Edición final
Según L, mi novela tiene un mal título. Le replico que malos títulos eran los de Rulfo, que llamó inicialmente a “Pedro Paramo”: “Tras los murmullos” y luego “Una estrella junto a la luna”. Por mi parte, de “Intolerancia” pasé a “Los puentes rotos” y luego a “Los extraños”, siguiendo la línea de Camus, con “El extranjero”, que no es más que “El extraño” y que es el eje inspirador de mi creación.
El protagonista no logra el amor en sustancia sino querencias superficiales, simpatías y deseos candentes que no aportan a la riqueza de su existencia. No escribe para ser querido sino amado y toca la inasible utopía. No cree en las pasiones débiles. Su rival, Antonio, obtiene la gloria literaria y todas las pasiones, especialmente el amor intenso de María de Armenteros. Carranza (mi protagonista)es siempre un extraño. Está condenado a ser tal y a difuminarse en el olvido.
X me recrimina porque publicaré un poemario dedicado a mi padre antes que aquella novela cuyo objeto debiera ser capturar la atención de todos. “No debieras gastar tu energía en poesía, en un poemario del que nadie hablará”, me dice. Yo lo disuado,porque solo su convicción ciega y probablemente equívoca es la que asegura que la mía es una buena novela. Mi sentencia lo asusta: “Nadie leerá mis poemas, reseñas al paso quizás, muy breves. Sí, pero mi novela compite con grandes títulos y menos atención llamará”. Trato de explicarle que en los últimos tiempos varias novelas se han lucido como barra bruñida en los ojos de la crítica. Ignoro si mi avidez de narrador y mi imaginación cargada son suficientes para una obra maestra. Mi humildad me lleva a asumirla apenas como una obra aprendiz.
X se indigna, cree que exagero, que me encorvo frente a los otros escritores. El temor pasma al escritor y el escritor que se pasma no escribe por placer sino por el imperativo de “quedar bien” y nada más adverso a la felicidad que “quedar bien”. “Tu novela es buena”, insiste, justificando su magisterio.
Dejo la novela acabada en calidad de tal: “acabada”. La dejo solo para corrección permanente entre madrugadas. Calambur avanza y me edita el poemario. Hoy vi la portada de “Retratos de mi padre”, azul, una obra de arte de la edición. Este es el poemario que X resiste porque le tiene más fe a mi novela. Yo soy muy desconfiado y pocas veces me he equivocado por tal, no le tengo mucha fe ni a mi poemario ni a mi novela. No nací para el aplauso. Al decir verdad, solo tengo fe en el silencio y el reposo. Mi certeza es la lejanía y la estática. Soy amigo del Tao.
Me empiezo a preguntar si el oficio de escribir es para algunos no más que un derroche de pólvora para gallinazos o acaso un peligro, cuando no una vocación suicida.