La reconciliación
Hace tiempo quería escribirte. Si, a ti. No pongas esa cara. Sabes que te hablo solo a ti. Te lo digo sin preámbulos. Quiero pedirte que vuelvas. Quiero que vuelvas a estar aquí, conmigo. No solo te lo pido; lo exijo. Esta vez no aceptaré excusas. Vuelves o vuelves.Ahora escucha esta canción, quítate esa coraza un rato y lee. Le hablo a tu corazón.
Lee.
Querida Alicia, ¿me vas a repetir que este no es un buen momento?, que prefieres no hablar del tema y que por último ya no puedes confiar en nadie. Ya lo sé y te creo porque no sueles mentir. Yo sí te creo. Por eso que me animé a escribirte. Porque desde que te alejaste, mi vida no funciona bien. Mejor dicho, en mi vida no funciona nada sin ti.
Parezco un zombi deambulando por los lugares que compartimos y a los que te da miedo ir. Y tengo que confesar que te he espiado. He pasado un par de noches por tu calle. Te vi solo una vez. Estabas llorando en el sofá con esos gemidos de niña que me destrozan el corazón. Tus medias estaban sucias y cubrías tus manos con las mangas de esa chompa vieja y bonita que te encanta usar. Tu pelo ha crecido. Has adelgazado demasiado.
Aún así, no te tengo ni un poquito de lástima, no generas en mí la más remota sensación de compasión. Quiero hacerte una terapia de electroshock, como tú sueles hacerle a quienes quieres.
Me di cuenta que habías cerrado la puerta de tu casa chiquita decidida a no salir más. Dentro solo se escucharía el rumor de alguna película sueca que proviene de tu tv. Sé que hace tiempo has dejado de hacer algo que compartíamos y que te apasiona: escuchar música.
Y ya que hablamos de música, te recuerdo que a los Beatles te los presentaron tus padres cuando vivían aun en la casa de tu abuela y eras tan pequeña que ni te acuerdas cuando te comenzaron a gustar, que te gusta Springsteen desde que tienes once años y te regalaron por navidad el Born in the USA en vinilo, que te gusta escuchar a tu madre decir que The Sound of Silence es la canción con las que te concibieron, que jamás te has perdido un concierto de un grupo paja cuando se te ha pasado por la nariz y que cada cierto tiempo te lamentas en voz baja cuanto te gustaría que vinieran Bowie o Morrisey a Perú. Vuelve a llenar cada segundo de tus días y noches con música. Y si no puedes, yo te podría ayudar.
El dejar de escuchar música, el apartarte de tus amigos, de todo lo que antes era tu mundo no son más que latigazos que reafirman mi teoría de que los más crueles verdugos somos nosotros mismos. No odies a tu casa. No odies tu ducha, ni a las lucecitas que cuelgas en tu cabecera, no te odies a ti.
Qué fácil es culparse por algo una y mil veces. Que rápido nos sentimos mal cuando alguien nos critica y qué difícil es escuchar cuando alguien nos dice algo bueno. Somos contradictorios o un poco masoquistas, no lo sé.
Sé que dices por primera vez que no crees en el amor. Lo sé. Y te creo. Te lo juro. Y sé que no hablas solo del amor romántico, sino del amor a tus sueños, a lo que diste, de lo que te desprendiste. Lo que si te digo es que es parte de tu luto, tu pérdida. En poco tiempo perdiste muchas cosas. Te perdiste a ti. Olvidaste el amor que te tenías y ya te has castigado lo suficiente. Te quitaste tú sola el valor y te olvidaste que es tu chamba sobrevivir a todo.
Ya bueno, cambiaste de trabajo, alguien te trató como una basura (sí, yo sé que es tirar a la basura algo, no le preguntas a los desperdicios si están de acuerdo, los botas nomás, y las personas no somos basura), tuviste que renunciar a un sueño otra vez, tomaste sola una decisión difícil y dolorosa. ¿Crees que es poco?
¿No recuerdas como saliste adelante con menos recursos hace cinco años?
Y bueno ya, si necesitas sentir la pérdida (que es muy distinta a una derrota, te lo aseguro) llórala, pégale a las paredes, grita y después duerme tranquila, sin pesadillas ni ausencias y amanece sin temerle a los recuerdos.
