Sus primeros instrumentos escénicos fueron los títeres. Llevar alegría a los colegios era una tarea apasionante para el joven Adolfo Chuima, quien por entonces ni siquiera pensaba en la posibilidad de agregarle una “n” al final de su apellido. La letra se coló durante las grabaciones de una de las tantas radionovelas que interpretó en la década del setenta. En los sets radiales sus compañeros lo llamaban Schumann, como el músico alemán del siglo XIX. Así, a fuerza de tanta repetición, fue rebautizado como Adolfo Chuiman.
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Mencionar su nombre es recordar entrañables personajes de la pantalla chica como al embaucador Papá, el enamorado Manolo, el guachimán Pacheco y, más recientemente, al mayordomo Peter o al patriarca Benigno Bravo en la actual teleserie “De vuelta al barrio”. Sin embargo, la faceta teatral que desarrolló durante 15 años es casi desconocida por sus seguidores. Pocos saben que al inicio de su trayectoria los papeles que interpretó fueron más dramáticos que cómicos. Incluso cuando ya formaba parte de “Risas y Salsa”, uno de los últimos programas de la época dorada de la televisión peruana. En esta entrevista escarbamos en los recuerdos del popular Chuiman desde su nacimiento como actor y los roles que interpretó, hasta los difíciles momentos que le tocó vivir en medio de la pandemia.
¿Cuándo empieza, formalmente, su carrera actoral?
Estudié teatro en el Instituto Nacional Superior de Arte Dramático, ubicado en Lampa 833, todavía me acuerdo. Allí también se desarrollaba el Teatro de San Marcos, de donde soy egresado. Luego de llevar un curso de impostación de la voz me hice un experto. Fue allí donde empezó mi carrera. Me llamaron para hacer radionovelas en Radioprogramas del Perú y en radio La Crónica. Antes ya había actuado con el elenco de San Marcos, en Teatro para el Pueblo, llamado así porque estaba dirigido a quienes no podían acceder al teatro, por eso íbamos a los barrios a hacer las funciones.
Su apellido no lleva “n”, ¿cómo es que termina adicionándole esa letra?
Chuiman es un nombre artístico. En una de las radionovelas que estábamos grabando, “Reina sin corona”, en la que me parece debutaba la cantante Teresita Velásquez, los compañeros actores y de producción no me decían Chuima sino Schumann, como el músico. Cuando nos presentaban en la radio no pronunciaban bien mi apellido y siempre decían que le sume una “n”. Tanto insistían que me convencieron. Y ahí se quedó, como jugando.
Usted nació y creció en Breña, ¿qué recuerda de ese barrio?
Yo vivía por la cuadra 9 de la Av. Arica, allí conocí a mi esposa de toda la vida. Son tantos recuerdos. Era bien palomilla, jugaba al fútbol muy bien. Creo que de no haber sido actor hubiera sido futbolista. Jugaba de delantero, puntero derecho como Garrincha, a quien admiraba. O también hubiese podido ser cantante porque lo hacía más o menos.
Tuvo una faceta como cantante, salsero específicamente….
Sí, mi canción más conocida fue “Yo no me llamo Javier”. En ese tiempo yo tenía el programa “¿Quién soy yo? Papá”, que primero fue un sketch y que pegó una barbaridad. Allí es que ese tema en rock se convierte en salsa. Llegué a grabar un CD completo. Fui parte de la orquesta Somos Música del Callao. Me comercialicé con algunos temas, pero la verdad es que ya no podía seguir. Estaba agotado.
A pesar de haber vivido en Breña es hincha de Sport Boys. ¿A qué se debe este amor por la camiseta rosada?
Es que yo nací en Breña por casualidad. Mi familia es del Callao. En realidad, no hubo tiempo de llevarme a la maternidad y nací en mi casa.
Usted ha dicho en diferentes ocasiones que nació artista. Pero ¿cuándo es que se da cuenta de que lo suyo era el arte?
Precisamente, yo no fui quien se dio cuenta. Se dieron cuenta todos antes que yo. Mi familia, mis amigos. Yo era el centro de todas las reuniones. Bailaba, cantaba, contaba chistes, imitaba cantantes, era muy alegre. Todos me decían que debía ser actor. De alguna forma me lo imponían. Un día me fui a una academia de teatro y me gustó. La primera obra que hice fue una de Alejandro Casona llamada “Farsa y justicia del Corregidor”, donde salí como mejor actor.
Sé que estudió sociología, ¿por qué eligió esa carrera?
Fue más que todo por mi madre. Ella quería que yo fuera universitario y tenga una profesión. Yo la adoraba. Así que postulé e ingresé a la universidad. Pero lo que hice ahí fue formar un grupo teatral.
¿Se siente más orgulloso de su carrera en el teatro que de lo logrado en la televisión?
Por supuesto. Yo fui formado por grandes maestros Ernesto Ráez Mendiola, César Ureta Alcántara. Fui parte del grupo Histrión, ahí aprendí mucho. Pero antes ya había hecho muchas obras, tuve una carrera muy fructífera. No había un mes que descansara, todas las semanas actuábamos.
Entonces, si siempre imaginó su carrera sobre las tablas ¿por qué firmó por “Risas y Salsa”?
