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Guerra con Chile: cuando Lima luchó en las batallas de San Juan y Miraflores y las trabas a la Cruz Roja Peruana en 1881
El verano de 1881 fue de un calor atroz y de una gran angustia colectiva en Lima. Gobernaba el Perú el caudillo Nicolás de Piérola, inexperto en asuntos militares y sanitarios (bloqueó a la Cruz Roja Peruana), pero entusiasta para motivar a la defensa de la capital. Dos grandes batallas de hace 143 años.
La campaña en el sur peruano, entre 1879 y 1880, a pesar de la gesta heroica de Miguel Grau y Francisco Bolognesi, significó una rotunda derrota para los nacionales en la nefasta Guerra del Pacífico (1879-1883). Las fuerzas chilenas asumieron entonces el reto de llegar a Lima ese enero de 1881. El sol quemaba las entrañas, no solo por las altas temperaturas sino también porque el pueblo peruano sentía el ardor y dolor de ver su tierra invadida en el sur, acosada en el norte y ahora amenazada en Lima, en la costa central del país.
Uno de los puntos claves que agravaron los efectos de la invasión fue las restricciones que el gobierno de turno impuso a los servicios de auxilio, como el de la Cruz Roja Peruana (CRP), que se había fundado dos años antes, en 1879, pero que había demostrado hasta entonces mucha eficiencia. Pese a ello, la pésima gestión de las autoridades políticas impidió la CRP actuara y salvara muchas vidas de civiles y militares.
En dos años de funciones, la CRP tenía una pequeña, pero valiosa organización médica, fogueada en la guerra, y con cientos de voluntarios, especialmente mujeres de todas las condiciones sociales que dieron su tiempo y bienes en ayuda de la institución humanitaria.
En Lima, hasta antes del gobierno de Nicolás de Piérola, la Cruz Roja Peruana había asumido la responsabilidad del Hospital de Sangre de Chorrillos, y estaba por asumir también el Hospital de Santa Sofía, a las afueras de la capital, cuando el gobierno prescindió de su apoyo, dándole el encargo al cirujano en jefe del ejército, el doctor José Casimiro Ulloa. Pese a ese desaire, la institución continuó apoyando la labor del doctor Ulloa en Santa Sofía.
Fueron en esas circunstancias que las tropas chilenas llegaron a las puertas de Lima. El presidente chileno Aníbal Pinto, reacio en un comienzo a la osada expedición, decidió finalmente tomar la ciudad de Lima como medida estratégica, puesto que era consciente de que prolongar la guerra no los beneficiaría.
Siendo el Perú un país centralista, conquistar la capital podía asegurar la victoria final, y en realidad así fue, al margen de la valerosa acción de las huestes patriotas lideradas por Andrés A. Cáceres, quien resistió hasta el final de la guerra en la sierra central (Campaña de la Breña).
GUERRA DEL PACÍFICO: ¿EN QUÉ CONDICIONES LLEGARON PERUANOS Y CHILENOS A PELEAR EN LIMA HACE 143 AÑOS?
Ese enero de 1881, hubo por el Perú 22 mil hombres: 16 mil militares traídos del centro y norte del país por Cáceres y seis mil civiles. Estos últimos serían los verdaderos héroes. Según los especialistas, las ‘batallas de Lima’ fueron de las más dramáticas en el continente americano. Los seis mil civiles peruanos, valientes y decididos, tuvieron que “formarse” militarmente en pocos días y preparar la defensa tanto en el Ejército de línea en San Juan como en los ‘reductos’ de Miraflores.
En noviembre de 1880, un grupo de chilenos habían desembarcado en Pisco, y luego en diciembre de ese año el grueso de las tropas invasoras, bien equipadas y con excelente auxilio médico, llegaron hasta Lurín: era la fuerza principal de 16 mil hombres.
En total, asaltaron la capital peruana más de 27 mil soldados. Los chilenos, que ya habían saqueado y agredido gran parte de la costa central y norte con el capitán Patricio Lynch a la cabeza, habían llegado desde el puerto de Arica con una gran armada, y decidieron esperar al sur de la capital. Al mando del general Manuel Baquedano atacaron de frente, en la línea de San Juan, y no como se temía por la senda de Ate, más hacia la izquierda de la defensa.
La noche del 12 de enero de 1881 fue cómplice para los sureños. La División de Nicolás Lynch se dirigió a Chorrillos, donde estaba al mando el peruano Miguel Iglesias; la de Sotomayor a San Juan contra Andrés A. Cáceres; y la de Lagos hacia los cerros de San Francisco y El Cascajal, en el flanco izquierdo, que defendía Pastor Dávila. El tal Lagos fue el de la infeliz frase: “Hoy no hay prisioneros”.
GUERRA CON CHILE: LA DEFENSA DE LIMA FUE HEROICA Y BRUTAL
El 13 de enero de 1881, la batalla empezó a las 4 y 30 de la madrugada, y terminó a las 2 y 30 de la tarde. Diez horas de lucha continua. Solo en San Juan murieron seis mil peruanos y hubo más de cuatro mil heridos. El Morro Solar y el Cerro Marcavilca se tiñeron de sangre patriota.
Por su parte, los invasores también sufrieron serias bajas. Según se calcula habrían sido 4 mil muertos y cientos de heridos, aunque, según cifras oficiales del país del sur, el número de bajas solo fue de “1.873 muertos”.
El historiador Herman Buse cuenta en El Comercio (enero de 1981), que el cuadro fatal era el de decenas de soldados peruanos y chilenos, muertos uno al lado del otro, ensartados ambos por la filosa punta de sus bayonetas. El saqueo e incendio de Chorrillos, dijo Buse, se cumplió contra todo pacto de honor militar y humanitario.
