El mismo día que trasladaron a Luis Mannarelli Rachitoff a la carceleta del Palacio de Justicia –vinculado con el caso ‘Caligula’ desde 1992– y que Lima vivió otro episodio de terror al estallar un ‘coche-bomba’, en la sede del Ministerio de Educación, en San Borja, la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) intervino sorpresivamente el Centro Latinoamericano de Asesoría Empresarial (CLAE). Era la madrugada del jueves 29 de abril de 1993. Nadie se lo esperaba, o quizás sí alguien: Carlos Manrique Carreño.
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El acto de fuerza ordenado por la SBS generó una crisis nerviosa, de temor y ansiedad entre los miles de clientes del Centro Latinoamericano de Asesoramiento Empresarial (CLAE), empresa que tenía mucho que explicar a la entidad supervisora, tras varias muestras de manejo informal de sus fondos. La figura central de la institución era el empresario cusqueño Carlos Manrique (1936), quien con un capital de 100 mil soles había constituido, en febrero de 1978, el famoso CLAE. A sus 57 años, en abril de 1993, él era el presidente del directorio de la sospechosa entidad financiera.
CLAE: ¿QUÉ FUE Y EN QUÉ SE CONVIRTIÓ ESTA ENTIDAD FINANCIERA?
Como su nombre lo indicaba, debía ser una empresa de asesoría o consultoría empresarial, enfocada en brindar una guía para una buena administración de los negocios, y así lo hizo en sus primeros años de funcionamiento. Pero el dinero no llovía como quería Manrique. Entonces, solo unos años después –a mediados de la década de 1980– CLAE se convirtió en una empresa financiera intermediaria de la banca paralela o informal. En pocas palabras, se dedicó a captar el dinero de usuarios, de personas naturales a cambio de retribuirle altas tasas de interés mensual.
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El negocio de Manrique prosperó por la hiperinflación del primer gobierno de Alan García (1985-1990) y las tasas de interés escuálidas que la banca formal pagaba a sus ahorristas. Las noticias corrieron de boca en boca, y CLAE se hizo secretamente popular entre miles de ahorristas, que sacaban incluso dinero de los bancos y lo dejaban en la empresa de Manrique, confiados en que ganarían –como ganaron, sin duda, al comienzo– hasta duplicar sus inversiones en un año.
Según especialistas en el tema, la “edad de oro” de CLAE fue desde fines de los años 80 hasta el mismo año 1992, poco antes de la intervención. CLAE era una bomba de tiempo. Si no lo intervenían, lo más probable era que esa burbuja reventara, y ni siquiera lo poco que se salvó del dinero de los claeístas hubiera sido posible.
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CLAE no solo funcionaba en Lima, por supuesto, también tenía oficinas en provincias. En la capital tenía 17 locales (oficinas); y en el interior tres más: en Chiclayo, Trujillo y Tacna. Recababa fondos (dinero) ofreciendo excesivos intereses, más allá de cualquier posibilidad de la banca formal. La gente confiaba en lo que veía. Y lo que veían eran buenos intereses en un corto periodo. Familias completas colocaron su dinero de indemnizaciones, jubilaciones o simplemente sus ahorros de toda la vida en las manos de CLAE.
La acción interventora de la SBS venía siendo cantada por algunos especialistas, ya que las medidas para que CLAE se formalice no avanzaban, debido a la falta de información fidedigna de la entidad sobre su manejo financiero. La informalidad reinaba en CLAE. Avisados o informados a tiempo, algunos ahorristas lograron retirar sus fondos ante de la intervención. Pero, la mayoría confiaba en la empresa. Según información que se manejaba entonces, CLAE tenía entre 150 a 200 mil clientes, y movía alrededor de US$ 200 millones. (EC, 30/04/1993)
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CLAE: LA INTERVENCIÓN LLEGÓ CON EL CANTO DEL GALLO
Desde la madrugada del 29 de abril de 1993, los agentes de la SBS, junto con efectivos policiales, cubrieron la fachada del local principal de CLAE, en la avenida Arequipa, en Lince. A las 8 de la mañana, tocaron la puerta, pero nadie contestó. Ningún funcionario dio la cara sino hasta las 11 de la mañana. Los representantes de CLAE intercambiaron algunas palabras con los auditores, y luego todos ingresaron a las oficinas.
