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A inicios de la década de 1940, Lima avanzaba muy rápidamente en su proceso de modernización urbana. La ciudad se expandía del centro histórico hacia el sur, principalmente, y los balnearios como Miraflores -además de Barranco y Chorrillos- empezaban a convertirse en las atractivas urbes que hoy vemos. Uno de esos pasos concretos lo dio el distrito miraflorino cuando inauguró la avenida Larco, el 30 de julio de 1941. Pero a fines de ese mismo año, el 31 de diciembre, Miraflores colocó la fresa al pastel cuando puso la “primera piedra” de su Palacio Municipal, de elegante estilo neocolonial. Entonces, una gran emoción invadió el corazón de los miraflorinos de esos años.
En 1941 el mundo había cambiado. La Segunda Guerra Mundial que empezó en 1939, en Europa, se había expandido a la cuenca del Pacífico, tras el ataque del Imperio del Japón a los Estados Unidos de América, en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. El Perú, que había sido el primer país latinoamericano en romper relaciones con Alemania, seguía su vida con sus propios conflictos bélico-fronterizos, como el caso de Ecuador, con el que sostuvimos una guerra breve pero intensa en julio de ese año.
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Pese a todo, nuestro país siguió progresando y avances arquitectónicos importantes sucedieron en 1941. El miércoles 31 de diciembre, justamente, se colocaron la “primera piedra” del Palacio Municipal de Miraflores, y del Centro Católico del distrito, con presencia del presidente de la República, Manuel Prado, y el alcalde del distrito, Daniel Ruzo. El acto hizo vislumbrar el futuro con buenos ojos. Los miraflorinos dieron un paso adelante y ese día se sintieron seguramente que estaban sentando las bases de la modernidad en su comunidad.
El presidente Manuel Prado estuvo en la ceremonia doble para colocar la “primera piedra” del Palacio Municipal (la sede edil funcionaba en una casona en la esquina de las avenidas Bellavista y José Gálvez) y del Centro Católico. Ese 31 de diciembre de 1941, a las 11 y 5 de la mañana, la “Marcha de Banderas” presidió la llegada del presidente en “auto descubierto”. Así empezaba la ceremonia de bendición y colocación de la esperada “primera piedra”. (EC, 01/01/1942)
No solo estuvo el presidente Prado y el alcalde Ruzo, también figuraron los presidentes de los otros poderes del Estado, del Legislativo y el Judicial, ministros de Estado, miembros del Cuerpo Diplomático, funcionarios públicos y personas del mundo social de entonces. Pero lo que dio vida comunitaria al evento fueron los propios vecinos de Miraflores. Para ellos era claramente una señal del “progreso del balneario miraflorino” y correspondía tener un palacio adecuado para el servicio al ciudadano.
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La construcción del Palacio Municipal animaba a tirios y troyanos, distinto fue el caso del Centro Católico, puesto que ese proyecto nacía de la iniciativa concreta de una institución como Acción Católica, cuya labor de “asistencia social” y pastoral era, de todas formas, bien reconocida en la sociedad peruana de esos años. (EC, 01/01/1942)
El palco oficial fue levantado en el mismo terreno donde se construiría el Palacio Municipal. ¿Quiénes estaba en ese palco? Además de las dos autoridades máximas (Prado y Ruzo), estaban, entre otros, el presidente de la Corte Suprema, doctor Carlos Zavala Loayza; el ministro de Guerra, General de División César A. de la Fuente; el ministro de Marina y Aviación, contralmirante Federico Díaz Dulanto; el Nuncio Apostólico, monseñor Fernando Cento; el Arzobispo de Lima, monseñor Pedro Pascual Farfán, así como el director de la Cruz Roja Peruana, diplomáticos, señoras de la Acción Católica de Miraflores y otras personalidades de la sociedad de Lima, Callao y balnearios.
Un detalle curioso: muy cerca de este palco, el municipio instaló una mesa, donde exhibió las “actas de colocación de la primera piedra de ambos futuros edificios”, y también estaban al alcance de los vecinos “los proyectos y planos para la construcción del Palacio Municipal”, resultado de un concurso público ganado por el joven arquitecto peruano Luis Miró Quesada Garland, de 27 años. (EC, 01/01/1942)
La música de las bandas de la Guardia Republicana y de la Escuela Militar de Chorrillos, amenizaron el momento. En fila y bien disciplinados, escolares de todos los colegios de Miraflores estaban presentes, tanto como los miembros de los clubes deportivos e instituciones culturales; y miembros de la Compañía de Bomberos “Miraflores Nº1″, con sus uniformes de gala. Además de numerosísimos vecinos y curiosos.
