El último capítulo de la serie
MI VIAJE DE PROMOCIÓN ¿USTEDES QUÉ DIJERON?
Tenía 14 años cuando vi el último capítulo de “Los años maravillosos”. Me gustó y conmovió tanto lo que pasó con Kevin, Winnie y los demás, que desde allí siento una especial debilidad por los buenos finales. Siempre detengo el reloj para una frase simpática de despedida, convierto los abrazos de aeropuerto en inmejorables episodios de colección. Mientras algunos compañeros se detienen durante horas para imaginar el arranque ideal yo muchas veces dejo todo para jugármelo en el último párrafo. Por eso, reconozco que me preparé por meses para lo que iba a pasar en ese viaje de promoción de 1996. Me detuve en posibles escenas y personajes, todo en su sitio para sorprender. Era el último capítulo de mi serie. No sabía si iba a ser feliz o melancólico pero sí debía ser memorable. Y así lo fue. Esta es la historia (o el recuento de los daños).Esa tarde de julio de 1996 sentí una felicidad ajena, irreconocible, casi pionera. Mientras hacía mis maletas me di cuenta que había nacido para viajar. Para estar bien cerca y después desaparecer. Podría definirlo como una especial fascinación por el aislamiento. Me iba una semana a Huaraz y recolectaba mis mejoras ropas en esas últimas semanas en Lima. “Estás contento porque desde chiquito naciste para ser libre”, me decía mi querida madre, quien por alguna extraña fuerza sensorial, siempre está para conversar conmigo en los días bisagra. Sobre un pequeño escritorio de madera estaba mi televisor Daewoo de 24 pulgadas por el cual se transmitía la final de fútbol de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Aquella Nigeria de Kanu y Babayaro le volteaba el partido a la Argentina de Crespo y Ortega. No seguí con atención la lluvia de goles pero sí recuerdo el baile de ‘Las Águilas Verdes’ al final del partido. Ganas no me faltaban de acompañar a esos laboriosos futbolistas africanos en su danza más festiva. Me iba de viaje por una semana. Al fin solo.
Hicimos de todo para irnos de viaje. Soñamos con Cusco pero al final tuvimos Huaraz. La actividad con mayores ganancias económicas y que consiguió el milagro fue una peña. Así es, una fiesta criolla sobre la cual no sabíamos casi nada un grupo de adolescentes de 15 años. De repente a un padre del comité se le ocurrió hacerlo y la venta de cervezas sorprendió a todos. El alcohol inundó cada rincón de la Asociación de Cabanistas (el local que luego fue tomado por el partido de Alejandro Toledo) pero los alumnos de cuarto media no podíamos participar del vicio. Solo un amigo, el siempre desatinado pero a la vez valiente ‘Gato’, se sublevó ante tan injusta represión. Encontró una entrada por la ventana del baño del local (que daba a un parque inhóspito del barrio de Balconcillo) y por allí quedamos en hacer pasar las cervezas. ‘Gato’ llegó a pasar 6 cervezas y fue capturado infraganti. Pero nadie habló de su desgracia esa noche porque en el escenario había un moreno saleroso con saco violeta y camisa de lentejuelas que se robó el show. Su nombre sonaba a carcajada: “soy Guajaja”. Su canción parecía una soberana joda: “Amikechú”. Todos bailaron con él, nadie dedujo que un año después ese buen varón iba a acapar la atención de todas las radios.
Hasta pocos minutos antes de partir a Huaraz aún la agencia de viajes dio chance a que cualquiera pueda animarse a viajar. Yo estaba en la puerta de mi colegio mirando el reloj. Mientras todos se tomaban fotos yo la esperaba. Nunca iba a llegar. Tenía todo listo para el mejor final pero no iba a ocurrir. Ella decidió quedarse en Lima –hizo lo mismo en el viaje de prepromoción- y todo lo planeado se alteró. Había escrito el párrafo más feliz pero había que apretar ‘delete’. El último capítulo de la serie estaba servido pero alguien faltaba y yo solo quería que el bus no arranque. Quería que aparezca una voz en off que diga “continuará”.
