En el mismo instante en que el presidente Fernando Belaunde Terry se reunía con su homólogo argentino Raúl Alfonsín, en Palacio de Gobierno, un sincronizado atentado terrorista en varios lugares de Lima sorprendió a la gente de la capital. La noche del 7 de junio de 1985, un grupo de extremistas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) incendiaron simultáneamente diversos centros comerciales. Las tiendas Scala y Todos fueron las más afectadas por los atentados. También explotaron dos autos y volaron dos torres de alta tensión. El trágico hecho terminó con la muerte de un agente de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP).
Fuego en los locales del centro de Lima
A las 8 y 50 de la noche, un atemorizante apagón puso en tinieblas a varios distritos limeños. La ansiedad en el centro aumentó cuando se escucharon dos fuertes detonaciones: una en la Plaza de Armas y otra en los alrededores del Palacio de Justicia, frente al Hotel Sheraton. Cuando los agentes policiales llegaron al lugar se percataron que dos autos habían sido volados por un fuerte cargamento de dinamita. Un ataque terrorista estaba en curso.
Justo cuando se iba restableciendo progresivamente la luz, varios incendios empezaron a reportarse en algunos centros comerciales. La tienda Scala del jirón Huallaga, muy cerca de la plaza de Armas, no podía controlar el fuego que recorrió el segundo, tercer y cuarto piso de sus instalaciones. Las áreas estaban llenas de ropa y objetos de plástico. El incendio estuvo a punto de extenderse al local de Oechsle que estaba a su lado.
Lo mismo pasó en la tienda Todos del Centro Comercial Risso, en Lince. En donde tres pisos quedaron calcinados por el fuego. Pero esto solo era el principio de un cruel ataque terrorista coordinado, ya que varias sucursales de las tiendas Todos, un sector del Centro Comercial Camino Real (San Isidro), el Centro Comercial Arenales (Lince) y el Centro Comercial San Miguel, fueron quemados simultáneamente por los facinerosos. Los ‘emerretistas’ también habían intentado atacar el restaurante Pabellón de Caza, en Surco. Sin embargo, no lograron su objetivo.
Robaron autos para el atentado
Horas después de los ataques, la Policía indicó que los vehículos que explotaron en el Cercado de Lima fueron robados esa misma mañana. El auto que explotó en las inmediaciones de la Municipalidad de Lima pertenecía al fiscal supremo Hugo Denegri Cornejo. El magistrado fue encañonado por tres desconocidos con metralletas en la puerta de su domicilio en Chaclacayo, al este de Lima. Los extremistas sacaron del vehículo a tres de sus familiares y secuestraron a su hijo por un corto tiempo. Luego, lo abandonaron a su suerte y se llevaron el auto.
La historia fue diferente con el otro automóvil destruido. Era un auto Volkswagen que le pertenecía a Carlos Dulanto Decarolli, mayor de la PIP. El oficial fue secuestrado por tres terroristas luego de escuchar las explosiones. Él había salido a ver su vehículo que estaba estacionado en el jirón Manuel Cuadros, cerca del Palacio de Justicia. Desde ese momento, no se supo su paradero.
Los daños del ataque
Al día siguiente, el 8 de junio, El Comercio informó de los daños causados por el sincronizado ataque terrorista. El hecho había dejado cinco tiendas en mal estado. Los locales más afectados fueron el local Todos del Centro Comercial Risso y el edificio de Scala frente a la Plaza de Armas. Ambas perdieron todos los productos de tres pisos, los cuales quedaron reducidos a fierros retorcidos y cenizas.
Las otras tiendas afectadas tuvieron daños, pero de menor magnitud. Esto ocasionó una pérdida de miles de millones de soles en infraestructura y mercadería. Asimismo, la Policía detalló que los delincuentes habían volado tres torres de alta tensión de Lima y Chosica, además de los dos automóviles.
También informaron que habían detenido a veinte sospechosos. Ellos fueron capturados con ametralladoras, revólveres, pistolas y un fuerte cargamento de explosivos. Sin embargo, el agente de la PIP, Luis Dulanto, seguía desaparecido.
Encuentran al Policía secuestrado
La misma mañana del 8 de junio, el agente Luis Dulanto Decarolli fue encontrado por la PIP cerca de una ladrillera en Santa Anita. El oficial estaba atado de manos, amordazado y con una herida de bala en la cabeza. Casi sin signos de vida.
Fue introducido en una ambulancia y trasladado al Hospital de Policía. Allí los doctores dieron pocas esperanzas de vida, ya que el proyectil le había perforado el temporal derecho. Además, presentaba múltiples hematomas en todo el cuerpo.
Según los testigos, el agente estaba en una oficina al lado del recinto judicial cuando todo se oscureció. Tras escuchar la explosión, salió a la calle para ver si su auto se había destruido. En ese momento, fue raptado sorpresivamente por varios hombres armados que lo obligaron a subir a un auto amenazándolo de muerte. Días después, el funcionario perteneciente de la Policía fiscal falleció en el hospital.