/ ObituarioReporta el fallecimiento de un individuo, repasando su vida y sus logros, las controversias en las que hubiera estado envuelto y el recuerdo de las personas que lo conocieron.
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El papa emérito Benedicto XVI falleció: aquí la historia olvidada de su visita al Perú antes de ser Papa | FOTOS
El 31 de diciembre de 2022, ha muerto el “Papa emérito” Benedicto XVI, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Su pontificado transcurrió del 2005 al 2013, cuando anunció su retiro del cargo. Pero una historia anterior lo ligó al Perú: su visita por cinco días en julio de 1986.
El cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa tras la muerte de Juan Pablo II. La “fumata bianca” se vio el 19 de abril de 2005, y desde entonces y durante ocho años fue la cabeza visible de la Iglesia Católica como Benedicto XVI (luego se supo que el segundo en opciones ese día fue el cardenal argentino Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco). Pero el cardenal Ratzinger tuvo una larga vida relacionada con la iglesia. La vez que llegó al Perú lo hizo como el hombre de confianza de Juan Pablo II. El cardenal alemán presidía la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, un cargo que asumió con decisión y firmeza, basado en su sólida formación teológica y humanística. Ratzinger era en julio de 1986 todo un embajador del Vaticano, y en la práctica, el segundo funcionario más importante después del “Papa Caminante”.
Gobernaba en el Perú, el aprista Alan García, solo con un año en el poder. Pero el cardenal Ratzinger tenía una misión: dejar en claro a los peruanos el compromiso social de la Iglesia. Para las personas que lo esperaban en el aeropuerto internacional Jorge Chávez, la mayoría funcionarios del Estado, de la Iglesia y un puñado de fieles que sabían de su importancia, se trató de una escena emocionante; era un enviado directo del querido papa Juan Pablo II y eso era para festejarlo.
La noche del viernes 18 de julio de 1986, las cámaras y flashes fueron para el cardenal alemán, quien alzó la mano y saludó a todos sin distinción alguna. Llegaba con una agenda que agotaría a cualquiera, menos a él. Una tremenda fe lo movía a hacer lo que debía hacer. En Lima, se reunió con los obispos locales, con los cuales Ratzinger debatió entorno a la Teología de la Liberación y, además, conversó de las necesidades de la iglesia peruana.
RATZINGER EN LIMA: UNAS JORNADAS LLENAS DE EMOCIONES Y DISTINCIONES
Su anfitrión no fue el Gobierno peruano, sino la Conferencia Episcopal Peruana. Al día siguiente, el sábado 19 de julio, Ratzinger estuvo en Palacio de Gobierno, junto al presidente Alan García. Paseó por las instalaciones durante una hora, abrumado por la retórica del primer mandatario. Al salir dijo que estaba confiado en que el Perú era gobernado en consonancia con los valores cristianos.
De allí, el cardenal visitante llegó a la Catedral de Lima. Y entonces García no quiso separarse tan fácilmente de él y lo acompañó a la sede vecina. Lo recibió el cardenal Juan Landázuri Ricketts, quien quedó sorprendido de la llegada de Ratzinger al lado de García. No era lo usual. Pero Ratzinger estaba fascinado, no por García a su lado sino por lo que veían sus ojos: el Museo de Arte Religioso dentro de la catedral. Antes de retirarse, oró brevemente ante el altar mayor.
El domingo 20 de julio, ambientado bien en Lima, el cardenal hizo un meticuloso recorrido por algunos distritos en el sur de la capital; puso especial atención en Villa María del Triunfo y Villa El Salvador. Luego, fue llevado a conocer el santuario de Santa Rosa, en la avenida Tacna, en el centro de Lima.
Allí, en el santuario, depositó como cualquier persona su deseo en un papel que vio caer en el pozo. Nadie supo cuál fue ese deseo, pero seguramente fue algo que dedicó al Perú. En la casa de Santa Rosa, el cardenal dijo en su homilía una frase que quedó grabada en el recuerdo de todos: “La Iglesia en América Latina es como Santa Rosa de Lima, pobre en recursos, pero llena de fervor y de amor”.
Llegó a ver cómo funcionaba el país en el inicio de la semana patriótica, pues solo ocho días después se celebraría el 165 aniversario del Perú. El lunes 21 de julio, el cardenal visitante recibió nada menos que el título de doctor honoris causa por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
La justificación de tal honor académico señalaba que se le concedía en razón de su “serio compromiso con la verdad y en reconocimiento a su valiosa contribución al pensamiento filosófico y la teología católica”. La distinción (diploma y medalla) le fue dada por el cardenal Juan Landázuri, quien era entonces “gran canciller” de la PUCP.
RATZINGER VISITA EL CUSCO: CONOCIÓ EL CORAZÓN DEL PERÚ
El martes 22 de julio de 1986, el Cusco lo vio bajar lentamente por las escalinatas de un avión de AeroPerú, y llegar con una fresca sonrisa en el rostro. Lo había invitado el monseñor Alcides Mendoza Castro, a quien conocía. Ratzinger no cabía de emoción al ver la deslumbrante belleza de las iglesias de San Blas, La Merced y, sin duda, la Catedral de la Ciudad Imperial.
La autoridad eclesiástica celebró una misa en la Diócesis del Cusco, la más antigua sede episcopal del Perú, que en ese momento cumplía 450 años de fundación. En el ‘Ombligo del mundo’, el enviado del papa Juan Pablo II no tuvo descanso.
Y es que debió asumir compromisos oficiales, visitó maravillado los restos arqueológicos cusqueños y, especialmente, presidió la ceremonia de confirmación de un centenar de campesinos en el valle del Urubamba. Ratzinger presidía, además, la comisión para la preparación del catecismo para la Iglesia Católica. Hasta se dio tiempo para rezar el Ángelus en Aguas Calientes, el conocido pueblo de Machu Picchu, y lo hizo en medio de la más sincera emoción de los cusqueños.
El cardenal había llegado al Perú con una misiva autógrafa de Juan Pablo II dirigida a los obispos del Perú; en ella el Sumo Pontífice impartió su bendición apostólica y la hizo extensiva al pueblo peruano. En tanto, su enviado especial dejaba sus enseñanzas doctrinales e impartía y explicaba detalladamente el sentido social de la iglesia.
El Comercio lo entrevistó en exclusiva, y en esa conversación dejó esta frase: “Toda educación a la libertad tiene que ser un resumen de las relaciones con los demás, para aprender a tratarlos y convivir en armonía”, dijo entonces el cardenal Joseph Ratzinger (EC, 26/07/1986). Como en sus conferencias y homilías, Ratzinger repitió su deseo de que vivamos en “libertad cristiana” y pidió recordar las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia Católica.
En esos días, el cardenal alemán había llegado de un modo, es decir, formal, algo serio aunque amable, pero se fue con una eterna sonrisa y el rostro más rojo que nunca. Y así brotó en él lo que era realmente: una persona sencilla, para quien los protocolos eran más una obligación que algo que deseara íntimamente. El cardenal Joseph Ratzinger con seguridad reencontró entre nosotros su plena humanidad.
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