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La terrible historia del criminal que mató a su amigo para quitarle más de 8 mil soles de la ganancia de una distribuidora en Pueblo Libre
En junio de 1962, Solón Poma Avendaño acuchilló varias veces a Luis Oliva Centeno en una distribuidora de El Comercio en Pueblo Libre. Tras ser capturado y confesar su delito, el asesino fue sentenciado a la pena de muerte. Días antes de su ejecución, un giro inesperado dio su caso.
Días después que se suspendiera el conteo de votos para elegir al nuevo presidente del Perú por la desaparición de varias ánforas del local del Jurado Departamental de Lima, ubicado en el edificio de la Cámara de Diputados, un escalofriante asesinato sorprendió a todos los peruanos, especialmente a los miembros de este diario. El sábado 23 de junio de 1962, el auxiliar de ventas Luis Oliva Centeno fue hallado muerto en la distribuidora de El Comercio en Pueblo Libre. El cuerpo del hombre de 33 años estaba tirado en el suelo con dos heridas profundas en el corazón y otra en la espalda. También tenía una fractura maxilar. Tras llegar a la escena del crimen y ver el cadáver, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) dedujo que el asesino conocía a la víctima. Un sorprendente caso policial estaba por comenzar.
La mañana del domingo 24 de junio de 1962, El Comercio publicó en su portada la terrible noticia. “Asaltaron anoche la Agencia de El Comercio de Pueblo Libre”, fue el titular que abrió la nota. Ahí se reveló que varias personas habían visto al asesino. Según los vecinos, se escucharon ruidos en el interior de la agencia. Cinco minutos después, vieron salir a un hombre moreno, corpulento y de pelo azambado. Este sujeto llevaba puesto un pantalón azul con un saco plomo y corrió rápidamente hacía la avenida Brasil cubriéndose la cara. En ese momento, un joven en bicicleta intentó alcanzarlo, pero lo perdió en el camino.
En la escena del crimen, los agentes de homicidios encontraron un cajón roto en el que faltaba S/.8.132. A su lado había periódicos y toallas manchadas con sangre. Horas más tarde, la autopsia de ley confirmó las causas de la muerte: “Heridas por instrumento punzocortante penetrante de la cavidad toráxica, inferida por mano ajena (tres heridas en el hemitórax izquierdo y una en la clavícula)”. La Policía comenzó las investigaciones con batidas nocturnas. Un día después, el lunes 25 de junio 1962, este diario anunció la captura del presunto asesino de Oliva Centeno. Este fue identificado como Manuel Prieto Salas, de 36 años de edad. El sujeto era muy parecido físicamente a las versiones de los testigos. Según los agentes, Prieto conocía a la víctima, ya que había trabajado por un tiempo en la distribuidora.
Al ser interrogado, Prieto Salas negó ser el autor del crimen porque tenía una coartada. En la tarde, el cuerpo de Oliva fue enterrado en elcementerio El Ángel ante la presencia de familiares, amigos, compañeros de trabajo y miembros del directorio de El Comercio. Entre ellos estuvo el director del diario, Luis Miro Quesada y su hijo, Alejandro Miro Quesada Garland. Al día siguiente, el 26 de junio, la división de Delitos anunció la captura de doce sospechosos. Todos con características parecidas a las del asesino. Además, reveló que tenían una pista vital: una pareja de novios había visto la cara del sujeto y estaba colaborando con su identificación. Horas después, la PIP arrestó a 28 sospechosos y obtuvo dos pistas más. La captura del criminal era cuestión de horas.
La mañana del jueves 28 de junio de 1962, el diario decano anunció la detención del homicida. “Asesino de Luis Oliva Centeno se declaró convicto y confeso”, tituló en su portada. El criminal fue identificado como Solón Poma Avendaño, un hombre de 1.90 m. de estatura. El sujeto fue capturado el 25 de junio tras una batida policial. Al principio negó ser el asesino. Sin embargo, en su casa se encontró un pantalón con manchas de sangre. Además, sus huellas dactilares coincidieron con las del homicida.
