Un día antes que Richard Nixon asumiera la presidencia de Estados Unidos, una increíble historia de vida se conoció en nuestro país a través de las páginas de El Comercio. El 20 de enero de 1969, el diario decano publicó una entrevista con Ismael Montoya, uno de los pocos sobrevivientes de la primera generación de aviadores militares que tuvo el Perú.
Durante la conversación, el longevo piloto nacional, de 72 años de edad, reveló en qué lugar obtuvo su permiso para volar y mostró algunos recortes periodísticos donde se desatacaban sus hazañas aéreas. También relató cómo se creó la primera escuela de aviación militar en Lima y las veces que se salvó de morir mientras volaba. Una historia que empezó hace más un siglo.
Comienzos de la aviación militar en el Perú
Eran inicios del siglo XX, cuando Francia se volvió el centro de la tecnología aeronáutica mundial. Hasta París llegaban pilotos de todo el mundo. La capital francesa fue el lugar de los primeros grandes eventos aéreos donde se utilizaban naves pesadas e impulsadas por sus propios motores. A esa ciudad europea, también llegaron y compitieron los aviadores peruanos Jorge Chávez y Juan Bielovucic.
En el Perú, recién cobró fuerza la aviación luego de la muerte de Chávez en 1910. Al año siguiente, el 15 de enero de 1911, Bielovucic voló el primer avión en el Perú. Un hecho que se dio durante el primer gobierno del presidente Augusto B. Leguía. Años después, se creó la Liga Pro Aviación. Más adelante, en diciembre de 1915, una aeronave realizó las primeras maniobras de guarnición en Lima, específicamente en Chilca.
Este vuelo lo ejecutó el capitán Juan O’ Connor, quien se licenció como piloto en Francia. Es por eso que el Gobierno peruano envió a cuatro militares a la escuela de aviación de El Palomar, en Buenos Aires, Argentina. Entre los destacados estaba Ismael Montoya, teniente de la Marina de Guerra del Perú. En la institución bonaerense, el marino conoció a Guillermo Protzel, otro de los oficiales nacionales enviados. Décadas más tarde, el piloto naval conversaría con este diario sobre esa experiencia.
El domingo del 19 de enero de 1969, un cronista de El Comercio llegó a la casa de Montoya, ubicada en Miraflores. En el lugar, el longevo aviador, de 72 años de edad, confirmó que había conocido y compartido gratos momentos con Protzel. Estas experiencias se dieron durante los inicios de la aviación militar en el Perú. De esa generación, él era uno de los pocos sobrevivientes.
El marino confesó que fue el segundo aviador militar del país. Un testimonio que lo argumentó mostrando varios álbumes llenos de recortes periodísticos en donde se detallaba sus hazañas aéreas. El piloto también recordó, emocionado, que obtuvo su permiso para volar en julio de 1919. Esta autorización se la dio la Escuela de Aviación de El Palomar.
Montoya manifestó que fue enviado por el Ejército peruano a ese país a los 23 años de edad. La idea principal era que completara sus estudios de aeronáutica. Allí también sufrió un grave accidente que casi le cuesta la vida. Cabe resaltar que meses antes, en enero de 1919, se creó la primera escuela de aviación militar en el Perú. Esto se dio mediante un decreto supremo firmado por el presidenteJosé Pardo y Barreda.
Meses después de ese hecho, el teniente de la Marina regresó a Lima y formó parte de la plana docente, que tenía a su cargo una misión del Gobierno francés, de esa escuela aeronáutica civil peruana. Esta institución poseía su aeródromo en Maranga, Bellavista, Callao. La academia empezó a funcionar con solo diez alumnos.
Más adelante, el 8 de noviembre de ese año, el piloto volvió a sufrió otro peligroso accidente. Aquella vez, estrelló un biplano Farman, traído desde Argentina, en el mar del puerto chalaco. En esa oportunidad, el aviador salió ileso del impacto con el agua. Sin embargo, casi se ahoga por no saber nadar. “Soy un hombre de suerte en lo que respecta a accidentes aéreos”, reveló, sonriente.
Años después, volvió a la Marina y, en 1921, puso su cargo a disposición por temas relacionados a la “política criolla”. Cinco años más tarde, en 1926, Montoya pasó al retiro conforme al reglamento de la institución naval. Desde ese momento, se dedicó al comercio en Ica, su ciudad natal. En ese lugar también se casó.
Finalmente, Ismael Montoya contó que seguía con bastante interés la lucha espacial para llegar a la Luna entre Estados Unidos y Rusia. “Los dos están parejos”, señaló. Es así como terminó la entrevista con uno de los primeros aviadores militares del país que se salvó de morir dos veces hace más de un siglo.
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