Inspirada en un descubrimiento real, el hallazgo de la dramaturga Karoline Leach de un documento que resumía las páginas arrancadas de los diarios de Charles Dodgson –el popular Lewis Carroll–, "Los crímenes de Alicia", novela ganadora del Premio Nadal 2019, mezcla tres atractivos ingredientes: la vida y el mito del autor de "Alicia en el País de las Maravillas", la lógica matemática como exótico filtro para mirar el mundo y la atracción morbosa que ejerce en nosotros la amenaza de un crimen. Aparentemente clásico, el relato de Guillermo Martínez apunta a muy actuales cuestiones filosóficas: el límite de las teorías, las conjeturas que suplantan a la realidad, las combinaciones posibles de la lógica. Y todo eso dentro de una novela que se lee de un tirón. Nombre central en el cartel de la Feria del Libro de Lima, el escritor argentino adelanta su presencia a través de esta entrevista telefónica.
— Solemos asociar el mito de Lewis Carroll a su relación con la pequeña Alice Liddell y sus hermanas. Tú señalas que la complejidad de Carroll supera largamente esa relación. ¿Donde deberíamos enfocarnos?
No hay una claridad absoluta sobre la naturaleza de los sentimientos de Carroll hacia las niñas. Claramente, había algo de tipo pasional, pero muy posiblemente se trata de una pasión contenida, a través de poemas de amor que nos suenan bastante encendidos, que él escribía detrás de las fotografías que les tomaba o las cartas que les enviaba. También se expresa en su interés por estar a solas con las niñas, deciéndole a la familia que solo así revelaba la verdadera naturaleza de las niñas. Todas esas cuestiones hoy nos parecen escalofriantes, pero en esa época los padres dejaban hacer. Por lo que leí en los diarios de Carroll y en muchos testimonios, posiblemente su pasión no llegara al plano físico.
— ¿Qué crees que lo contuvo?
Posiblemente, su profundo temor a Dios. Es algo muy interesante de ver. La victoriana era una época en que Dios estaba por encima del hombro de las personas religiosas. Era una relación con la religión muy diferente a la que podemos tener hoy en día.
— Era un Dios vigilante...
Vigilante y cercano, que rendía cuentas todo el tiempo. Eso se percibe mucho en el diario de Carroll. Posiblemente, por todas estas cuestiones, supongo que su pasión no transgredía hacia el plano físico. Era un amor platónico, aunque eso tampoco está del todo claro.
— Charles Dodgson murió en 1898, pero su mito empieza desde entonces con una serie de biografías que construyen su personaje. Esa es también una historia fascinante...
Exactamente. Al final de su vida, Carroll era muy popular por la cantidad de reediciones de su libro, lo que le permitió incluso relacionarse con actrices de teatro y gente de la cultura. En efecto, la primera biografía, escrita por Stuart Dodgson, su sobrino, habla de su relación con los niños bajo una luz completamente diferente. Escribe con admiración y orgullo, dándole incluso un contenido religioso. Un matemático contemporáneo, Martin Gardner, fallecido hace poco, reflexionaba ya en este siglo sobre esta relación de Carroll con los niños y tampoco muestra ninguna sospecha de pedofilia. Así, la manera en que él se relacionaba con los chicos aún está en debate. Quizás, por un lado, sea inocente, pero también, muy posiblemente, se enamorara de algunas niñas.
— Los estudios sobre la vida de Carroll podrían reflejar cómo a lo largo del siglo XX las ciencias humanas han intentado componer una biografía: desde la visión oficial o desde el revisionismo histórico...
Es verdad. La primera mención a las supuesta pedofilia de Carroll empieza en 1950. Hasta entonces, no había absolutamente ninguna sospecha sobre esta clase de relaciones. La suspicacia creciente del siglo XX se puede leer en las sucesivas biografías del escritor.
— ¿Crees que es válido analizar a un personaje histórico como Carroll desde la perspectiva y sensibilidad contemporánea?
Lo que ocurre es que uno tiene que elegir algún punto de vista. De lo contrario, uno podría decir que tampoco es valido un análisis desde su época porque ya está atrapada por su propia ideología. Si no hubiera un punto de vista privilegiado, fuera de la perspectiva de su propia época, uno está condenado a analizarlo todo sin un horizonte crítico. Por eso yo desconfío del género de la biografía: cada biógrafo tiende a armar la vida de determinada persona con una cierta coherencia. Para mí, las vidas son parcialmente incoherentes. Los seres humanos somos cambiantes, como sus épocas y sus circunstancias. Es muy difícil creer en una biografía con ejes muy nítidos o etapas claras. Ese tipo de textos te dan siempre la sensación de que, detrás de todo, hay un titiritero moviendo los hilos. Por eso, en esta novela intenté hacer hablar a las distintas biografías, desde distintas épocas y con distintas perspectivas. Lo curioso es que allí aparece un segundo problema: la oscuridad alrededor de las personas cuando nos tomamos el trabajo de verlas desde diferentes ángulos documentados. Todo lo que yo escribo sobre Lewis Carroll es real, allí no hay nada de ficción. Lo ficcional corresponde solo a la parte policial de la novela. En ese sentido, la figura de Carroll que emerge tiene que ser prácticamente armada por el lector.