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El alcalde Daniel Ruzo y sus concejales acogieron al presidente Prado de la mejor forma, y también a su personal de confianza, el jefe de la Casa Militar, el general Fernando Melgar, y los edecanes de servicio, el Mayor Gambeta y el Capitán Saona.
Daniel Ruzo tomó la palabra, visiblemente emocionado, ya sea porque Prado estaba a su derecha o porque al fin Miraflores tendría su propia casa municipal. La cuestión era que se asumía que ambos edificios serían los principales de “nuestra ciudad”, así se refería a Miraflores su alcalde de los años 40.
“Uno, sede de su vida comunal y de su desarrollo urbano: otro, centro de actividad de su espíritu cristiano y de su abnegada labor asistencial”, resumía ambos casos el alcalde Ruzo. (EC, 01/01/1942). Se trataban, dijo el alcalde, de “edificios funcionales”, reflejo de la “ciudad” que se estaba creando a su alrededor.
Si antes ambos inmuebles eran necesarios, ahora, decía Ruzo, eran indispensables. Destacó el papel del párroco de la localidad, R.P. Amelio Plascencia, y a la Acción Católica de señoras, que trabajan para dar consuelo y caridad a las familias más necesitadas de Lima; ellas, junto a otros vecinos notables, habían ayudado en la construcción de la “iglesia Matriz, la iglesia de San Vicente, y el local de Surquillo en que más de mil familias reciben asistencia y educación”. (EC, 01/01/1942)
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Tanto el Palacio Municipal como el Centro Católico se alzarían en el mismo terreno. El espacio físico, ubicado a un lado de la avenida José A. Larco, había sido cedido por la Compañía de Seguros “El Porvenir” al “precio de adquisición”, lo que hizo plausible para el municipio miraflorino comprarlo. De esta forma, el parque principal, el Palacio Municipal y la iglesia formarían el centro de la “ciudad miraflorina”, siguiendo los patrones tradicionales de los antiguos cabildos españoles.
Ruzo dio, además, detalles interesantes de la buena gestión financiera del concejo municipal miraflorino de entonces: “Contando con estos recursos hemos extendido la red sanitaria, la pavimentación y el alumbrado de la ciudad; invertido cantidades apreciables en mejorar el Mercado, y el Cementerio y el Establecimiento de Baños; construido la avenida de la Aviación, la Comisaría de Surquillo y el Parque Miranda; finalmente hemos afrontado tres obras de capital importancia, el Centro Municipal de Deportes, la apertura de la avenida Larco y el Palacio Municipal”, señaló el alcalde Ruzo. (EC, 01/01/1942)
Aquel centro deportivo mencionado ya estaba en funciones, apoyando el entrenamiento de la juventud. Sobre la nueva avenida Larco (antes calle) Ruzo afirmó que “ha solucionado los problemas de tráfico y ha elevado el valor de la propiedad, según cálculos técnicos hechos sobre las setenta manzanas afectadas, en dos millones y medio de soles Además de constituir una espléndida vía de ingreso y traernos la visión del Morro Solar y de la bahía; ha creado el barrio comercial de la ciudad”. (EC, 01/01/1942)
La avenida Larco se estaba modernizando, puesto que ya se apreciaba que en los primeros 500 metros, los propietarios particulares construían edificios modernos y tiendas de primer nivel. Ese sector comercial complementaba la vida cotidiana de aquel Miraflores al hacer convivir los barrios residenciales, los barrios populares con una abastecimiento que hacía que la vida de los vecinos pudiera desarrollarse sin salir del espacio urbano miraflorino.
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Quinientas veinticuatro nuevas residencias se habían construidos en Miraflores solo en el año 1941. Esa era la cifra que dio el alcalde Ruzo, no sin orgullo de su propio trabajo edil. Pero, ¿cómo se llegó a dar la buena pro para la construcción inmediata de Palacio Municipal?
