El espectáculo
Decía mi padre que “para ser alguien antes hay que ser alguien”. Don N elabora una novela rutilante, vuelca en ella todo su genio y ella no obtiene mayores réditos ni mención. Por su parte, Don M es un hombre mediático, le alumbran los flashes y gana portadas en los diarios por su papel en una telenovela. Publica una novela mediana que vende y se exhibe en los escaparates de las grandes librerías.
El mérito sirve de poco cuando la espectacularidad va precedida de un nombre. Esos eran los pensamientos que me perseguían mientras revisaba mi cuenta de Facebook y observaba a algunas estrellas ganar decenas de likes por minucias. Yo, por mi parte, había escrito un post serio, un análisis político de esos que nacen de un fulgor, de una iluminación. Juraría que nadie me leyó o que cientos de ojos pasaron por delante.
De hecho, la fama es un escalón que sirve al éxito en las letras. El clima de la creación es otro, quizás Vallejo no hubiera ganado la fama que ganó, hubiera trazado sus letras al margen de una Lima que prefiere el escándalo, el escote o la brevedad.
No tengo la lumbre para ser un conductor de televisión. Mi punto de partida en este tramo es la literatura y no será una vía fácil, como no lo es dar fin a la novela que tramo en las madrugadas insomnes.
El profesor X insiste en que dudo demasiado y que quien escribe debe hacerlo solo por amor al arte, escribir por el gusto de hacerlo y sin pensar en el éxito. El arte y la vocación de éxito son enemigos mortales. Pienso en estas cosas mientras avanzo en el capítulo segundo de una obra descalza y sin promesas que titularé “La danza del fuego”.
Entretanto mi editora le da forma a mi próximo poemario “Retratos de mi padre” (Quizás lo puedan leer en mayo). No soy optimista respecto a mi creación, habito un mundo en el que el espectáculo tiene privilegios. Tampoco pertenezco a círculo literario alguno. Soy un jurista advenedizo que esculpe el papel para pergeñar poemas y, en raras ocasiones, alguna que otra historia. Esta vez me enfrento a una novela por venir, un engendro que quizás sirva para darle equilibrio a las cuatro patas de la mesa.
La asistencia al taller del profesor X durante el año anterior fue la mayor demostración de una humildad que poco tiene de modestia falsa o de artilugio para llamar la atención. Es el reconocimiento de la literatura como un tema serio, como un oficio cuyas técnicas se deben aprender. No empuñaré la espada del talento sin reconocer que hay ciertas habilidades que deben conducirse por el conocimiento de los otros.
De tales elucubraciones nació el gran tema, sí ¿Y si escribo sobre escritores? Acaso la historia de un escritor novel que debe confrontar con las élites literarias y las piedras que dificultan el trayecto ¿Qué es, finalmente, ser escritor en el Perú desde la fase larvaria? ¿Literatura sobre literatura y literatos? Tenía el título de la novela y tenía el tema. En esta madrugada recorrí diez páginas con el teclado, no requiero del sueño, el reposo obstruye mi creación.
(Comentarios: raulantonio75@hotmail.com)