
Han pasado ocho años desde que siete huaicos devastaron Trujillo en el 2017. Las imágenes de calles inundadas y familias perdiéndolo todo quedaron grabadas en la memoria de sus habitantes, pero no en la de sus autoridades. Hace algunos días, otro huaico golpeó la ciudad y demuestra que nada ha cambiado.
A pesar de los compromisos de reconstrucción y prevención, las obras avanzan con lentitud, atrapadas en gestiones ineficientes y trabas burocráticas. Mientras tanto, miles de trujillanos siguen expuestos al mismo peligro, esperando soluciones que nunca llegan.
La falta de planificación y gestión del riesgo de desastres convierte cada temporada de lluvias en una amenaza latente. La ciudad sigue dependiendo de respuestas improvisadas en lugar de contar con infraestructura resistente y medidas preventivas que eviten nuevas tragedias. El problema no es solo la fuerza de la naturaleza, sino la negligencia de los gobiernos que han pasado sin tomar medidas estructurales.
¿Hasta cuándo Trujillo seguirá pagando el costo de la inacción política? La prevención de desastres no puede seguir postergándose ni depender de la voluntad del gobierno de turno. Es urgente una estrategia que incluya inversión en infraestructura, planes de evacuación y una gestión del riesgo eficiente. No es la lluvia lo que destruye la ciudad, sino la indiferencia de quienes gobiernan. Es hora de exigir responsabilidad y acciones concretas. Ocho años han pasado, ¿cuántos más tendrán que pasar para que el gobierno actúe con seriedad?