Nora Sugobono

Al whisky hay que respetarlo, celebrarlo, conocerlo. Pero, sobre todo, hay que probarlo. No siempre es fácil, claro. Encontrar la fórmula personal y la etiqueta perfecta —que se adapte a gusto y presupuesto de cada quien— es una tarea que requiere de varias barras y de varios vasos servidos. Al empresario gastronómico Iván Echegaray se le ocurrió tener un espacio creado para rendirle culto al destilado más famoso del mundo, y con Rob Roy (nombre de un cóctel que data de finales del siglo XIX) bien podría haberlo conseguido.

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Su estrategia parte de una verdad incuestionable: a más opciones, mejores resultados. De ahí que en su vitrina tenga casi un centenar de etiquetas de varias regiones (Escocia, Irlanda, Japón y hasta el Perú) y estilos, donde el bourbon estadounidense también juega un rol fundamental. De estas, al menos unas 38 botellas solo las tiene él. Así de meticuloso ha sido con su público.

Rob roy, el cóctel que bautiza el local: Johnnie Walker gold label, mancino rosso, cynar y angostura bitter.
Rob roy, el cóctel que bautiza el local: Johnnie Walker gold label, mancino rosso, cynar y angostura bitter.

Rob Roy parte con una carta corta, pero potente, desarrollada por el bartener John Rojas. Hay 12 cócteles de autor y 10 clásicos, todos elaborados a base de distintos whiskies o bourbons. Entre los clásicos nos encontramos con tradicionales Penicilin (un cóctel con jarabe de kion), Whiskey Sour (que llega con un toque de mezcal) o un Rusty Nail, cóctel con Drambuie infusionado, manzanilla y clavos de olor.

Todas estas recetas han sido reversionadas, claro, con un toque propio de la casa. Desde el lado de la coctelería de autor hay bastante más licencia para el juego. Probamos, por ejemplo, un Boulevardier RR, con Jack Daniel’s y cordial de Café Lucano. O qué tal un That’s Life —maravillosa canción de Frank Sinatra— que se sirve con Singleton 12 años, Amaro Lucano, toronja rosada y ginger ale.

Estar aquí se siente diferente, como ser parte de un club secreto. El local tiene su encanto propio, con 16 arañas de cristal colgando del techo, una iluminación que complementa la experiencia (en algunas zonas más oscura, en otras de vibrante neón) y un espacio privado para quienes quieran su fiesta propia. Rob Roy tiene capacidad para 60 personas y la posibilidad de reservar el espacio para eventos particulares. La carta de snacks —armada por el chef Ángelo Aguado, de Contraste— se basa en el uso de la robata, parrilla japonesa. Es una cocina de tapas y bites, con sabores del mundo que acompañan la selección de destilados que han aterrizado en Barranco para encontrar un sitio propio. //

Además…
Noche de copas

Speakeasy 

No es necesariamente parte del concepto original, pero de momento Rob Roy funciona como una suerte de bar oculto. No encontrarán carteles en la puerta ni nada que llame la atención (eso podría cambiar en unas semanas) así que la mejor manera para llegar es asegurarse de tocar la puerta en el número correcto: el 170 de Grau. 

Barras con estilo

El empresario gastronómico Iván Echegaray (abajo, en la foto) está al frente de Rob Roy y posee amplia experiencia en el rubro de bares y eventos. Echegaray también regenta los espacios La Gintoneria y Viva Lima, ambos bares ubicados en Barranco.   

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