La idea no puede ser más clara: el peruano tiene miedo de ir al urólogo porque piensa que le van a meter el dedo -como parte de la prueba del tacto rectal- y que eso va a afectar su sexualidad. "Es un tema cultural", le dice a "El Comercio" Luciano Nuñez, médico urólogo-oncólogo de la clínica Aliada. "Lamentablemente, si el hombre no acude a este especialista para someterse a los exámenes necesarios, pone su vida en riesgo", recalca. Y es que esto es esencial para poder detectar a tiempo el mortal cáncer de próstata.
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Este tipo de cáncer es cosa seria. En el 2018 fue el de mayor incidencia en el país -según el informe Globocan-, con 7.598 nuevos casos. Pero hay más: casi la mitad de los diagnosticados fallecieron.
El riesgo principal yace en que el cáncer de próstata no da síntomas hasta llegar a etapas avanzadas; es decir, cuando se ha expandido a otras partes del organismo (metástasis). A eso hay que sumarle lo ya mencionado antes, el peruano no suele acudir al urólogo como medida preventiva y de diagnóstico temprano.
En los hospitales nacionales más del 50% de los pacientes diagnosticados ya ha hecho metástasis, sostiene Nuñez.
"Lamentablemente hay factores que no se pueden controlar, como la forma de pensar de los hombres. Una vez una persona me dijo que no quería someterse a la prueba del tacto rectal porque tenía miedo de que le terminará gustando", cuenta el experto, quien agrega que esta prueba -en la cual básicamente el especialista ingresa un dedo lubricado por el recto del paciente- es clave para detectar anomalías.
-Cultura preventiva-
El cáncer de próstata, en la mayoría de casos, avanza muy lento. Su crecimiento, metástasis y la muerte del paciente pueden tomar varios años. No obstante, un pequeño grupo sí se expande rápidamente, en cuestión de meses. El objetivo de los urólogos-oncólogos es diferenciar los casos agresivos de los que no lo son, para así someter al paciente a un tratamiento personalizado y a tiempo.
Hay dos exámenes por excelencia para descartar sospechas de cáncer de próstata: el de sangre (antígeno prostático) y el físico (tacto rectal). Dependiendo de los resultados, el especialista indicará al paciente si es necesario que se chequee cada 3 o 4 años, o cada 1 o 2.
Se recomienda a los hombres ir a hacerse un chequeo a partir de los 40 años si tienen factores de riesgo -como antecedentes familiares de cáncer- y a los 45 años si no es así.
Si se detecta tempranamente esta enfermedad puede curarse, mediante un procedimiento quirúrgico o radioterapia.
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