Los 'wearables' y la salud
El reciente anuncio de la compañía Apple, de que sus nuevos relojes inteligentes podrán registrar un electrocardiograma de su usuario, ha puesto en el tapete la utilidad de los llamados dispositivos ponibles o vestibles (del inglés wearable technology). Hoy veremos algunos aspectos relacionados a su desarrollo y aplicaciones en medicina.
Uno de los primeros dispositivos ponibles fue el podómetro o dispositivo para contar los pasos del usuario, que fue inventado en Japón en los años sesenta. Capaz de detectar el movimiento de la persona y contar los pasos, el podómetro alentó a millones de personas a alcanzar los 10,000 pasos diarios recomendados. Recientemente, se ha cuestionado si realmente se necesitan esos 10,000 pasos, es posible que el número de pasos que deben tomarse en un día sea de 7,500 o de 100 pasos por minuto.
Usando diversos tipos de tecnología, en los últimos años se han inventado dispositivos capaces de registrar la temperatura, la presión arterial, el número de latidos cardiacos por minuto (pulso), el tipo y número de respiraciones, el nivel de glucosa y oxígeno de la sangre y -como en el caso del reloj de Apple- registrar en la piel las ondas eléctricas del corazón y tomar 30 segundos un electrocardiograma de una sola derivación (en contraste con el electrocardiograma de 12 derivaciones usado por los médicos) y enviarlo inalámbricamente a la oficina del médico.
¿Pero qué utilidad -aparte de la curiosidad- tiene la medición de esos parámetros? ¿Será posible desarrollar algún sistema de inteligencia artificial para darles algún sentido y que puedan servir para diagnosticar enfermedades o para alertar que alguna enfermedad esta en pleno desarrollo? En otras palabras, será de alguna manera posible -como lo hace un médico- combinar esos signos y darles una utilidad diagnóstica práctica? ¿Será posible -como ya se ha predicho- diseñar algún sistema vestible que alertado por algún cambio en sus mediciones, pueda administrar automáticamente algún medicamento?
En ese sentido, una de las discusiones mas importantes del Foro Económico de Davos en Suiza de este año, fue el del rol de la tecnología vestible en el futuro del cuidado de la salud, especialmente en el cuidado preventivo y de detección precoz de enfermedades. Destacando el poder disruptivo de las nuevas tecnologías vestibles en el campo de la salud, se mencionó que algún día podría ser posible detectar precozmente un infarto cardiaco monitorizando constantemente ciertas funciones vitales de una persona.
El Dr. Michael Snyder de la Universidad de California en Stanford ha publicado un par de estudios que empiezan a darle sentido a la aplicación de las tecnologías vestibles. En el primero, publicado en PLOS Biología en enero del 2017, logró monitorizar masivas cantidades de datos (250,000 mediciones diarias provenientes de 43 voluntarios) que usaron tecnología vestible por 24 meses. Se describe el caso de un voluntario en quien, por cambios en su pulso, temperatura y concentración de oxígeno en la sangre, se pudo diagnosticar un temprano caso de enfermedad de Lyme (infección trasmitida por la picadura de una garrapata). El estudio demostró también que la concentración de oxígeno en la sangre disminuye marcadamente durante un vuelo en avión, condición que causa un intenso agotamiento físico.
En el segundo estudio, publicado también en PLOS Biología en julio del 2018, Snyder analizó 500,000 mediciones de glucosa sanguínea en 57 voluntarios sin historia de diabetes y descubrió que después de consumir el mismo tipo de alimento, el valor de azúcar de la sangre variaba enormemente en los voluntarios, revelando que muchas personas aparentemente normales, sufrían ya de prediabetes. En otras palabras, el estudio demuestra que si una persona usara un dispositivo vestible que le midiera constantemente el nivel de azúcar de la sangre, el estudio de su glucotipo podría detectar casos muy tempranos de prediabetes. Con una adecuada intervención, esa detección precoz podría cambiar el curso de la enfermedad.
Corolario
Estamos todavía en pañales en lo que se refiere al uso y la aplicación de los dispositivos vestibles en el campo de la salud, pero su potencial es indiscutible. Se ha inventado ya un término, llamado fisioma, que se define como el conjunto de las respuestas fisiológicas de un ser vivo para explicar su funcionamiento como un todo. El objetivo de los dispositivos vestibles es medir las múltiples funciones biológicas de un ser vivo y -usando la inteligencia artificial- dar sentido a esas mediciones para conocer los diferentes estados de salud y enfermedad del individuo.
Mientras tanto, debemos tener cuidado con la interpretación de las mediciones que hacen nuestros dispositivos ponibles como el Fitbit y otros aparatos inteligentes.
Por ejemplo, es posible que la capacidad del nuevo iWatch de Apple de registrar el electrocardiograma del usuario vaya a traer mas problemas que beneficios. Si bien es cierto que la Administración de Medicinas y Alimentos de EE. UU. (FDA) ha aprobado esa tecnología para reconocer la fibrilación auricular (un tipo de peligrosa arritmia cardiaca), este tipo de enfermedad es muy rara en gente joven, los mayores usuarios del iWatch. Acordemente, la FDA no recomienda su uso en menores de 22 años.
Estamos seguros de que miles de jóvenes que reciban una alarma en su reloj (alarma desencadenada por un cambio normal en los latidos de su corazón) se tomarán un electrocardiograma y correrán desesperados a ver a un cardiólogo pensando que tienen algo grave.
En suma, una cosa es que un aparato tenga la capacidad de medir las funciones corporales, y otra cosa muy diferente es la interpretación de esos datos. Solo futuras investigaciones -como las del Dr. Snyder- podrán darles utilidad a los modernos dispositivos ponibles o vestibles.