Jorge Chávez: a cien años de la hazaña mundial
El vuelo fantástico del peruano Jorge Chávez Dartnell (1887-1910) en un monoplano Bleriot XI, que atravesó los Alpes por primera vez en la historia, fue una proeza mundial. Ya había batido el récord de altura, pero algo falló. El accidente que sufrió lo hirió de muerte. Era el viernes 23 de setiembre de 1910. Hace 100 años.
Para la mañana del sábado 24 su estado de salud se agravó al punto de movilizar a todo el personal médico. Al día siguiente, lo visitó en el hospital de Domodossola (Italia), el presidente del Comité de Aviación, y el joven Jorge Chávez no pudo contener las lágrimas.
Entre el dolor físico y la rabia de no poder superar este impasse, el aviador luchaba por su vida. Ni las 50 mil liras ni la medalla de oro del Gobierno italiano, ni los 75 mil francos del aeroclub francés lo podían consolar.
Así fue la proeza de los Alpes
Había hecho flamear la bandera peruana en ese concurso de vuelo internacional, el más importante de ese momento. Junto con las banderas de Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, la bicolor flameaba en una de las carpas, la de Jorge Chávez… Desde Briga (Suiza) había partido y su meta era superar los Alpes y llegar a Milán, pero buscó aterrizar en la zona montañosa de Domodossola (Italia) para reabastecerse de combustible.
Lamentablemente, sus alas de replegaron y a 20 metros de tierra cayó en picada, destrozándose junto con el Bleriot, quedando mal herido… Luego todo fue demasiado rápido. A las 24 horas de su rotundo éxito, al tramontar los Alpes, el cuerpo del aviador batallaba solo.
El Comercio daba cuenta el lunes 26 de los ajetreos médicos y de un intento para operarle la pierna. Por unas horas, el estado de salud del aviador parecía mejorar. Por una curiosa coincidencia, el día anterior, domingo 25, otro aviador, el francés Poillot, moría en un trágico vuelo, con la columna vertebral destrozada. Se había estrellado violentamente a 20 metros de altura, los mismos metros que hirieron de muerte al nacido en Francia, pero de padres peruanos.
23.09.1910 Restos del avión Bleriot XI horas después del accidente que hirió de gravedad al piloto peruano francés.
Chávez resistía, pero todo parecía en vano. Esa etapa heroica de la aviación civil se estaba llevando a muchos pioneros, pero Chávez quería soñar aún con las estrellas. El mismo día de su último vuelo, el ministro de Fomento del Perú le había telegrafiado un saludo oficial por la hazaña y otro de preocupación por su salud. Pero a Chávez no le importaba nada más que recuperarse.
Agotado por las visitas imprudentes, afiebrado por la infección que invadía su cuerpo, fuertemente deprimido, empezaron sus delirios. Los médicos estaban preocupados por su debilidad, y solo atinaban a decir que su situación era de “pronóstico reservado”.
Desde el Perú, las cámaras de senadores y diputados apresuraron sus respectivos telegramas de apoyo, así como el Club de la Unión, la Escuela Naval, el Club Regatas y el Club Nacional.
El mismo martes 27, El Comercio informaba sobre la gravedad del paciente. El doctor Bozzolo, quien lo atendía directamente, daba los primeros informes negativos sobre Chávez… La muerte se avecinaba junto con la gloria, pues en el instante en que Chávez decaía más, se le anunció el premio de la Academia de Ciencias de París. El desenlace se veía venir.
Fue una agonía dolorosa, que se empeoró después del mediodía. Los cables desde Italia reseñaban que Chávez luchaba como un león. “Yo no quiero morir”, murmuró, para luego fallecer el martes 27 de setiembre. Según la autopsia, el piloto peruano había sufrido en el choque un disloque cardiaco.
Los cablegramas describían que Domodossola se llenó de gente que deseaba ver al piloto. Su cuerpo, al lado de una guardia de honor, fue presentado de manera descubierta ante el pueblo.
En una sentida nota en El Comercio del miércoles 28 de setiembre, se daba cuenta de su deceso heroico. El aviador “cumplió en esa forma la misión que él mismo se impusiera”, se decía.
Tenía cinco hermanos: Felipe, Manuel, Juan, María y Gerardo, todos -menos el primero- vivían en tierras francesas. Felipe era vecino de Lima.
El dolor remeció al país
Apenas se supo la infausta noticia, el Club Nacional reaccionó convocando a una suscripción general para levantar en la capital, en el tiempo más breve, un monumento en honor al aviador peruano. Incluso estableció una junta, encabezada por el presidente del club, Mariano Ignacio Prado y Ugarteche, para procurar el dinero necesario y construir el monumento.
Pero no fueron los únicos. También se organizaron con el mismo objetivo la Confederación de artesanos, y los centros de obreros que reconocían en Chávez a un verdadero héroe.
El jueves 29 (día de los funerales del mártir), el diario El Comercio detallaba el duelo en la sociedad peruana, y también en las instancias gubernamentales. El entonces presidente Augusto B. Leguía, y las cámaras del Congreso recogieron la honrosa iniciativa de la sociedad civil, y apoyaron la idea de levantar un monumento a Jorge Chávez.
