“Quería hacer un enroque con Betssy [Chávez], pero no sé qué pasó”, me dice un amigo condicional del gobierno. “Bueno, la censuraron [como ministra de Trabajo]”, le digo, para fastidiarlo con la obviedad. “Pero querían ponerla en otra cartera, eso está permitido; y se han echado para atrás”, me replica. Concluimos que Pedro Castillo es tan improvisado que quizá se le pasó renunciarla a tiempo y la censura fue tan contundente -71 votos a favor versus 28 en contra y 12 abstenciones- que ya no quiso provocar a la oposición. Que es su inestimable escudera y operadora, quedó de manifiesto en una visita al departamento de esta, ampayado en Willax. Ahora operará desde el Congreso.
El gobierno de Pedro Castillo está hecho de intenciones abortadas, marchas y contramarchas erráticas o improvisadas. En muy pocos casos, hay ajustes y correctivos deliberados. Y cuando los hay, duran poco. En este momento está corriendo una apuesta que ha generado expectativa en los aliados progresistas y técnicos de Castillo: reducir la cuota y la bancada a Vladimir Cerrón. Tras más de un ataque y capitulación ante Vladimir, como el que se dio en febrero tras la caída de Héctor Valer y la cesión del Ministerio de Salud a Perú Libre, Pedro ha aprendido otra obviedad: si le reduce la cuota a Perú Libre, tiene que reemplazar la fuga de sus votos vengativos, con otros.
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Los ‘profes’ a mi
Aunque se demoraron muchos meses porque eran muy diversos entre sí, por fin la bancada magisterial se separó de Perú Libre. Habían entrado 12 maestros castillistas, uno de ellos falleció y su accesitario fue de PL, con lo que quedaron 11. Pues 10 renunciaron a PL y el undécimo, el ex ministro Óscar Zea lo acaba de hacer, para sumarse al Bloque Magisterial de Concertación Nacional.
El día de la censura de Betssy Chávez, declarando su indignación por el apoyo cerronista a esa decapitación de la ministra, renunció Jorge Marticorena a PL. No se ha sumado ni al bloque de maestros ni a la bancada de Betssy y Guillermo Bermejo, Perú Democrático (la primera escisión de PL), porque –he aquí la sorpresa-, integraría pronto su propia bancada con 4 próximos desertores de PL (ayer renunció un par, Elías Varas y Jorge Coayla). Es lo que se rumorea con insistencia sobre esa nueva confluencia oficialista.
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Esta renovada correlación a favor del castillismo dentro de la izquierda congresal; daría mayor operatividad a Castillo en el Parlamento y seduciría a algunas bancadas como Somos y Cambio Democrático (ex JPP) hasta hacer posible –loco sueño castillista- resistir eventuales alianzas cerronistas con la oposición. En todo caso, la seguridad de contar con votos ajenos al cerronismo en el Congreso, es lo que permitió quitarle la cuota en el Ministerio de Energía y Minas. La ministra Alessandra Herrera, incluso, ya ha retirado a cuadros cerronistas.
Los ‘profes’ no se resienten de cualquier golpe contra Cerrón, pero también quieren su cuota, que perdieron con la salida de Zea de Agricultura. Casi se han resignado a que Castillo mantenga a Rosendo Serna, en Educación, pese a que no lo quieran; pero esperan que uno de ellos sea nombrado ministro. Veremos si Castillo, en otra contramarcha, ‘cuotea’ otro ministerio con criterios antitécnicos. Según mis fuentes, los profes, tienen los ojos puestos en el Midis, por si cae Dina Boluarte, y en Mujer, donde ya estuvo brevemente su vocera alterna, Katy Ugarte. Si de cuotas ministeriales hablamos, Perú Democrático se quedó sin la suya tras la censura a Chávez. Otra presión de la nueva confluencia hacia Castillo.
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Idas y venidas
Si en un ministerio ha habido nítidas marchas y contramarchas, es en el Ministerio del Interior (Mininter). La salida del ex ministro Avelino Guillén el 28 de enero del Mininter fue el inicio de la ruptura de Castillo con la izquierda progresista, para la algarabía de Cerrón que los llama ‘caviares’ con el mismo tono despectivo que la derecha más opuesta a él. Pues, ahora, Castillo ha sacado al cuestionado Alfonso Chávarry, y ha puesto a Dimitri Senmache, que fue el jefe de gabinete de asesores de Guillén.Senmache ya ha hecho algunos cambios y designaciones de cuadros que estuvieron en la gestión de Guillén. Se trata de ajustes que ex ministros civiles de esa cartera han calificado para bien; pero, teniendo en cuenta la improvisación de Castillo y sus compromisos turbios: ¿realmente quiere devolver serenidad y estabilidad técnica al ministerio encargado de velar por la seguridad? ¿Se sostendrá esa marcha?