Hasta ese momento no se sabía con exactitud los motivos de la intervención del ente supervisor. Al menos no lo sabían los claeístas. Los que sí sabían eran algunos funcionarios del propio CLAE, especialmente Carlos Manrique Carreño. CLAE no había sido transparente con el Estado peruano ni con el sistema financiero formal, y eso tenía un precio con la ley.
Luis Cortavarría Checkley, el superintendente durante ese 1993, leyó un comunicado de prensa bien entrada la tarde del 29 de abril de 1993; dijo allí que se había intervenido CLAE por una medida preventiva. Había la necesidad de conocer directamente cuál era la situación económica y financiera de la empresa. Le achacaba a CLAE el no haber sido “suficientemente claro y transparente”. (EC, 30/04/1993)
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La intervención era por tiempo indefinido, y no solo abarcaba la sede central (avenida Arequipa) sino también las sucursales a nivel nacional de CLAE. La SBS informó que cautelaría “los intereses del público”. (EC, 30/04/1993). Algo que, sin duda, no pudo cumplir, pese a todos sus esfuerzos. Y es que CLAE se movió durante años con total libertad y manejó cientos de millones de dólares sin supervisión. Dinero que, al parecer, no contaba con ningún respaldo financiero (encaje).
En pocas palabras, la SBS sospechaba de un delito: el de estafa contra los ahorristas de CLAE. De ese peligro hablaría Cortavarría en la Comisión de Economía del Congreso Constituyente Democrático (CCD), a la que asistiría en la semana siguiente.
La situación ese día 29 de abril fue muy tensa. Carlos Manrique, quien no solo era presidente del directorio de CLAE sino también del Banco de Comercio, dio también una conferencia de prensa ese mismo día. “La sorpresiva intervención de la SBS puede obedecer a presiones de grupos que no aceptan que el pueblo avance en el terreno bancario”, explicó.
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Manrique planteó desde un inicio una confrontación: banca formal versus CLAE. “Si CLAE ha cometido un pecado ha sido pagar en épocas de inflación tasas más altas que ella”, aseguró entonces. Curiosamente, el presidente de CLAE se mostró como un defensor del libre mercado. “La ley no prohíbe recibir préstamos; estamos en un mercado libre”, dijo, reconociendo que su institución recibía diversas cantidades de sus clientes a modo de préstamos.
Era un Manrique dueño de sí mismo, sereno, incluso atrevido. No estaba solo: a su lado, figuraron su abogado, Armando Lengua Balbi, funcionarios de CLAE, del Banco de Comercio y de la Mutual Panamericana. Contó que se había reunido con la gente de la SBS el lunes 19 de abril, y que les entregó los “informes solicitados” entre el lunes 26 y martes 27 de abril. Esto es, dos días antes de la intervención. (EC, 30 /04/1993)
“Luego me despedí de los funcionarios de la SBS como caballeros. En ese momento no había indicio alguno de intervención”, indicó entonces, entre indignado e incrédulo. En un gesto más político que financiero, Manrique especuló que la maniobra quería más bien dañar al gobierno, desestabilizarlo, señaló. (EC, 30 /04/1993)
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Pero su búsqueda de complicidad con el gobierno de Fujimori cambió luego de ver que la decisión de cerrar su empresa era evidente. Y lo supo ese mismo día, cuando, alrededor de las 7 de la noche, “llegó hasta el local del Banco de Comercio un contingente de policías armados, a los que se sumaron luego medio centenar de detectives de Seguridad del Estado”. (EC, 30/04/1993)
Los medios de prensa tuvieron, además, esa misma noche, la información de que había una orden de detención contra Carlos Manrique. Con las horas se confirmó que la fiscal provisional de la Nación, Blanca Nélida Colán, había dispuesto la designación de una fiscal provisional penal para encargarse de la investigación a CLAE, “por presunto delito financiero”. (EC, 30 /04/1993).
