FREAKS: LAS CHICAS CONTRAATACAN (I)
NOSOTRAS TAMBIÉN NOS PODEMOS ASUSTAR
No es fácil hacer una lista de los tipos de mujer que odia ser, ha sido o no quiere reconocer que es o fue alguna vez. Recordé una antigua anécdota que mi mamá me contó sobre la época en que ella y mi padre eran enamorados. Ella le tenía unos celos terroríficos. Una noche después de dejarla en su casa, sola en su cama a oscuras sintió esa picazón interior que te advierte que te están engañando. De pronto, saltó de entre las sábanas, salió de su casa y corrió las siete cuadras hasta la casa de mi padre para ver si su auto estaba en la cochera. Por supuesto que estaba ahí: eran las 5 de la mañana. Se rió de sí misma al ver la hora. Se había quedado dormida y no se había dado cuenta de que habían pasado varias horas desde que él la dejó. Caminó hasta su casa, en pijama, riéndose de lo tonta que había sido.Bueno, yo he reído y también he llorado por los errores y ridiculeces que he cometido por más de uno, y que seguramente seguiré cometiendo (espero que eso de la edad sea verdad y la cosa mejore). Les he puesto nombres de película a estas conductas neuróticas, muchas veces casi psicópatas. Ojo, chicas, la que no ha pecado que tire la primera piedra.
Memorias de una geisha. Es difícil reconocer esto, pero más de una vez he estado ahí, a los pies del tatami. Mirando al Sr. Tanaka de turno o esperando una bendita llamada al ladito del teléfono o cancelando otros planes para estar a “su entera disposición”. Me duele un poco escribir esto pero mi “top-geisha” fue estar en la fiesta de un matrimonio e irme a pesar de haber ido con un chico que me gustaba, con el que ya comenzaba un historia, y salir como una loca después de una llamada de un ex, ir a mi casa a cambiarme, recoger al tipo en cuestión de su casita y terminar sentados en La Punta mirando el mar. En ese momento pensé que sólo me faltaba el kimono y una bandejita con sake. Yo esperaba por lo menos ir a su departamento después, pero no, me dijo que estaba cansado. Me sentí la mujer más tarada del mundo. Regresé a mi casa, me volví a poner el vestido largo y volví a la fiesta donde todo el mundo parecía estar pasándola bien. Mi futuro novio estaba ahí y fue esa noche que lo nuestro comenzó.
Pretty Little Things (o la mujer lonchera). Yo he sido de este club, pero no de los miembros sino de una de las loncheritas Aladdin. Me arreglaba como tres horas para pasarme otras tres sentada en un círculo de amigos con sus respectivas loncheras al lado. Habían de todos los tipos y colores. Me la pasaba horas sentada sin decir una palabra, como si yo o las demás no estuviésemos ahí. Parece inventado pero es así, y tan así que me la pasé hecha una loncherita con bikini azul en Wakama con toda esta gente un año nuevo. Esperaba la llegada de la noche para tomar un vino, para que al menos se me pase la frustración, pero no, a la hora de los tragos las loncheritas se iban todas a dormir. Mi lonchera Aladdin del colegio era roja pero era yo quien la llevaba de la mano; y yo al colegio, ni a la vida de lonchera, ni a Wakama en ese plan, no voy más.
The Wedding Planner. Obviamente, la pedida es el Mount Blanc de la relación. Yo soy una variante de este tipo, porque no puedo negar el haberme imaginado con vestido de novia varias veces ni haber jugado a ponerles nombre a los bebés que vendrían en el futuro a solo dos meses después de haber conocido al “futuro padre de nuestros hijos”. El colmo ya es jugar con los apellidos. Pero algunas van más allá y la olla de presión estalla algún día. Muchas de ellas logran sus objetivos sin siquiera ser concientes de ello y piensan que es seguir con la vida como se las enseñaron o como la desean. Si por algún motivo se quedan solas, han fracasado. Yo respeto esas decisiones, aunque hoy no las comparta.
Todo sobre mi madre. Existimos o hemos existido por millones. Las que lo dejamos todo por cuidarlos como si fueran niños, ya sea para mejorar su gusto en ropa, ser sobreprotectoras, preguntarles diez mil veces en qué piensan y mil cosas más: en mi caso, además, de llevarlos a ver películas aburridas (para que les guste el cine). Tratamos de ocuparnos de todo. Yo ya he sido mamá de varios Norman Bates, y la verdad no quiero morir de un palazo en la cabeza.