Los parlamentarios rindieron un minuto de silencio, se declararon en duelo, e inmediatamente levantaron sus sesiones de trabajo. Lo mismo ocurrió en la Municipalidad de Lima, donde los concejales, además de rendir su homenaje, solicitaron por cablegrama al embajador peruano en Francia colocar en nombre del municipio, una corona floral en la tumba del compatriota.
Ya en Domodossola se empezaron los preparativos para que un monumento haga honor a la hazaña del peruano. En Lima, El Comercio planteaba las condiciones de una estatua que significara “vida y no muerte. Un espacio público, vital, no en la tristeza y el dolor de los campos santos”, proponía.
El editorial de El Comercio sugirió el tipo de monumento para el aviador: “Debe elevarse en una plaza pública, en medio del eterno vaivén de la ciudad”. Y añadía, sin medias tintas: “Las letras de ese nombre glorioso deben leerse por todos los ojos y el recuerdo de ese joven gallardo, símbolo de la acción y del esfuerzo (…)”.
Las instituciones, los colegios, las universidades y los locales comerciales limeños lucían banderas a media asta, y cerraron sus puertas el día de los funerales en Italia. La embajada de ese país y la de Francia, expresaron al gobierno sus condolencias por la muerte del joven aviador.
El viernes 30, así como todos los diarios italianos daban los detalles de los funerales de la jornada anterior, El Comercio anunciaba que en los próximos días el gobierno peruano prepararía especiales exequias públicas. Allí estarían presentes, entre otras, la Sociedad Filarmónica y la Sociedad de Ingenieros, la cual prometió colocar el retrato de Chávez en su salón institucional.
El diario decano informaba en esa edición de la iniciativa tomada con ahínco por parte de la junta organizadora del Club Nacional. Mariano Ignacio Prado y Ugarteche estaba acompañado de buenos vecinos como Ricardo Ortiz de Zevallos, Pablo La Rosa, Aurelio García y Lastres, Manuel G. Montero y Tirado, Luis Rospigliosi y Vigil, Enrique D. Barreda y Carlos Zavala y Loayza.
Monumento en honor a Jorge Chávez levantado en Brigue, Suiza (Ministerio de Aeronaútica)
Ellos iniciaron el proceso de suscripción, y las coordinaciones al más alto nivel con la presidencia de la República, así como con las autoridades municipales y los centros culturales, sociales y deportivos de todo el país, para conseguir el objetivo de levantar un monumento al héroe de la aviación peruana. Se trató de una convocatoria general, en la que no quiso excluirse a nadie.
Asimismo, la Liga Pro-aviación anunciaba en las mismas páginas una campaña para comprar, en breve, una serie aviones, el primero de los cuales se llamaría “Jorge Chávez”.
La poesía llenó también las dolidas páginas de El Comercio de ese día 30. “En alas de aparato portentoso / a los vientos, altivo, desafiaste / y quedando en la lucha victorioso / alas cumbres de las Alpes transmontaste”, decía Abelardo V. Lusai, de la Escuela Militar; o los versos de Manuel R. Valdivia: “Vástago de una raza soñadora / heredero de hazañas de gigantes / dio vida al “Clavideño” de Cervantes / en máquina sencilla voladora”.
Poemas compartieron páginas con sinceras condolencias e información. Ese fue el ambiente que se respiraba en Lima y en todo el Perú, y El Comercio supo imprimir en sus páginas aquellos últimos días del mes de setiembre de 1910.
Chávez regresó a Lima
Era una ilusión nacional desde la fecha fatídica tener en el Perú los restos de nuestro héroe. El sueño se concretó, luego de mucha espera y trámites, la mañana del jueves 19 de setiembre de 1957. Poco menos de 50 años después del accidente que lo convirtió en mito.
Ese mismo día, se probaría el avión Bleriot XI en réplica, que fue reconstruido en la Escuela Militar de Las Palmas, en el distrito de Chorrillos. Además, se dieron a conocer unos curiosos dibujos, de fino humor, que el aviador conservaba en dos libretas en París, y que hasta ese momento estaban en poder de su hermano Juan. Estos serían luego publicados en el suplemento El Dominical.
23.09.1957 Los restos del héroe nacional son llevados al mausoleo.
El Gobierno francés dispuso el regreso de los restos de Chávez en señal de buena voluntad y de justicia. Estos fueron velados, primero en la Iglesia del Sagrario, al lado de la Catedral de Lima, para luego pasar el domingo 22 a Las Palmas, en Chorrillos.
El lunes 23, a los 47 años de su hazaña, los restos fueron sepultados al pie del monumento que se levantó en su honor en Chorrillos. Hubo homenajes de las escuelas naval y militar.
Luego de cien años de la hazaña e inmolación de Jorge Chávez Dartnell en tierras europeas, su imagen se mantiene intacta como un ejemplo de valor y coherencia con la vida.
(Carlos Batalla)