Por supuesto, no se puede decir lo mismo de otros ministerios. Hablemos de dos, cuyos cambios fueron acelerados, no por vocación de ajuste, sino porque pendían mociones de censura sobre los ministros: en el MTC, a pesar de todas las evidencias de haber sido copado por una mafia, ha colocado a Juan Barranzuela, sin relación previa con el sector y cuyo último cargo público fue el de gerente del gobierno regional de Tumbes. Quedó descartada una voluntad de entregar el ministerio a una tecnocracia autónoma que haga una limpieza indispensable.
En Agricultura, ocurre lo mismo: ha entregado ese sector crucial, a pesar de la crisis de fertilizantes y alimentaria que se avecina, al actual parlamentario andino de Perú Libre, Javier Fernando Arce, sin ningún recorrido ni conocimiento del sector que justifique su fichaje. Entre las razones de su designación, está, según una fuente, la simpatía de Arce por la causa evangélica próxima a la de la primera dama Lilia Paredes, quien, a diferencia de meses atrás, figura cada vez con más insistencia, en boca de mis fuentes, como instigadora y copartícipe de algunas decisiones presidenciales.
Mira: La excesiva rotación de ministros en carteras estratégicas.
No solo el secretario general Jorge Alva Coronado, trabajó con ella antes de convertirse en la máxima autoridad del despacho presidencial luego de Castillo; sino que a Lilia la suelen ver rondando el espacio del poder. Según una fuente palaciega, en el entorno de quienes frecuentan la oficina, persiste el experto en temas de inteligencia, Henry Shimabukuro, el secretario Alva y su subsecretario Beder Camacho y personal de prensa. Quien fue asesor estrella, Biberto Castillo y el nuevo jefe del gabinete de asesores, Alberto Mendieta, me los describen como voces que el presidente escucha y a las que no necesariamente hace caso.
Los mejores y mayores operadores son algunos ministros, a falta de un entorno diseñado para ese fin. El primer ministro Aníbal Torres se ha vuelto un desastre en comunicación, pero es puente obligado hacia muchas autoridades y su viceministerio de Gobernanza, atiende los conflictos urgentes. Una anécdota que me cuenta una fuente de la PCM: Anahí Durand, la ex ministra de la Mujer que renunció a la presidencia del partido Nuevo Perú por permanecer de asesora en la PCM, se convirtió en una presencia invasiva y molesta para Torres, quien ya habría tomado la decisión de prescindir de ella.
Mira: Keiko Fujimori declaró contra Castillo desde Loreto.
Roberto Sánchez, el ministro de Comercio y Turismo es uno de los que más bregan por dar señales de apertura y tranquilidad al sector empresarial. Lo sé por fuentes de ese sector. No es el caso de Alejandro Salas o Modesto Montoya, siempre dispuestos a defender al presidente en entrevistas televisivas, pero poco eficaces para generar entendimientos. Se ha instalado la idea, muy cómoda para el presidente, de que los ministros son los primeros voceros del gobierno, incluso más allá de sus carteras específicas, aunque la mayoría de ellos no está dispuesta a responder preguntas sobre corrupción en predios vecinos.
Hay pasmo y pánico, desde el oficialismo, ante la transcripción del audio que delataría que Zamir Villaverde le entregó ‘100 grandes’ al ex ministro Juan Silva. Revelaciones conexas, de acuerdo a trascendidos de las pesquisas fiscales, colocan al ahora oficialmente investigado Castillo a la cabeza de la mafia del MTC. Tan tremendos destapes desplazan cualquier preocupación de Castillo sobre la gobernabilidad, cualquier voluntad de ajuste o reforma. Ni siquiera tiene aliento y operadores para agitar la bandera de la asamblea constituyente, a pesar de la última encuesta del IEP que muestra a un 47% a favor versus un 49% en contra. Tamañas tribulaciones lo vuelven aún más errático e improvisado.