Ya lloraste por todo eso. Mucho. Quizás nunca habías llorado tanto. En algún lugar debes haber roto algún record, o quizás si te comparo con alguna alguna telenovela. No me burlo, no me malentiendas, me conmueve que al fin hayas podido dejar pasar a través de ti todo eso que tiene que largarse fuera. Eso es señal de valentía, aunque te sigas autodenominando una cobarde.
No te digo que te perdones, porque ya basta de culpas. Yo no necesito perdonarte. Tú no necesitas perdonarme. Sólo necesitas aceptarme, así como soy. Así como yo acepto cada segundo de la vida que hemos compartido cada carencia, tara, defecto, cada marca del pasado, cada error. Si fueras perfecta no te podría querer, porque nadie no existirías; porque simplemente, nadie lo es.
Le tienes miedo al éxito y al fracaso, eres la persona más tímida que conozco, eres realmente terca, puedes ser bastante exagerada, tiendes a la autodestrucción cuando algo te duele demasiado, eres exigente con los demás pero lo eres aún más contigo. Tu pasión puede ser fácilmente confundida con compulsión. Eres tajante, torpe, distraída, muy sensible y no das segundas oportunidades. Por esto último creo que estás como hoy, encerrada en el silencio.
Lo único que quiero es reconciliarme contigo. Sin más perdones, látigos ni verdugos, ni vergüenzas ni castigos. Sin pasados que asusten ni duelan. No tengo seguridad ni certeza del futuro, pero yo veo un camino por ahí. Sé que si dejas que todos esos fantasmas te atormenten, también lo veras. Verlo será el primer paso para encontrarnos cara a cara, reconocernos, volver a querernos y no volver a separarnos.
No eres un conjunto de fragmentos como crees, simplemente tu corazón colapsó. No podemos hacerte un trasplante y la verdad, no lo necesitas. Corazón de piedra es una canción de Lucía Méndez, no lo que vas a colocar en ese hueco que tienes en el pecho. Lo que vamos a hacer es ponerle claveles rosados, margaritas, lilas y una rosa roja por Sant Jordi, para que vuelvas a escribir. ¿Suena ridículo? Quizás. Pero sabes a lo que me refiero.
Te pido, te ruego, que te reconcilies conmigo. Abrázame fuerte y vuelve. Vuelve a ser parte de mí. Yo no te voy a dejar ir. Te quiero como eres, porque estoy en tu corazón, conozco todos los rincones de tu vida y aun así, así no seas esa mujer de la que escribes, por la que luchas ser, con la que sueñas convertirte, te quiero. Créeme.
Deja de cavar estos profundos hoyos en los que te metes y donde es casi imposible encontrarte. Al contrario, te propongo, ven al malecón, donde siempre te espero, y tirémonos al barranco. Soñemos que volamos, que podemos contra todo, que nada es tan importante. Riamos como adolescentes, comportémonos como niños que aún no conocen la pena.
No seas tan severa.
Quiéreme tú a mí y la soledad ya no pesará. Ya no tendrás miedo de mirar atrás; porque yo te recordaré que está bien que nunca hayas sido perfecta y que jamás lo vayas a ser.
Nunca me iré de tu lado. Reconciliémonos tú y yo. De una vez tú sabes que sin ánimo de sonar a canción de telenovela, que no puedo vivir sin ti, sin tu risa, sin tu alegría.
Yo sé que esto quizás tome tiempo, tómalo, el que necesites; solo te pido que por ti, no te demores tanto en regresar.
Y como le dice ese actor que te gusta a Julia Roberts en “Eat Pray Love”: Cree en el amor otra vez.
Ali.
P.D. Si tienes ganas, después de leer esto, ponte ese bonito vestido rosado que solo has usado una vez, pon una canción que te ponga contenta y baila hasta que te de risa hacer una tontería y cae entre carcajadas al sofá. Nada me haría más feliz que imaginarte así otra vez.
Cuelga una foto como prueba.
Sé que estas canciones te gustan, así ahora te pongan triste.
Y recuerda toda la letra.
Maybe another day you’ll want to feel another way, you can’t stop crying,
You haven’t got a thing to say, you feel you want to run away
There’s no use trying, anyway.
I’ve seen the writing on the wall,
Who cannot maintain will always fall,
Well, you know, you can’t make it without ever even trying.