Claudia Chiroque

Jean Deza juega muy cómodo (y no hablo de fútbol) porque sabe que desde hace años viene ganando el partido de la impunidad. Sus antecedentes por agresión así lo confirman. Tiene 11 denuncias por golpear mujeres y estimo –pero en realidad temo– que hay más, porque ya sabemos cómo funciona el círculo agresor, en el que muchas víctimas no llegan incluso a hacerlo por diversas razones.

A ver si la metáfora futbolista despierta una preocupación real frente al problema que implica, como todo partido de fútbol, a varios actores.

Empezando por el principal: el Gobierno. Creo que la pregunta válida aquí es si el Estado está siendo un buen árbitro. Porque pareciera que su papel es más de VAR en este partido. ¿Acaso hay que revisar una y otra vez las mismas jugadas para convencernos de lo evidente?

El derecho tiene que ser realmente garantista para las víctimas que con certificados de médicos legistas inician esta agónica lucha en el marco “del debido proceso”. Sí, agónica, porque sus procesos pueden tardar años. Si no, cómo explicar que Deza viva como si nada pasara desde el 2015, año en el que fue denunciado por su exesposa. A nivel general, esto se traduce en el dato de que en nuestro país, de cada 200 mil denuncias, se consigue apenas un 0,5 % de sentencias.

Hace mucho que siento incongruencia como abogada entre los principios procesales que no distinguen entre víctima y agresor, y que no giran en torno de la tan trillada celeridad procesal.

¿Y los clubes de fútbol? Si no se han dado cuenta, les recuerdo que les toca hacer ‘mea culpa’ e involucrarse integralmente porque, mientras todas sus acciones sean reactivas a las denuncias de sus jugadores, seguirán siendo parte del problema y de la doble moral frente a la indignación por este.

Se los pregunto abiertamente, señores dirigentes, ¿hacer goles está por encima de la integridad humana? Debe ser que sí, porque, si no, Andy Polo, Christian Cueva y otros tantos no se anunciarían como contrataciones estelares.

Y, por último, les recuerdo que en este partido no basta con ser espectadores. Y lo digo por todos nosotros, la sociedad en general. Nos toca educar a todo aquel que es capaz de emitir juicios sobre las víctimas y revictimizarlas con comentarios como “ella sabía que era así”, “bastaba abrir Google para saber quién era Deza” y cientos más que evidencian la miseria en las redes sociales.

Eduquemos contra la misoginia y la desigualdad, abrámosle paso a la justicia y no a la normalización de la violencia que cobra vidas, que desmiembra familias y que frustra miles de proyectos de vida.

Jean Deza, ahora mismo con impedimento de salida del país, está no habido y esto no sorprende en un sistema en el que lo mínimo indispensable parece imposible y donde todos escapan y se esconden a la velocidad de la luz. De lo que no puede huir Deza, sin embargo, es de esta sombra mental que hace años lo convierte en su propio verdugo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Claudia Chiroque es periodista y abogada

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