Los detalles del crimen los dio en la comisaría dePueblo Libre. Como contó este periódico, el sábado 23 de junio, minutos después de las 8:30 de la noche, Poma se dirigió a la Plaza San Martín para tomar un colectivo hacía Magdalena. Bajó en la cuadra 25 de la avenida Brasil y caminó hasta la agencia de El Comercio en Pueblo Libre. Allí tocó la puerta de la calle dos veces. Como era conocido de Oliva Centeno, entró al lugar y observó que su víctima estaba contando el dinero de las ventas del día en un escritorio. Es así como decidió robarle, pero primero se fue al baño a lavarse la cara porque “se sentía nervioso”.
Minutos después salió y se despidió de Oliva. En ese momento, la víctima se adelantó para abrir la puerta de la calle. Es ahí donde Poma sacó un cuchillo de su bolsillo y lo apuñaló en el hombro derecho, entre la clavícula y el cuello. Luis intentó defenderse, pero se desplomó. Al ver que aún respiraba, el gigante homicida le encajó otra puñalada en el pulmón derecho. Esto hizo que la víctima gritara: “Me matan, me matan”, cayendo al suelo.
“Entonces, me dirigí al cuarto de baño nuevamente. Lavé mis manos que las tenía con sangre. Me sequé en la toalla y unos papeles. Fui hasta el cajón y saqué el dinero que envolví en unos periódicos, colocándolos en el bolsillo. Cuando salí, vi que Oliva aún se quejaba, por lo que volví a sacar el cuchillo y le di otras dos puñaladas, rematándolo con un puntapié en la cara”, culminó el violento criminal.
Luego, Avendaño salió de la agencia tapándose la cara con su saco. Se dirigió a la avenida Brasilpara tomar un colectivo y arrojó el arma en el Malecón de Magdalena. Después, se fue a su casa en la avenida Petit Thouars, por Lince. Allí intentó sacar las manchas de sangre de su pantalón. Minutos después, llegó su esposa junto a su hermana y su novio. Todos se fueron a una fiesta en Pueblo Libre y regresaron a las 4 de la madrugada. El homicida aseguró a las autoridades que parte del dinero robado lo escondió en el lavadero de su casa y que el resto lo quemó. Su espeluznante confesión dejó en libertad a Manuel Prieto Salas, que aún permanecía detenido.
Casi ocho años después, el 12 de mayo de 1970, se inició el juicio contra Solón Poma Avendaño. El encargado de hacer justicia fue el Cuarto Tribunal Correccional de Lima. En la audiencia, la fiscalía pidió la pena de muerte y la investigación judicial determinó que Poma era responsable del delito de homicidio con todas sus agravantes. El 24 de agosto de 1971, El Comercio Gráfico anunció la sentencia. “¡Pena de Muerte para Solón Poma!”, publicó el vespertino en su portada. El tribunal lo sentenció a la pena de muerte por fusilamiento. Al escuchar el veredicto, el asesino se puso a llorar y pidió clemencia. También se dispuso una reparación civil de 60 mil soles para la familia de la víctima. Aunque, la Corte Suprema sería la encargada de rectificar la sentencia.
Horas antes de la ejecución, el 21 de setiembre de 1971, el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado anunció la reforma de la pena de muerte por el Decreto de Ley N° 18968. La medida establecía, entre otras cosas, que los casos de pena de muerte que fueron impuestos por delitos cuya penalidad estaban en materia de reforma, quedaban suspendidos hasta que se remitiera una nueva condena. Esto permitió que el asesino fuera nuevamente sentenciado. Al año siguiente, el martes 12 de setiembre de 1972, Solón Poma fue condenado a una “pena de internamiento no menor de 25 años” en la cárcel El Sepa, en Ucayali. Esto fue confirmado por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia del Perú. De esta manera, acabó este escalofriante caso policial que sucedió en nuestro país hace más de 60 años.
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