El Sabancaya, uno de los tres picos del nevado Ampato, situado a 130 kilómetros de la ciudad de Arequipa, dejó escuchar sus primeras explosiones el 29 de mayo de 1990.
Las emanaciones volcánicas crecieron amenazantes, y el 4 de junio las familias que tenían sus casas en los alrededores, partieron en una evacuación masiva llevando su ganado y algunas pertenencias.
“Permanecer cerca del volcán Sabancaya, en plena actividad, es como estar en la puerta del infierno”, decía el enviado especial de El Comercio Juan Carlos Cuadros.
El periodista confirmó que la actividad volcánica era intensa y se temía el inicio de la erupción. A finales de mayo ruidos subterráneos y la expulsión de ceniza gris ya habían alertado a los pobladores de la zona.
El humo volcánico y los gases sulfurosos del Sabancaya, ubicado a 6.228 metros sobre el nivel del mar, empezaron a contaminar la vegetación y el agua.
Los temblores se hicieron comunes a partir de los primeros días de junio. El mayor temor de los habitantes que vivían en las cercanías era que el volcán arequipeño se recalentara en extremo.
Si esto sucedía se produciría el derretimiento de hasta 50 mil toneladas de hielo, que arrasaría poblaciones enteras, incluida la zona del Cañón del Colca.
Expertos en volcanes de la Universidad San Agustín montaron una tienda de campaña para registrar la actividad volcánica con un rastreador sísmico, que indicaba intensidades de tres a cuatro grados.
La relativa tranquilidad se alteró la tarde del 6 de junio, cuando se produjo una fuerte explosión seguida de un temblor. Segundos después se elevó por encima del Sabancaya una columna de humo de más de 12 kilómetros de altura. Los gases se propagaron hasta el lugar en donde se encontraban los expertos.
Las elevadas fumarolas podían divisarse desde localidades como Cayma, Maca, Huanca y otros poblados de la jurisdicción.
El 7 de junio el volcán Sabancaya entró en la etapa más crítica de su fase preeruptiva, lanzando cuerpos extraños y flujos de lava de alta viscosidad, sumándose esto a los intensos ruidos, variaciones en el clima y fuertes e incesantes movimientos sísmicos de hasta tres grados de magnitud en la Escala de Mercalli.
Ese día, la preocupante aparición de lava se produjo en la mañana. Los estudiosos recordaron que una actividad sísmica intensa, con ese tipo de emanaciones, precedieron a la violenta erupción del volcán Huaynaputina, también en Arequipa, en febrero de 1600, fecha desde la cual no ha vuelto a suceder un fenómeno similar en el Perú.
“El Comercio” llegó a solo tres kilómetros del volcán, confirmando que las cenizas habían cubierto una extensa zona de 20 kilómetros a la redonda. Para ese momento, la actividad aérea ya estaba siendo afectada por las fumarolas del Sabancaya.
Los andinistas Pablo Masías y Hugo Puertas ascendieron hasta la mitad del volcán, constatando la presencia de ruidos interiores y la existencia de una pulgada de espesor de ceniza.
El día 9 de junio, mientras todo el Perú acudía a votar por la segunda vuelta entre Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa, el Sabancaya sacudió la región con dos fuertes temblores, acompañados de sendas explosiones.
En los alrededores al volcán se empezaron a encontrar numerosas alpacas muertas debido a la contaminación del agua. Incluso, al hospital de Chivay llegaron personas afectadas por la misma razón.
El 11 de junio, las pocas familias que quedaban en los alrededores del Sabancaya iniciaron un desplazamiento obligado, en medio de la lluvia y la nieve. El caos aumentó cuando varios tramos de la carretera Arequipa-Chivay se vieron interrumpidos por derrumbes.
Angustiados y desesperados, habitantes de Callalli, Cajamarcana y Rayo llegaron a Chivay. El éxodo se hizo en forma masiva y desordenada, sin el apoyo de ningún tipo de transporte. Cuando estas personas arribaron a Chivay se les ubicó en cualquier espacio que quedaba disponible.
La lluvia de ceniza del Sabancaya, que estaba a 9 kilómetros de la localidad de Achoma, empezó a provocar que muchos niños y madres de familia sintieran afecciones en las vías respiratorias, siendo atendidos por la Cruz Roja de Arequipa.
A partir del 11 de junio el Sabancaya hizo estremecer la tierra con mayor fuerza, especialmente en la noche. Una inspección aérea realizada el 14 desveló varios misterios sobre el volcán arequipeño. Desde el aire se pudo comprobar la humareda que salía del cráter. Era un humo espeso, casi gris, que subía en forma de un hongo hacia el cielo.
Los expertos calcularon en kilómetro y medio la altura de la columna de humo. Los gases, con gran carga tóxica, estaban esparcidos en un diámetro de cinco a diez kilómetros. Los tripulantes y pasajeros del “Antonov” de la FAP sintieron sus efectos nocivos.
Virtualmente deshabitado quedó el pueblo de Maca, situado a 20 kilómetros de Chivay. Varias viviendas fueron derruidas por los continuos temblores que generó el volcán. Sus pastizales y campos de cultivo terminaron cubiertos con la ceniza que emanaba del volcán. La desolación cundía por doquier. Ese era el panorama para el 16 de junio.
El día 17 de junio, cierto alivio se sintió entre los arequipeños, pues el volcán mostró científicamente un decrecimiento en su actividad sísmico-volcánica. El peligro de una erupción fue disminuyendo.
En julio se inició el retorno de las primeras 75 familias que fueron evacuadas, al considerarse que la alarma inicial había cesado.
Para 1992 la actividad del volcán se mantenía, según los registros obtenidos por la estación sismográfica de Cajamarcana. En el 2014 la actividad sísmica y la emisión de fumarolas del Sabancaya volvieron a causar cierta zozobra. Mientras que el 18 de noviembre de 2016 una explosión moderada del volcán generó una pluma de ceniza que se elevó 3.500 metros sobre el cráter.
En setiembre de 2017 un promedio de 44 explosiones al día se reportaban todavía en el volcán Sabancaya. Para noviembre de 2020 la actividad del volcán no había cesado.
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