La idea no me gustaba. No me imaginaba ahí después de haber hecho a Brecht, Pirandello, García Lorca. Hice el Leonardo en “Bodas de sangre”, que es en verso. La obra estuvo seis meses en el Segura. Ya habían intentado llevarme a diferentes programas cómicos, pero siempre me negaba. Un día Pepe Velásquez me pidió que lo espere en la puerta de Panamericana para que lo ayude a hacer un encargo, me chamulló. Bueno, yo lo esperé y me hizo subir hasta el tercer piso. En un descuido suyo me escapé, pero me encontró, me agarró del cuello y me hizo subir de nuevo hasta que firmé.
Pero “Risas y Salsa” no fue el primer programa en el que participó.
Empecé haciendo obras serias en un ciclo que se llamaba Teatro Universal. Una de las que hice fue “Proceso de Jesús”, donde hacía de Judas. También me llamó Pepe Vilar. Con él hice como 150 obras en “Teatro como en el Teatro”. Para actuar el teatro es importantísimo. Yo no concibo que alguien se llame actor si no ha hecho teatro. Por algo los griegos decían que los actores estaban a la altura de los semidioses, porque daban vida a otros personajes. En televisión o cine no se necesita de la impostación de la voz como en el teatro. La expresión corporal y facial es otra.
¿Es cierto que conoció a Analí Cabrera y a Elmer Alfaro, ‘Machucao’, en el teatro?
Ellos fueron mis alumnos. Por entonces, yo pertenecía al elenco estable de Histrión Teatro de Arte y también enseñaba expresión corporal. Allí empezaron ellos.
¿Llegaron a la televisión por su mediación?
Bueno, yo llevé a muchos a la tele, pero no me gusta dar nombres. Siempre he sido perfil bajo.
¿Se arrepiente de haber dejado el teatro?
En parte. La televisión me absorbió y ya no tenía tiempo para más. Trabajaba de lunes a domingo. Pero debo reconocer que la tele me dio continuidad y es más rentable. Pero para mí el teatro es todo, es mi vida.
De los personajes que ha interpretado, ¿cuál cree que es el que más ha calado en el público?
Con Peter logramos el rating más alto de la historia, más de 50 puntos, cuando le disparan. La gente también recuerda el programa “Taxista Ra, Ra” y “Mil oficios”, que duró seis años. Manolo es otro personaje querido, en esa secuencia actuaba con Aurora Aranda y Álex Valle. “En la cara no”, era su frase. Pero la gente me identifica más con Papá y Peter. Son más de 50 años trabajando sin parar.
¿Cuál considera que ha sido el papel más difícil de su carrera?
Quizás, por la intensidad, fue el que hice en “Savonarola”, hice de un monje italiano como Lutero. Esa obra es un monólogo de cuatro páginas. Cuando Ernesto Ráez me lo dio, le dije que no lo haría. Pero me cuadró y acepté. Ese personaje era un loco. Me falta pared para poner todos mis recuerdos. Están en el bar, donde puse los premios que me han dado y las fotos de mis obras teatrales.
En medio siglo de trayectoria debe tener muchas anécdotas, ¿podría contarnos alguna?
Hay una con Pepe Vilar, él era como mi hermano. Igual que Efraín Aguilar. Con Pepe hacíamos una obra en vivo a la semana. Una vez grabando con público, terminó la primera escena de una comedia y nadie se rio. Entonces Pepe se asoma y me dice “Adolfo, joder, esto es un drama. Haz el galán en tartamudo”. Yo decía pero cómo voy a hacer eso. Cuando por fin lo hice la gente comenzó a reírse. Al rato pidió que otro actor que haga su personaje en gago. (risas)
Usted es uno de los pocos actores de su generación que ha sabido mantenerse vigente en el tiempo. ¿A qué lo atribuye, además de su talento?
Hay muchas cosas. No me gusta hablar de mí, pero el actor debe tener una forma pura, clara, de llegar al público. Hay que tener carisma, interpretar de una manera limpia. No es para que te reconozcan, ni para firmar autógrafos. Claro, si me lo piden yo lo hago encantadísimo, pero eso nunca ha sido mi prioridad. No me hice actor para recibir premios si no porque la actuación es para mí lo más grande.
A pesar de su larga carrera teatral, ¿por qué cree que el público lo reconoce más por sus personajes cómicos?
Porque soy muy espontáneo, eso me hace crear, inventar. Dicen que un actor sin imaginación es como un carpintero sin madera.
Además de su regreso a fin de año a las grabaciones de “De vuelta al barrio”, ¿tiene programado algún otro trabajo de actuación?
Se supone que a fin de año debo grabar dos películas. Me han llamado, pero no creo que pueda hacerlas, estoy bastante cansado, la verdad. Uno de los proyectos es una película peruana y la otra es norteamericana. Estaba pactado que firme, pero como están la cosas con la pandemia no sé si pueda grabar. Lo que está pasando con esta enfermedad me parece una cosa extraterrestre. Son siete meses y medio que no salgo de mi casa. Tengo que cuidarme.
Hace poco su hermano se contagió de Covid-19…
Fue hace tres meses. Mi hermano acababa de bañarse, salió a la esquina y cuando volvió se sintió mal. Su esposa lo llevó al hospital aunque él no quería. Nosotros no podíamos acercarnos porque nos podíamos contagiar. Fue horrible. En cuatro días se fue. Eso es lo que más me da miedo. Dicen que vamos a tener que convivir con la enfermedad como si fuera una gripe, pero la diferencia es que la gripe no te mata así, tan rápido. Mira, el 18 de octubre es el día central del Señor de los Milagros, y también es mi cumpleaños. No voy a poder ir a la procesión ni celebrar.
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