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El cerco contra la informalidad financiera de CLAE parecía perfecto. Desde la Comisión de Economía, el congresista oficialista Reynaldo Roberts Billing (NM-C.90) anunció que la intervención de la SBS era un “hecho rutinario” y que estaba contemplado en la nueva Ley Orgánica de la SBS, dictada en diciembre de 1992.
Roberts dio detalles importantes esa misma tarde de la intervención: dijo a los medios que la acción de la SBS estaba “orientada a conocer en detalle los destinos finales de los ahorros que miles de personas naturales depositan en CLAE, a cambio de una tasa de interés superior a la que formalmente rige en el sistema financiero”. (EC, 30/04/1993)
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El congresista oficialista contradijo a Manrique, quien había dicho que CLAE había entregado los informes requeridos por la SBS unos días antes; la verdad era que nunca había entregado nada, desde que fue solicitado de hacerlo en enero de ese mismo año. Ante el silencio de la institución, la SBS tomó la decisión de intervenir.
La frase del congresista Roberts aclaraba el panorama: “Se quiere conocer la cartera de CLAE y el destino final del movimiento de sus recursos. Se trata de regularizar a una entidad financiera informal”. (EC, 30/04/1993)
CLAE no era, ni por asomo, una financiera sólida e incluso filantrópica, como pensaban algunos. Era una aventura financiera. Sus clientes estaban invirtiendo sus ahorros en una ruleta rusa. No tenía encaje, es decir, CLAE no poseía un fondo que garantizara los ahorros de sus clientes.
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CLAE: CÓMO HICIERON PARA FINALMENTE ESTAFAR A MILES DE AHORRISTAS
Como intuyó y luego confirmó la SBS, lo que hizo CLAE fue estafar a sus sufridos ahorristas, con una modalidad conocida como “Pirámide”. Y no eran montos menores. Según especialistas, CLAE llegó a representar en algún instante el 40% de la liquidez del sistema financiero peruano.
Pero, ¿qué era la “pirámide” que implementó la empresa de Manrique? Nada menos que el uso de dinero de nuevos ahorristas para pagar los intereses y pagarés de los antiguos ahorristas, y así sucesivamente: un carrusel financiero y altamente peligroso (llegaron a tener ingresos de US$200 millones al año).
El punto de quiebre fue cuando hubo tantos nuevos ahorristas que fue imposible seguir pagando esos intereses con lo que tenían a la mano. Esos intereses llegaron, en algún momento, al 100% anual, esto es, duplicaban los ahorros en un año. Eso era imposible de sostenerse en el tiempo.
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Esto es: llegó a haber más ahorristas que fondos para pagar los prometedores intereses mensuales, y todo esto lo hacían sin ninguna supervisión, puesto que las normas de la SBS no les alcanzaban (como sí a la banca formal). Eso cambió en diciembre de 1992; allí la SBS ajustó su política de supervisión y pudieron tomar medidas en torno a esa banca paralela. Pero, primero, estas debían formalizarse. CLAE no lo pudo hacer.
No hay duda de que CLAE no era la única institución informal en nuestro medio (se calcula que en los años 80 hubo una treintena de estas), pero era la más grande en fondos y clientes. La pirámide de CLAE se estaba descomponiendo lentamente. En ese momento es que intervino la SBS.
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En este caso, los clientes, los ahorristas, los claeístas fueron las verdaderas víctimas. Su dinero estuvo en manos de gente que invertía y dividía, pero al no haber un control efectivo por algún ente externo a la propia empresa, nadie parecía ser responsable de los destinos finales de esos montos. La ilusión de ganar más por sus ahorros, les jugó una mala pasada.