Xanadu. Yo estuve viviendo ahí mucho tiempo. Es el lugar donde nuestros sueños se cumplen sin importar qué: bienvenidos al mundo de la fantasía. A veces culpo a mi mamá por haberme leído demasiados cuentos cuando era niña. ¿No hubiera sido diferente si en vez de La Bella Durmiente hubiésemos visto Shrek? ¿El encontrar a alguien no sería más fácil sin una imaginación equivocada y exagerada o expectativas inalcanzables? ¿No sería mejor poder besar a alguien que te guste cuando te dé la gana a esperar un beso que nunca llegará, sin sentirte una chica fácil? En todos los años de mi vida al único príncipe azul que he visto en persona es al de los desfiles en Disneyworld, y no estaba nada guapo. La que tiene sexo muy rápido o toma la iniciativa sale del mundo brillante y rosado del Xanadu personal y pasa a ser una cualquiera para muchas mentes.
Atracción fatal. Siempre he creído que no hay nada más peligroso que una mujer celosa. Yo me he visto en situaciones como la de saltar a las 4 a.m. por la ventana y después escaparme por la puerta de mi casa un día de semana, en pijama y zapatillas, a la casa de un chico al que estaba viendo; cuando llegué a su casa ni siquiera me oyó tocar la puerta, así que me senté en la puerta a escucharlo roncar. Me fumé el cigarro de la humillación y regresé a mi cama muerta de frío.
Durmiendo con el enemigo. Acá la cosa es simple. El hombre en cuestión te está haciendo daño. Razones hay miles, situaciones millones. Pero no me quiero tapar los ojos. La culpa no es suya, es nuestra, por querer o haber querido seguir a su lado.
La señora de los anillos. Un ex novio me regaló un anillo de compromiso tres veces. Mi amiga Nancy lo bautizó como Frodo. Suena ridículo pero en esos años (que felizmente ya pasaron) era más fácil perdonar con ese anillo, que más allá de oro y un brillante, era una promesa; a mí me hizo más fácil volver a confiar. Pero a la tercera, chau. Ese anillo debe andar por ahí, persiguiendo a otra ilusa. Ahora no uso ni los anillos que usaba antes, siempre de plata; les agarré un poco de fobia. Pero como ando en proceso de cambios, ayer me compré uno. Me he comprometido conmigo misma a no beber y conducir a la vez después de este último sábado. Para mi sorpresa, todavía existen los desconocidos ángeles de la guarda.
La Mujer Maravilla. Por más que te esfuerces nunca será suficiente. Por más tiaras y accesorios con súper poderes, eso no te garantiza nada. El lazo dorado no hará que la soledad termine. Y aún estando en pareja una no puede pretender ser perfecta siempre. Nunca vimos a La Mujer Maravilla recién levantada con esos calzones grandes de algodón porque no queda otro en el cajón, ni con el maquillaje escurrido como el cantante de Iron Maiden, y menos sin las cinco horas de peluquería. Ni la hemos visto llorar, ni mostrar debilidades. Bueno, existen. Y quien las quiera esconder por siempre, jamás lo logrará. Nuestro pequeño freak interior saldrá de todas maneras, porque somos de carne y hueso, no una serie de los setentas.
Monster. Esta es la peor, para mí. Generalmente aparece después de terminar con alguien. Vienen el alcohol, los cigarros, el “no sé qué hacer con mi vida”; viene (en mi caso) la sesión de ruptura de recuerdos (por eso casi no tengo fotos de mis ex), los días de silencio sin poder oír música ni ver una película, o llorar de pronto por pasar por alguna calle. Las llamadas para preguntar el ¿POR QUÉ?, las conversaciones eternas con las amigas quienes siempre estará de acuerdo aparentemente, porque saben que duele pero también saben que pasa. Esta para mí siempre será la peor parte.
Sherrybaby. Esta película es independiente y me gusta mucho; si la buscan la encontrarán. Sherry, la protagonista, quiere dejar la vida en la que hizo todo mal en el pasado y por más que se esfuerza no puede al salir de la cárcel, no puede. Al final decide dejarlo todo y comenzar de nuevo, pero no sabemos cómo le irá. Los malos hábitos siempre son difíciles de erradicar. No concluyo nada porque sé que es un proceso y que nunca seré 10 la mujer perfecta ni pretendo serlo, por razones obvias (Bo Derek, solo para empezar), pero en eso estoy. En eso estamos, creo.