Cuantas veces se dice que una película gira en torno, o que se centra en una actriz. En el caso de “La Verónica”, filme del cineasta chileno Leonardo Medel que compite en la sección de ficción del Festival de Cine de Lima, la referencia es literal: la actriz Mariana Di Girolamo, quien interpreta a Verónica, una modelo muy popular en redes sociales, que cae en desgracia cuando se descubre que es la principal sospechosa en una investigación por el asesinato de su primera hija, soporta la responsabilidad de cargar con todo en filme cuya cámara se enfoca en su primer plano.
Lo primero que nos viene a la mente como referencia es el clásico “Juana de Arco” (1928), filme de Carl Theodor Dreyer que pasó a la historia por su elección de mantener en primer plano a la actriz francesa Maria Falconetti a lo largo de todo el filme. “¡Amo esa película! La he visto más de 15 veces!”. exclama el director y guionista, asumiendo la conexión evidente. Sin embargo, la influencia de su filme resulta mucho más cerana en el tiempo: la cultura del “selfie” y el encuadre de los “Youtubers” en la que nos vemos inmersos. “Siempre entendí esta película como uno de esos videos de Youtube extendido en el tiempo”, explica Medel,
Comencemos por lo obvio: La Verónica, como personaje es un un ejemplo de la belleza mediática que se nos propone hoy, pero también resulta un monstruo. ¿Como ves esta paradoja? ¡Tiene que ver con el proceso de deshumanización al que nos someten las redes sociales?
La película está estructurada en base a contrastes: Famoso/desconocido, rico/pobre, público/privado, el contraste entre ser y no ser. Siempre imaginé el personaje de la Verónica como un abismo al que le salían rostros por diferentes lados, la sensación de que todos están mintiendo en la historia. Y eso es lo que hacemos todos cuando nos enfrentamos a los demás. Siempre estamos mintiendo, en mayor o menor grado. Y yo quería un personaje que estuviera mintiendo siempre. Verónica tiene una mentira para cada interlocutor.
Gran parte de las películas que ofrece el Festival de Cine de Lima nos muestran los dramas ligados a la pobreza en América Latina. Sin embargo, al ver “La Verónica”, uno siente lo insoportable que resultan los dramas sufridos por aquellos que lo tienen todo, el sufrimiento frívolo de las clases altas. ¿Cómo sobrellevas una historia que genera en el espectador ese primer distanciamiento?
La película tiene un dispositivo natural de provocación que provoca ese distanciamiento. Es como una especie de primer llamado al público que lo hace ponerse en guardia. Lo que señalas es una de las preguntas centrales de por qué y cómo se hace cine en Latinoamérica: a mí me tiende a pasar que, en general, la denuncia desde la perspectiva de la víctima es poco poética y, por ello, fácilmente accesible para el espectador. Pero cuando uno observa esta cantidad insufrible de problemas frívolos, la sensación que se lleva el espectador es la de la indignación. Tenemos así a un espectador activo que piensa, y no solo consume algo prefabricado.
¿Por qué nos indigna el espectáculo de la frivolidad cuando la vemos en una película mientras que en la televisión y en el discurso mediático suele pasar inadvertida?
Esa es la pregunta clave. Cuando los signos se organizan siempre de la misma forma, eso en sí mismo es una frivolidad. Mi maestro de lingüística, Carlos Flores, siempre ponía este ejemplo: la diferencia cuando lees la oración “el árbol es verde” y lo que ocurre al leer “el verde es árbol”. En el segundo caso, inmediatamente algo en ti intenta adecuarse, y en esa adecuación se produce el asombro. Yo no podría decir a ciencia cierta si hemos existido siempre en una dimensión donde la frivolidad se reproduce de forma tan brutal, pero esta, sin duda es una época en que ella está presente en todo.
Para esta entrevista, estuve googleando la biografía de las actrices del filme. Además de noticias sobre sus felices relaciones de pareja, el algoritmo que arroja las preguntas más comunes de los usuarios de la red: ¿Hija de quién es? ¿Con quién están saliendo? ¿Cuánto mide y pesa? En el fondo esas búsquedas en google desnudan nuestra propia frivolidad.
Completamente. Mi esposa, Coco Páez, quien interpreta a la Moni, la amiga de la Verónica, trabaja como influencer. Y toda la experiencia de ese mundo yo la experimenté desde dentro. Lo que no se puede hacer con la frivolidad es solo condenarla. Hay que exponerla, decir lo que está pasando. La película es una puesta en escena de eso, de forma permanente y persistente.
Verónica lanza frases absolutamente frívolas, pero también genialidades. Ella sabe que está interpretando un papel, sabe cuáles son las reglas en su juegos de rol. Es por ello que sus diálogos son especialmente crueles...
LA crueldad es un terreno fascinante para mí. Es lo que dice Gilles Deleuze sobre Antonin Artaud: “la crueldad contra el juicio infinito”. La sociedad asume como cruel el intento de abordar un fenómeno de forma frontal.
La protagonista necesita conseguir 2 millones de seguidores y para eso puede hacer lo que sea. Lo curioso es que, como ella, todos estamos pendientes que la gente le ponga “like” a cualquier mensaje que subamos al Facebook. De lo contrario, nos sentimos ignorados y mediocres...