Cuando la chica que te gusta se disfraza de ausencia uno siente morir un poquito. Pero la vida no tarda mucho en refutar y evaporar esas otras muertes, le basta una dosis de realidad para coquetearte con la más inesperada de las agonías. El nevado Pastoruri, más de 3.000 mil metros de altura., aún se mantenía intacto. Solo recuerdo que subí y subí. Era un reto, una prueba de masculinidad. Subí sin mirar lo que dejaba allí abajo hasta que casi en la cima sentí que me estaban robando los latidos. Azul, sin respiración y con cara de emergencia. Por la zona caminaba un grupo de deportistas de montaña y uno de elllos se acercó con una tabla de snowboard (esa técnica para esquiar sobre nieve) y me dijo “abajo está mi amigo, él tiene medicamentos, ayúdate con esto”. De esa manera hice mi penoso debut en los deportes de invierno: me deslicé sin freno con una adrenalina que me hizo olvidar de la taquicardia; me estrellé contra una carpa y en medio del tumulto solo pedí un poco de oxígeno. Sobreviví (una vez más).
En mi viaje de promoción hubo de todo. Algo de exceso porque así está bien. No voy a narrar episodios nocturnos, mejor ahí nomás. Pero si tú viajaste con tu promoción sabes a lo que me refiero. Más es lo que no se puede contar. Este fin de semana habrá un almuerzo de promociones en mi colegio y seguro veré a mucha gente con quien se cerró la historia en ese viaje a Huaraz de 1996. Casi la mitad de ese grupo viajero se perdió por años y ha sido recuperado por el facebook, por el MSN o por este pequeño e inútil espacio. Aquel julio de 1996 estuve muy cerca de bajarme del bus. Lo que un día fue no será. Hay finales que deben ser respetados, que no hacen feliz a todos. Trece años después estaría muy arrepentido si me hubiera negado a viajar. Aún tengo guardado ese Obelisco de piedra, aún no he revelado el rollo de fotos de ese viaje (ya fue). Nada vuelve a ser igual después de un viaje yo solo quería una pantalla con la etiqueta de “continuará”. Por eso me gusta irme, porque al final siempre estoy volviendo. Con muchos hubo un último capítulo pero faltó lo que estaba listo. Había escrito una carta larguísima, me había conseguido dos cómplices para que las cosa salgan bien. Todo. En fin, mejor que no hayas ido. Por eso aún nos vemos por lo menos una vez al mes. Te debo una despedida (tu también). ¿Irás este sábado? Mejor no vayas. Todavía no.
Cuéntanos todo, absolutamente todo, lo que recuerdes de tu viaje de promoción
La palabra es de ustedes:
ALGUNAS CANCIONES QUE SONABAN EN MI WALKMAN AMARILLO DEPORTIVO DURANTE EL VIAJE DE PROMOCIÓN
Shakira “Quiero”
Weezer “Buddy Holly”
Abarajame “Illya Kuryaki and The Valderramas”
DOS DE LA MISMA
HIPOCRESÍA en versión original de Los Pasteles Verdes
HIPOCRESÍA en versión noventera de Los Trece Baladas
PRIMERA TRANSMISIÓN EN VIVO DE “EJN”
Ya se viene, estamos afinando el soporte tecnológico para esto. Vamos a crear una cuenta de Hotmail para chatear durante la transmisión y le hagan las preguntas a Yola Polastri. Vamos a ver cómo sale. ¿Les gusta la idea? Cualquier sugerencia por este espacio o también pueden participar e interactuar con “Los Nostálgicos” a través de este grupo, o a estar pendiente de las actualizaciones por el twitter y el Networkedblogs. Un abrazo.