Cuando Eugenia Castro Paulino llegó junto a su esposo al Cerro Candela, en 1992, desde la lejana localidad de Sihuas, en la sierra de Áncash, apenas había unas pocas familias en el lugar. En los 30 años que han pasado desde entonces ellos han sido testigo de la transformación de la zona.
“Cuando vine a vivir aquí, todo era pura chacra, áreas verdecitas, era muy bonito porque me recordaba a mi tierra, pero había muy pocas viviendas, éramos como tres o cuatro casas, el ex paradero Sol de Oro, antes no existía, era una sequía enorme, no había luz ni agua, mucho menos gas. Llegaba la noche y la luna era lo que nos daba luz. Cuando llegué aquí ya estaba el primer plantel de la zona, el Colegio Nacional 2028, todo lo demás era chacra. Cada casa tenía su tanque afuera para llenar agua semanalmente”, relata Eugenia.
Señala que en los primeros años que vivió allí le pareció un lugar tranquilo, ya que ella estaba acostumbrada a ese ambiente porque venía de la sierra. Pero, rápidamente, empezaron a venderse los terrenos, dice. “Me di cuenta que el lugar se estaba urbanizando cuando las chacras fueron desapareciendo para construir más viviendas y llegaron más familias; también se empezó a urbanizar construyéndose pistas y veredas”, agrega.
Eugenia cuenta que el agua y desagüe “llegó de mala manera, junto a los vecinos tuvimos que hacer huelgas e ir a la empresa para que nos den estos servicios”. Opina que la construcción de pistas y veredas fue un paso importante “ya que el polvo y tierra era algo que preocupaba a la comunidad debido a que muchos niños juegan y salen de sus casas”. Asimismo lo fue la construcción del mercado Horizonte y el Olivar. “Fue un gran cambio, ya que nos abasteció en alimentos básicos, y conforme pasaron los años fue creciendo y generando ingresos a las familias, en un lugar conocido popularmente como “Piscina”, dice.
Actualmente la señora Eugenia se dedica a su casa, a sus hijas, nietos y a la venta de productos en su tiendita: “poco a poco fui haciendo la tienda, por la misma necesidad de trabajo para ayudar a mis hijas. Ya mis hijas mayores tienen sus hijos y solo vivo con mi hija Ishel, que es la menor. Nadie me ha ayudado, yo sola he tenido que hacer mi tiendita”.
A ella le gustaría que la zona mejorara en lo que es seguridad. “Si bien no es tanta la inseguridad como antes, es algo en lo que aún debemos mejorar como comunidad, para que los niños de las familias puedan disfrutar de un ambiente limpio, fresco y seguro”, sostiene.
La transformación
Cerro Candela ha tenido muchos cambios. De un pozo de agua del cual se abastecían muchas familias, a contar con un servicio de agua y desagüe. De utilizar velas y la luz de la luna para poder ver en la noche a un cableado de electricidad y sus propias cajas de luz domiciliarias. De las grandes extensiones de chacras aledañas, a una población que al día de hoy sigue en crecimiento. De las cansadas caminatas que hacían los pobladores para llegar a la parte superior del cerro, a unas escaleras que facilitan el camino. De tener un solo colegio en la zona, a tener varios planteles a disposición de la comunidad.
Así pues, Cerro Candela es un lugar de grandes cambio y ha demostrado ser escenario de la perseverancia y la superación de muchas familias, que actualmente es hogar de aproximadamente 18 mil habitantes.