Día del Amor: ¿qué pasó en la inauguración del parque y la estatua del amor en los años 90?
Tras varios meses de arduo trabajo, el alcalde miraflorino Alberto Andrade entregó a los vecinos de toda Lima, el Parque del Amor y la estatua “El Beso” en una jornada inolvidable en 1993.
El día esperado llegó ese domingo 14 de febrero de 1993, cuando el alcalde de Miraflores, Alberto Andrade Carmona (futuro alcalde Lima en esa década de 1990) dio por inaugurado el Parque del Amor, acompañado de una estatua hecha por el escultor peruano Víctor Delfín, cuyo título “El Beso” causó sonrojos, reclamos y hasta alguna acallada protesta. Así, el distrito miraflorino se robaba la atención de toda la ciudad ese verano increíblemente amoroso.
El escultor Delfín, acompañado de Ana María (‘Annie’), su pareja, dijo que su obra era en honor a los enamorados sin importar la edad, la raza ni la condición social. Con esa idea clara y democrática, el artista dejó a la vista de todo el público un trabajo meticuloso, hecho a base de cemento remozado con arcilla, en una figura de un hombre y una mujer en pleno beso amatorio, recostados en el suelo, frente al mar. Era una exuberante escultura de ocho metros de largo y un peso de casi 12 toneladas.
En el Día del Amor y la Amistad, la ceremonia de inauguración del parque y la estatua estaba prevista para que empezara a las cinco de la tarde, aún con el sol irradiando su fuerza en la costa limeña; pero ya desde las 3 de la tarde la gente empezaba a acercarse desde las avenidas adyacentes al parque Salazar, para llegar cuanto antes al reducto del amor.
El Parque del Amor, además de la monumental escultura de Delfín, tenía a su alrededor un conjunto armónico de bancas de concreto con azulejos, en las que uno era capaz de leer una especie de antología del amor, con poemas breves o simples frases de poetas y escritores inspirados en el sentimiento que mueve al mundo.
Incluso desde las playas de la Costa Verde, los veraneantes subieron como pudieron para estar en el momento clave de la tarde y disfrutar de ese espacio que empezaría a atraer como un imán a las parejas de todo tipo, especialmente a jóvenes y parejas de recién casados, cuyas fotos quedarían para el recuerdo en las décadas futuras.
LA INAUGURACIÓN SOÑADA
Como sea que fuera, el motivo del día era el beso. En consecuencia, el alcalde miraflorino no podía dejar de dar el ejemplo. Por eso, en el momento indicado, es decir, tras inaugurar el monumento, el alegre alcalde, animado por la ocasión, le dio un inspirado beso a su esposa, Anita Botteri, y después -con evidente buen humor- invitó a todas las parejas presentes a hacer lo mismo. Fue la mayor convocatoria a un “beso masivo” durante ese verano.
Antes de eso, Andrade había dicho que aquella era “la primera plaza de este tipo en Sudamérica”, y antes de eso incluso, la placa recordatoria había sido develada por los padrinos del parque y el monumento: Rafael Grau Price, nieto del héroe de Angamos, y por la esposa del alcalde, Anita Botteri. Don Rafael Grau y su esposa Martha Umlauff León, también invitada a la ceremonia del amor, habían sido los primeros en casarse hacía 56 años, en 1937, en la Iglesia Matriz de Miraflores.
Apenas la placa perdió su vestido, brotó al mismo tiempo agua de una fuente que rodeaba la escultura: sí, era la fuente de los deseos del parque; allí mismo los enamorados podían arrojar monedas y sentir que el mundo estaba a sus pies.
Los miraflorinos, y los limeños en general, estaban fascinados con el parque y su escultura. Nadie dejaba de aplaudir con verdadera alegría veraniega. El alcalde Andrade no se contuvo ya y muy alegre dijo lo que tenía que decir: la escultura de Delfín representaba pues “a dos cholos pata en el suelo besándose”. Era la mejor descripción que se podía dar en ese instante de la deslumbrante mole de cemento y arcilla.
También fueron invitados una joven pareja que, minutos antes, había contraído matrimonio en la misma Iglesia Matriz y que llegaron vestidos de novios. Ellos, junto al resto, fue testigo de cómo esa parte del Malecón Cisneros estuvo repleta de autos y parejas besuconas en pleno atardecer dominical. Y hasta el puente Villena, distante a pocos metros, parecía recibir la energía amorosa de esas horas. El sol daba sus últimos suspiros y el público se acercaba cada vez más para ver el tan promocionado monumento al amor.
La ceremonia terminó en un baile general, aunque los vecinos y visitantes, en medio del movimiento, empezaron dividirse en dos grupos criticones: en uno estaban los que apreciaron la obra de Delfín y les parecía una “maravilla” o “formidable”; y en el otro bando, los que no se resistieron a calificarla de “horrible” y “grotesca”. Lo cierto fue que el trabajo del recio Delfín quedó bien instalado, en medio de un atractivo anfiteatro para actividades culturales y artísticas.
El sábado 19 de junio de ese mismo año, en la previa a las celebraciones por el Día del Padre, el Parque del Amor terminó completamente consagrado a la vida y al destino en pareja con un matrimonio masivo. Fue el primero de muchos matrimonios masivos que vio pasar la escultura de amantes desesperados que el maestro Delfín dejó para eternidad.