En su último libro de cuentos "Una casa apartada", Antonio Gálvez Ronceros (Chincha, 1932) asumía las lecciones de Mijaíl Bulgakov y humanizaba a algunos perros. En uno de los textos un mendigo disfrazaba a su mascota para que lo reemplazara en su oficio; en otro, un can perseguido por una señora, al verse acorralado, la interpelaba e insultaba brutalmente, tornándose de víctima a victimario. Dotado para la picaresca, como lo demuestran títulos ya canónicos –por ejemplo "Los ermitaños" o su fundamental "Monólogo desde las tinieblas"–, Gálvez Ronceros apela en los referidos relatos a un humor cínico y festivo en el que los animales son igualados con los personajes marginales a los que ha convertido en el leitmotiv de su obra.
Esta misma línea continúa en "Perro con poeta en la taberna", la primera novela que nuestro autor publica después de habernos entregado cinco libros de cuentos de alto nivel. Estamos ante una breve ficción elaborada con una prosa donde el ingenio y la poesía se concilian con brillantez, entablando una irreverente y ácida crítica contra la soberbia y la vanidad que pervierten la escena literaria nacional.
Un poeta limeño llega a Huancayo para participar en un recital, esperando ser recibido por una multitud alborozada que lo guiará hacia el local donde leerá sus versos. Pero al arribar se topa con un desalentador andén desierto. Sin saber adónde ir, termina en un bar, donde conversa y bebe aguardiente junto a un sabio perro que lo ilustrará sobre ese flagelo que enferma a ciertos artistas, el cojudismo; es decir "el afán de notoriedad para darse importancia, ese creerse el centro del que los demás deban vivir pendientes" y a cuyos mayores afectados "se les encuentra entre los poetas; la cantidad decrece entre dramaturgos, luego entre pintores y escultores, enseguida entre narradores y finalmente entre músicos".
Así, el elocuente cuadrúpedo hilvana una serie de historias que ilustran cómo esta plaga afecta y enloquece a los escritores locales, siempre desgranadas con una hiperbólica ironía que no toma prisioneros. De este modo asistimos a las envidias corrosivas por los premios literarios; a las ridículas penurias del vate sanisidrino que odia a Vallejo porque si este no hubiera existido, él "sería el mejor poeta peruano de todos los tiempos"; al desengaño del autor que por boca de un médium descubre que no tiene talento artístico alguno; o a las andanzas del esotérico poeta provinciano, fundador de una delirante Sociedad para la Liberación de las Flores, que se niega a ayudar a sus padres campesinos en las faenas agrícolas, pues está muy ocupado en desentrañar "los misterios de la existencia del hombre". Estas incidencias y otras más conforman un divertido y patético museo de egos inflamados y resentidos al que es imposible resistirse.
Acaso el mayor riesgo al que se enfrentaba Gálvez Ronceros era que su libro se convirtiera en una colección de anécdotas y fabulaciones temáticamente cohesionadas que se agotaban en sí mismas. Esto no sucede gracias a la imaginativa estructura en la que estas han sido integradas –una conversación englobada en otra donde la relación de historias halla una congruencia y pertinencia intachable– así como el ánimo crítico que las direcciona, siempre sarcástico, afilado y desmesurado en todas ellas. Si en sus libros anteriores la puntería de Gálvez Ronceros le atinaba al poder que maltrataba a sus periféricas criaturas, esta vez señala a los letraheridos que aspiran a ser parte de él, por muy simbólicas e imaginarias que sean sus retribuciones.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
AL DETALLE:
Puntuación: 4/5 estrellas
Autor: Antonio Gálvez Ronceros.
Editorial: Escuela de Edición de Lima.
Año: 2018.
Páginas: 108.
Relación con el autor: ninguna.