico”.
A la ceremonia de apertura asistió Pedro Beltrán, presidente del Consejo de Ministros y el embajador de Estados Unidos, James Loeb.
El embajador Loeb dijo: “la inauguración de este gran evento ha sido posible gracias a la cooperación de las organizaciones de energía atómica de los gobiernos de Perú y Estados Unidos”.
“Tenemos la esperanza de que todo lo que ellas han erigido aquí llevarán a miles de peruanos nuevos conceptos y la comprensión de los usos benéficos de la energía nuclear”, agregó.
En el Perú el primer reactor nuclear empezó a funcionar en 1988 y fue implementado con la cooperación del gobierno argentino.