Ruzo lo aclaró en esa misma ceremonia: “La elección del proyecto más conveniente, por su arquitectura y distribución, fue materia de un concurso en el que obtuvo el primer premio y medalla de oro, el arquitecto don Luis Miró Quesada Garland, cuya notable concepción vincula su nombre a esta obra pública”. (EC, 01/01/1942)
El alcalde dio más detalles: dijo que en la subasta para la construcción obtuvo la buena pro la firma Gramonvel S. A., con la que se había empezado a trabajar, asegurándose la adquisición de todos los materiales y el inicio de la ejecución de la obra, la cual se realizaría con el dinero del municipio, pero a la vez con el apoyo del vecindario, ya que, en una colecta pública, los vecinos habían donado -hasta esa fecha- “más de catorce mil soles pro-edificio comunal”. El ingeniero y asesor técnico a cargo sería Manuel Almenara.
Con el apoyo vecinal -de un gran espíritu cívico-, pero también del Estado, el municipio pudo ir avanzando las obras públicas que requería su comunidad.
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Tras el interesante y bien dateado discurso edil, la retórica presidencial salió a flote. Manuel Prado indicó que “las numerosas e importantes obras locales que, con tanto empeño, ha ejecutado este Municipio, obedeciendo a un amplio y meditado plan que consulta, en sus diversos aspectos, las imperiosas necesidades del vecindario, son un claro exponente de la política constructiva que, de acuerdo con los postulados del Gobierno, llevan a cabo las instituciones públicas en la integridad del territorio nacional con la franca colaboración del fervoroso entusiasmo de los distintos sectores de la ciudadanía”. (EC, 01/01/1942)
Prado reconoció que una obra arquitectónica como la del Palacio Municipal miraflorino correspondía con las altas expectativas ciudadanas. “Funcionalidad” y “ornato”, en un mismo edificio, adelantaba Prado al ver en planos el nuevo edificio municipal y el del Centro Católico de Miraflores que se avecinaban. El Jefe de Estado estaba entusiasmado con ambos proyectos, pero especialmente con el palacio edil.
Destacó el civismo de los laicos, y el espíritu cristiano que los motivaba para hacer tareas en bien de la ayuda social y la caridad que tanto requería el mundo en ese terrible contexto bélico de la Segunda Guerra que parecía no tener fin.
Acabó felicitando a los miembros de la Municipalidad de Miraflores, en especial al alcalde Daniel Ruzo “por su infatigable celo y capacidad directiva en las gestiones de bien público llevadas a cabo con el aplauso de todos los sectores sociales de este hermoso balneario, así como por su singular laboriosidad y por los resultados económicos derivados de una escrupulosa y ordenada administración, que hacen ver la responsabilidad de la función pública”. (EC, 01/01/1942)
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El presidente Prado cerró su discurso agradeciendo al arquitecto Luis Miró Quesada Garland (‘Cartucho’) por su logro de haber ganado en buena lid el concurso público del municipio miraflorino. Aplausos. Muchos aplausos… Entonces, una vez callado Prado, la banda de músicos entonó los acordes del Himno Nacional que todos cantaron y de nuevo más aplausos y vivas al Perú.
Ruzo invitó a Prado a firmar las actas y a presidir la ceremonia propiamente dicha de colocación de la “primera piedra” del Palacio Municipal y del Centro Católico de Miraflores. Bendijo la piedra y el acto en general, el Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro Pascual Farfán. El acta correspondiente al Palacio Municipal decía lo siguiente: ‘’El miércoles treintiuno de diciembre de mil novecientos cuarenta y uno se colocó la primera piedra de este edificio, destinado para sede del gobierno comunal del distrito, siendo Presidente de la República el doctor Manuel Prado y Alcalde del Concejo, el doctor Daniel Ruzo”. (EC, 01/01/1942)
Así, quedó determinado oficialmente que los planos serían proyectados por el arquitecto Luis Miró Quesada Garland y la ejecución de la obra encomendada a la sociedad constructora Granmovel S. A. Firmaron el acta el Jefe del Estado, el Arzobispo de Lima, el alcalde de Miraflores y los funcionarios y vecinos previamente designados.
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Dicho documento fue colocado dentro de un tubo de metal, y éste en el sitio señalado al efecto (una cavidad ad hoc). “Luego Prado procedió a echar la primera porción de mezcla, utilizando un badilejo de plata”. (EC, 01/01/1942)
El mismo procedimiento se siguió para la colocación de la “primera piedra” del Centro Católico de Miraflores. El presidente Prado se retiró en medio de aplausos y agradecimientos de los vecinos miraflorinos. La construcción del Palacio Municipal empezó enero de 1942, aunque recién se pudo inaugurar en julio de 1944, bajo la gestión edilicia del ingeniero Carlos Alzamora, y cuando Manuel Prado empezaba su último año en el poder.
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