Pese a la reacción peruana con Andrés A. Cáceres a la cabeza, los invasores impusieron el robo y las agresiones a la indefensa población de Chorrillos aquella noche del 13. El 14 de enero de 1881 se repusieron y avanzaron hacia los “reductos” de Miraflores.
GUERRA DEL PACÍFICO: LOS ‘REDUCTOS’ LUCHARON A MUERTE CONTRA EL ENEMIGO
El 15 de enero de 1881 fue la otra épica, en la que, al parecer, murieron más civiles que militares. Las autoridades peruanas y extranjeras creyeron en una tregua pedida por Chile, que solo ganaba tiempo para reorganizarse. Y así, engañando astutamente al dictador Nicolás de Piérola, que almorzaba en una lujosa casa miraflorina, empezó el bombardeo desde las naves Cochrane y Huáscar, controladas por los chilenos. Sí, el Huáscar bombardeó Lima.
Los ‘reductos’ desconectados unos de otros, la artillería y el material bélico limitados o sin renovación, y la absurda medida de colocar cañones en la cima del cerro San Cristóbal, a casi20 kilómetros del ataque chileno, dieron las señales de la derrota y de la entrega de Lima. Pero no les fue del todo fácil a los invasores sureños.
Diecinueve batallones de reservistas integraron cinco divisiones, las cuales llegaron a formar dos Cuerpos de Ejército. En estos ‘reductos’, separados un kilómetro entre sí, había profesionales como abogados e ingenieros, y gente de oficios diversos como artesanos o tipógrafos. Pero también abundaban maestros universitarios, quienes murieron o vieron morir a sus discípulos, aquellos jóvenes que solo pensaron en defender su país de las huestes enemigas.
En la Bajada de Armendáriz, a la altura de la Iglesia de Fátima, en la línea del ferrocarril hacia Chorrillos (Hacienda La Palma), estaban algunos de estos heroicos ‘reductos’. “Tenían forma de media luna y se componían de un parapeto de tierra aplanada, como los describe el general Dellepiane, con el agregado de bolsas o sacos del mismo material; dos metros de altura y un espesor de cinco, o poco más”, dijo el historiador Buse.
En medio de la improvisación y el desorden, hubo muchos ‘reductos’ que no entraron en combate. Algunos estimaron en miles los reservistas que no lucharon por falta de planificación militar. En uno de esos ‘reductos’ inactivos estuvo nada menos que el escritor y ensayista peruano Manuel González Prada.
GUERRA DEL PACÍFICO: LA BATALLA FINAL DE LIMA
En Miraflores se iba a dar la “batalla final” por Lima. Todoempezó ese 15 de enero de 1881, a las 2 y 15 de la tarde, y terminó a las seis de la tarde. Nuevamente las tres líneas de combate chilenas (Lagos, Lynch y Sotomayor), por el lado del mar, otro por La Palma y La Calera de la Merced, y el último por el lado más izquierdo de la resistencia.
Sin embargo, ni los cañones de la flota chilena diezmaron el ardor patriótico de los peruanos. Militares y civiles juntos, a pesar de las falencias, dieron un ejemplo de honor y valor al envanecido ejército chileno.
Dos mil invasoresmurieron ante la defensa peruana, más que en San Juan, esto debido a la confusión de los propios chilenos que no contaban con tan aguerrida defensa. El historiador Jorge Basadre estimó que las pérdidas peruanas no bajaron de tres mil esa tarde endemoniada. Pero casi 4 mil sobrevivieron a la hecatombe.
En tanto, Nicolás de Piérola, ante la inminente derrota, cabalgó presuroso hasta el centro de Lima, subió por las laderas del cerro San Cristóbal -donde vio los cañones inútiles que mandó colocar- y se dirigió gallardamente a las serranías de Lima, pasando por Carabayllo. Luego lo veríamos en otras circunstancias más políticas que guerreras.
GUERRA DE PACÍFICO: LA CRUZ ROJA PERUANA ATADA DE MANOS
Una anotación especial merece el papel de la Cruz Roja Peruana (CRP) en esos aciagos momentos del país. Como dijimos al inicio, dicha institución sufrió los vaivenes de la desorganización del Estado. Algo que no calló el Secretario perpetuo de la CRP, Carlos Sotomayor, quien denunció en 1884, ante la Tercera Conferencia Internacional de la Cruz Roja, en Ginebra (Suiza) las irresponsabilidades del gobierno de Piérola, en materia de servicio médico para los defensores de Lima.
Las ambulancias militares, declaró Sotomayor, “dejaron mucho que desear”; y, sobre todo, denunció la inexplicable medida de la Prefectura al ordenar alistarse obligatoriamente en el Ejército de reserva a todo el personal de la CRP. El resultado: médicos, enfermeros, practicantes y empleados no pudieron cumplir con su deber de auxilio, tan vital en esa coyuntura bélica.
Y el propio Sotomayor fue alistado, en la batalla de Miraflores, como soldado del cuarto Batallón de Reserva, y fue él quien luego lamentaría, principalmente, la desactivación de la Ambulancia Lima, una de las más completas de aquellos tiempos y formada por el personal de las cuatro ambulancias venidas del surperuano.
No hubo, pues, ambulancias civiles en las batallas de San Juan y Miraflores. Y todo esto porque el gobierno de Piérola suprimió, por medio de un decreto de Prefectura, ratificado luego por un decreto supremo publicado en El Peruano, el 2 de octubre de 1880, la Junta Central de Ambulancias de la CRP. Así fue la Guerra del Pacífico en Lima hace 143 años exactamente.
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