— ¿Qué debemos desmontar de nuestras cabezas para intentar entender la época victoriana, fascinante estéticamente pero de una moral tan represiva?
No soy un experto en la época. Solo he leído lo posible alrededor de Carroll y de su época. Dicho esto, hay cuestiones muy interesantes: por ejemplo, el hecho de que un tema como el desnudo infantil no fuera tabú para la época. Incluso estaba representado en la pintura y la naciente fotografía, obras que compraban los propios reyes de Inglaterra, amparándolo abiertamente. Luego, esta sensibilidad cambió y se creó la Sociedad para la Supresión del Vicio. Poco después el tema del desnudo infantil volvería, pero reservado a las tarjetas navideñas. Dentro de la época victoriana hubo diferentes modulaciones, y eso Carroll lo vivió a lo largo de su vida.
— ¿Crees que los episodios de un libro como los de "Alicia en el País de las Maravillas", más que por talento literario, tenían su origen en las alucinaciones del escritor provocadas por el láudano que él consumía por su artritis?
¡Para nada! La novela tiene que ver con su imaginación, y con las bromas que Carroll tenía al interior de su grupo. En todo lo que leí no he encontrado referencias serias que digan que él se drogaba. No era su personalidad.
— Entre las hipótesis que explican el distanciamiento entre la familia de Alicia y el escritor, se habla de que, supuestamente, Carroll pidió a Alicia en matrimonio. ¿Que piensas de ello?
No. Es un error que comete uno de sus biógrafos más importantes. No fue así: la madre estaba preocupada, más bien, por la cercanía del escritor con la hermana mayor. Hace unos pocos años se encontró una foto de Carroll a Lorina Liddell, la hermana mayor, desnuda de la cintura para arriba. La imagen ya la muestra como una muchacha desarrollada. Es un desnudo frontal, una foto mas perturbadora que las anteriores. Posiblemente la madre llegó a enterarse de esta clase de fotografías. Me parece que tiene mucho sentido que, a la vista de esta foto, la madre haya querido apartarlo de las hijas.
— En tiempos de corrección política como los que vivimos, se escuchan voces que plantean castigar la circulación de obras de arte atendiendo el comportamiento del creador. Ha sucedido con Carroll, y luego con un pintor como Balthus, un cineasta como Woody Allen o un músico como Michael Jackson. ¿Qué piensas de estos ataques a una obra por el comportamiento de su autor?
¡Y ahora pasa lo mismo con Neruda! Pienso, como todos los escritores, que si uno se pone a valorar las obras revisando la vida personal de cada autor, nos quedamos sin bibliotecas. ¡Imagínate! Lawrence Durrell tuvo una relación incestuosa con su hija, algo que la llevó al suicidio. Casanova contó en su biografía que violó a una mujer, lo mismo que Neruda. Borges tuvo frases horribles sobre los negros y el arte indígena, por no hablar de Celine y su antisemitismo galopante. En fin: si vamos a poner la lupa en cada expresión o comportamiento, nos quedaríamos sin arte. Hay un tema más importante: la literatura es, esencialmente, maldad. Es aquello que no se quiere ver, la exploración de lo más oscuro de nuestra naturaleza humana. Si Caperucita Roja sale de la casa de la abuelita y todos son maravillosos con ella en el bosque, no tendremos historia. La literatura requiere de la maldad, de la perversidad, de todo lo que queda semioculto bajo las buenas maneras de la sociedad. Lo que le interesa a un escritor, sobre todo, es lo que hay debajo de la impostura de la civilización.
— Para terminar: ¿por qué crees que Alice Liddell no asistió al funeral de Lewis Carroll?, ¿por qué una relación tan estrecha tuvo un final tan ingrato?
Luego de que la madre de Alice le impidió a Carroll visitar a las niñas, creo que solo volvió a ver a Alice Liddell cuando ella cumplió 18 años. Entonces la llevó a su estudio para tomarle esa fotografía tan famosa, donde luce ya adulta, algo triste y apagada. Entiendo que después Alice se casó con una persona de la alta sociedad y, posiblemente, ya corrían en la época algunos rumores. Ella no habría querido reavivar aquella historia. ¡Pero quién puede saber la razón exacta!
Martínez en la FIL Lima 2019
Tres actividades destacan en la agenda del escritor en la Feria Internacional del Libro de Lima. El 26 de julio, a las 7 p.m., junto con la española Rosa Montero, participará de la conferencia "Anatomía del relato policial". Una hora después, dialogará con sus colegas Gioconda Belli y Santiago Roncagliolo sobre sus novelas favoritas. Al día siguiente presentará su libro "Los crímenes de Alicia", a las 6 p.m., en el auditorio Ciro Alegría.