Una prueba de que el dinero se hacía humo en CLAE, y que los nuevos ingresos salvaban la situación por un tiempo, fue que en las bóvedas de la institución, luego de ser disuelta el 16 de mayo de 1994 -por orden de la Corte Suprema de Justicia-, solo se hallaron US$36 millones, que sirvieron para devolver algo del dinero invertido a unos cientos de ahorristas (los más antiguos). La mayor parte de los 200 mil claeístas se quedaron en la espera eterna.
De esta manera, el gobierno central pasó de intervenir CLAE, ese abril de 1993, a disolverla en mayo de 1994, luego de un complicado proceso, que incluyó la fuga del país del propio Carlos Manrique ese mismo año 94, su posterior captura y extradición al Perú en 1995, y, finalmente, su encierro en prisión por estafa, fraude y delitos financieros.
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Carlos Manrique fue el peruano más buscado en el extranjero, a mediados de los años 90. Fue atrapado por la Interpol cuando salía de un banco, ubicado en una zona acomodada de Miami (barrio Brickell). Era noviembre de 1994. Un año antes, en 1993, en pleno escándalo de CLAE, Manrique se casó en Lima, en matrimonio civil, con su secretaria Violeta Mori (de la que luego se divorció).
CLAE: CARLOS MANRIQUE Y SU DEUDA CON LOS CLAEÍSTAS
El hombre fuerte de CLAE permaneció entre rejas de 1995 al 2001, solo seis años, pese a que su pena era de ocho años (beneficios del INPE). La cárcel lo llamaba, por eso volvió a ella en 2008 y 2011, pero salió en poco tiempo. No era por el tema de CLAE, pero siempre era por estafa. Manrique era un incorregible. En el 2017, una comisión liquidadora de CLAE anunció un reparto mínimo de las acreencias de los primigenios inversionistas. Fue una devolución simbólica de 500 soles, como máximo.
En una entrevista que le hizo la periodista Pierina Pighi, para BBC News Mundo, el 29 de junio de 2021, Carlos Manrique expresó su pena por el caso CLAE, y sus disculpas a los exahorristas; también reiteró su conocido encono contra el gobierno de Alberto Fujimori, que disolvió su empresa, sin justificación, según él.
Entonces, caminaba por las calles del centro de Lima con sus 85 años a cuestas, pero sin culpa o aparentando no tenerla. Así al menos lo aseguró, porque él, dijo, no había engañado a ningún ahorrista de CLAE. En ese entrevista, recordó haber sido “Empresario del año” y “Personaje del año” en 1991.
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A Pighi le contó que, como presidente del directorio de CLAE, ganaba US$15.000 mensuales; también que había viajado a una conferencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Hamburgo (Alemania); e incluso que antes de huir del Perú, el partido Movimiento Paz y Desarrollo lo había propuesto como candidato a la presidencia del país, en la siguientes elecciones de 1995.
Carlos Manrique vivía con el sueño de haber ayudado a mucha gente: “Los claeístas financiaron estudios, viajaron con los intereses de CLAE”, dijo, tras señalar que sentía “indignación, por la gente, que sufrió una situación que no se merecía. (La gente mayor) ya no tenía esperanza de rehacer su vida”.
La inquina del octogenario Manrique era contra las autoridades de la SBS y el gobierno de entonces. Afirmó esa vez que, cuando estaba a la cabeza de CLAE, “nunca hubo una sola queja”. Y concluyó, exculpándose completamente: “No se vio una disposición para que formalicemos. Parece que ya había una intención de que la empresa liquide”.
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Pero en la memoria de los peruanos han quedado las mil y una tragedias de los sufridos claeístas. Imágenes terribles de desesperación humana. Decepción, odio, impotencia. Un hombre se colgó en una cruz de madera delante de uno de los locales de CLAE, solo pedía su dinero; otro se enterró vivo hasta el cuello a la espera del milagro de recibir algo de su dinero.
Se vieron por años (hasta el final de esa década del 90) a miles de adultos mayores recostados en las veredas, madrugando a la espera de alguna orden de devolución del gobierno, de la SBS, de cualquiera que le diera algo esperanza. Muy pocos, los más antiguos, recibieron muy poco de su dinero. El resto, nada.