Stef Alva, una mamá con orgullo
Conozco a Stef desde la universidad y, a pesar de que no es de mi círculo cercano, siempre me pareció una mujer hermosa –y no me refiero solo a su físico–, muy empática y con ganas de ayudar. Hace unos años le pedí ayuda para que su hijo participara en el video de un proyecto y aceptó de inmediato.
Hace unas semanas le escribí para que con sus palabras nos cuente su historia y así, ayudar a otras mamás que están transitando el mismo camino o que quizás, puedan hacerlo en algunos años. De hecho, esta idea nació cuando vi un video en la cuenta de Orgullo Perú en el que contaba su testimonio por el Día de la Madre, de inmediato pensé en Alba: ¿cómo actuaría yo si mi hija siente que no pertenece a su cuerpo?, ¿cómo podría evitar que la lastimen por sentir o pensar diferente?
Siempre he pensado que uno no puede querer lo que no conoce. Por ello, les invito a abrir el corazón y leer el sentir de una mamá de un niño LGBT:
“Cuando mi hijo era pequeño, recuerdo que tuve una conversación con mi papá en el que le dije que no tenía la menor idea si la forma como estaba criando era la adecuada, pero que estaba siguiendo mi intuición y que ésta se guiaba a su vez del amor por mi hijo. Y es que, para mí, es difícil imaginar que un papá o una mamá no ame incondicionalmente a sus hijos, hijas o hijes. Amamos y amamos profundamente.
El gran aprendizaje que tengo para mí es que amamos y criamos con lo que sabemos. Con todos nuestros juicios de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es bonito y lo que es feo, de lo que es el éxito y el fracaso. Es ahí donde yo encuentro una enorme oportunidad para conectar con historias distintas a las nuestras, como con la de nuestros descendientes.
Como papás a veces nos cuesta comprender y aceptar otras formas de vivir, evitamos los riesgos, porque creemos que lo que nosotros sabemos es la “verdad” de cómo funciona el mundo. Es así como desde muy pequeña me sentí la oveja negra de la familia. Hacía casi siempre lo opuesto a lo esperado por mis papás. Aquello me generó mucho dolor y confusión. Mis papás querían que sea diferente a mi esencia. Yo quería escribir y cantar, mis papás querían que estudie y que no pierda el tiempo en disfrute. Yo quería enamorarme desde muy pequeña y mis papás querían que llegue virgen al matrimonio. Yo quería descubrir cosas nuevas y mis papás querían que siga el camino seguro. Recuerdo de joven haberle dicho a mi psicóloga que a veces me sentía un monstruo no querido.
Ese dolor, que logré sanar con mucho trabajo de autoconocimiento y autovalidación, tenía un propósito más grande que mi propia vida. Cuando noté que mi hijo de 11 años amaba y se sentía diferente, no me costó entender. En vez de sentir miedo, como intuyo que mis papás sentían al criarme, me llené de ternura, ilusión y curiosidad; y me propuse acompañar su autodescubrimiento, partiendo de que no hay una sola verdad sobre el amor ni sobre la identidad de género.
Hay un fuego en mí que hace que quiera contar mi historia y la de mi hijo a cada persona que conozco. Porque siento que muchos le tenemos miedo a lo que no conocemos. Pero si una persona cercana a ti te cuenta algo con alegría que ha vivido y luego te toca a ti vivirlo también, quizás lo veas diferente, incluso te animes a vivir eso nuevo desde la apertura y el amor libre, sin miedo. Escuchaba a una amiga decir que la Comunidad LGBTQI+ es un espacio que le permite ser ella con todo lo que es. Me parece maravilloso que sea así, pero inmediatamente pienso en ese espacio familiar que no le dio o no le da eso y cuánto tiempo de dolor se pudo restar si sus papás vieran el amor y la identidad desde otro lugar, sin tanto miedo”.
Debo confesar que acompañar a mi hijo no ha sido fácil desde el principio, ha sido un proceso de mucho aprendizaje, me informé de aquello que no conocía o entendía aún para poder acompañarlo. Recuerdo que me entrevisté con una psicóloga española especialista en Psicología Afirmativa LGTB+ y luego ella conversó con mi hijo. Lidia, como se llama esta psicóloga, me dijo que no había nada que trabajar en terapia, porque no había un problema emocional ni un trastorno. Esta psicóloga nos brindó la información base para entender el proceso que viviríamos y conectamos con comunidades españolas que ven estos temas con niños y adolescentes. Claro que España es un país mucho más evolucionado que el nuestro y la sociedad convive con mucha más apertura. Por eso, también recurrí a una colega coach ontológico peruana que pudiera darle herramientas a mi hijo para fortalecerlo y prepararlo ante cualquier situación que tenga que enfrentar. Porque lo cierto es que sí se dan situaciones difíciles. Por ejemplo, a mí me han criticado por contar esta historia y me pregunto si criticarían igual a una persona que cuenta el nacimiento o matrimonio de su hijo. Siempre detrás de ese no contar, se esconde el juicio de que está mal y que lo malo no se cuenta. Sé que a aquellas personas les va a costar entender que para mí no hay nada malo en lo que vivimos, todo lo contrario, es un regalo que agradezco haber recibido.
Este 28 de junio, invito a los papás y mamás a amar sin prejuicios a sus hijos, hijas e hijes tan valientes que tienen. Aceptarte diferente, comprenderlo y declararlo a tus papás y a una sociedad que aún está aprendiendo, no es fácil. Se merecen todo nuestro orgullo”.
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