El “like” es el signo de nuestro tiempo. La relación con la realidad se expresa en dos dimensiones, dos fenómenos de carácter expansivo o atractivo. La realidad de lo expansivo está circunscrita a la guerra, al poder, al dinero. En cambio, lo atractivo, es en sí mismo misterioso. Siempre ha desdibujado sus leyes, sus reglas generales. El arte de lo atractivo se traspasa por ósmosis, de maestro a discípulo, de referente a referenciado. Hoy día, sin embargo, el “like” supone la primera cuantificación de lo atractivo de la que tenemos noticia. Los concursos de belleza, los ránkings de canciones, los festivales de cine, incluso, eran fenómenos de cuantificación de lo atractivo pero no tenían la medida absoluta que significa ahora el “like”. Cuando se ponen estas reglas y el fenómeno es cuantificable, todo de alguna forma se vuelve más vulgar, más seco. Pierde la potencia inexpresable que tenía detrás. Sin embargo, es el tiempo que nos tocó vivir. A mí me parece horroroso y entretenidísimo estar viviendo en este tiempo.
¿Cómo fue el proceso de trabajo con la actriz Mariana Di Girolamo, los retos de afrontar ese experimento fílmico basado solo en primeros planos?
Mariana Di Girolamo en Chile es famosísima. Yo vengo trabajando con ella unos cinco o seis años. Y esta película tenía que hacerla con ella. Todo había sido mucho más complejo sin esta relación de amistad y de confianza. Concretamente, el trabajo del rodaje fue muy delicado. En general siempre estábamos solos con Mariana, el camarógrafo, el sonidista y yo. Todos los demás salían. Era un volumen muy alto de texto. Diría que, más o menos, era el doble el texto que cualquier actor protagónico debe aprender para una película. Todo debía ser muy exacto, pues implicaba un volumen de concentración muy elevado.
Una exigencia muy teatral, también...
Claro que sí. El año 2010 estrené una pequeña obra de teatro que se daba en una caja que simulaba un “arcade” de videojuego de los años 80, donde había tres actores de un lado y el espectador entraba al espacio de la caja para ver una obra que duraba cinco minutos. Ese trabajo decantó finalmente en esta película, pues era una especie de teatro en primer plano. La conexión con el teatro es natural: la puesta en escena las pensé como puestas en un escenario. Quería cierta sensación del siglo XIX, como los personajes plantados que impostan el texto, pero en una dimensión pequeña, casi susurrada, para alcanzar una relación relativamente íntima con el espectador.
El gran drama de Verónica como personaje es que resulta profundamente adolescente. Su gran crisis ocurre al no poder enfrentar ser adulto. ¿Es una metáfora de la sensibilidad contemporánea?
El lugar de donde partió “La Verónica” fue la noticia de una modelo ucraniana que había sufrido una especie de shock después de haber estado llorando en una sesión de fotos, al mismo tiempo que su hija de un año. Esa imagen me pareció tan interesante y profunda que la puse en la película. Tengo la sensación de que ya es demasiado tarde, de que no hay mucho que hacer respecto a estos fenómenos adolescentes en nuestra cultura, ligados a ideales absolutos, la perfección abstracta, nada que tenga que ver con las relaciones humanas. ¡Los humanos que ejercen este poder están todo el día delante de un computador! Yo no pretendo hacer un juicio de ese fenómeno, pues es el lugar donde estamos, pero hay que reconocerlo.
El llanto de un bebé es un leitmotiv a lo largo de la película. ¿No hubo algún alma noble, preocupada por la infancia, que no te haya criticado el dejar llorar a un bebé para tu película?
Puedo decir que ningún bebé o animal fue dañado durante el rodaje de la película (ríe). Realmente el bebé llora en cuatro escenas, pero en post producción aparece llorando en toda la película. Es la hija de mi productor. ¡Y es mi sobrina!
Convocaste a la artista peruana Wendy Sulca para “Couch” (2016), un proyecto previo tuyo. ¿Cómo fue esa experiencia?
Yo llegué a estudiar Cine a Santiago de Chile desde Punta Arenas, mi ciudad natal, justo en el momento en que se produjo el fenómeno viral de Wendy Sulca. Ya estando detrás de la cámara, entendí lo que implicaba ella como fenómeno, lo que significa que alguien tenga ese nivel de presencia, de importancia, de relevancia, independientemente del juicio que el espectador se haga. Cuando conocí a Wendy en Lima, fue una experiencia increíble. Canta maravilloso, es una excelente actriz sin tener ningún tipo de formación. Y eso porque tiene una presencia extremadamente relevante. Su sola presencia está cargada de realidad. “Counch” es un proyecto que quiero mucho, y espero que la difusión de “La Verónica” me sirva para que este filme pueda verse más. Es una película entretenida, delirante. Y llevó a que Wendy conociera a un músico como Gepe, e hicieran a dúo la canción “Hambre”, que grabaron a inicios del 2015.
Hablar de Wendy y de La Verónica nos lleva a uno de los contrastes que señalabas al inicio de esta entrevista: lo auténtico y lo falso.
Es maravilloso. Esa es la conexión. Es justamente el lugar donde yo intentaba pararme para hacer este proyecto.
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