A 20 años de la ‘captura del siglo’
El 12 de setiembre de 1992 no fue un día cualquiera. El terrorista más buscado del Perú, Abimael Guzmán Reynoso, alias “Presidente Gonzalo”, fue capturado en una vivienda de Surquillo por miembros del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), unidad de la Dirección contra el Terrorismo (Dincote) de la PNP. Ese día, sábado 12, hubo en la tarde un Clásico U-Alianza; y en la noche, justamente coincidiendo con la noticia de la esperada captura, se trasmitió también una animada pelea de boxeo entre el mexicano Julio César Chávez y el boricua Héctor ‘Macho’ Camacho.
El general (r) Marco Miyashiro y el coronel (r) Benedicto Jiménez fueron los jefes de ese grupo especial de policías, el GEIN. Era una unidad de la Dincote, siendo esta dirigida por el general (r) Antonio Ketín Vidal. Los del GEIN -más de 80 agentes secretos en total- hicieron un minucioso trabajo de inteligencia y durante muchos meses antes persiguieron a Guzmán Reynoso en otras casas, salvándose este por minutos de ser apresado.
La captura
Y llegaron a la Calle Uno 459, en la urbanización Los Sauces, en Surquillo. Allí vivían, aparentemente en paz, la bailarina Maritza Garrido Lecca y su pareja, el arquitecto Carlos Andrés Incháustegui. Ella daba clases de ballet en el primero piso, pero en el segundo, sitio vedado para cualquiera que no sea uno de ellos, escondían a dos terroristas: Abimael Guzmán Reynoso, cabecilla de Sendero Luminoso, y Elena Iparraguirre, su lugarteniente y amante.
Los agentes del GEIN Cecilia Garzón (‘Gaviota’) y Julio Becerra (‘Ardilla’), que deambulaban por las inmediaciones como una pareja de enamorados desde tempranas horas del día, fueron los primeros que entraron en la casa, dando inicio al operativo ‘Victoria’. Aprovecharon la salida de dos ocasionales visitantes, el músico Celso Garrido Lecca, tío de la bailarina, y la también bailarina Patricia Awapara. Eran las 8 y 30 de la noche, de ese sábado 12 de setiembre de hace 20 años.
Los agentes policiales redujeron a la pareja terrorista en la entrada, y aún no sabiendo la inocencia de Celso Garrido y Patricia Awapara, también los inmovilizaron. Ya dentro, Becerra subió al segundo piso junto con otros agentes. Tras un solo disparo de amedrentamiento, el grito de “¡Cayó ‘Cachetón!” fue la tranquilidad y sosiego para sus captores.
Vidal llegó a los pocos minutos, y ya en el segundo piso de la casa se le acercó a Guzmán y extendiéndole la mano, le dijo: “Soy el general Vidal, jefe de la Dincote”. Guzmán intentó ponerse de pie, y apoyándose en la pierna derecha, apenas si lo logró. Entonces le respondió: “Abimael Guzmán Reynoso”.
En total, según fuentes periodísticas, unos cincuenta efectivos ingresaron en el inmueble. El terrorista redactaba un escrito cuando fue intervenido. Ante el general Vidal pronunció, además, la vacua frase: “Me tocó perder”. Para entonces el Gobierno había ofrecido una recompensa de un millón de dólares por su captura.
Los cómplices
Guzmán fue llevado luego en el automóvil del propio general Vidal a la sede de la Dincote, en la avenida España, en el Centro de Lima. Iba esposado en el asiento posterior del vehículo y flanqueado por Vidal y otro oficial del GEIN. Adelante, iban el chofer y un agente más de seguridad.
Según el testimonio de Marco Miyashiro, solo el GEIN y la Dincote estaban enterados del operativo para capturar al terrorista más buscado del país; deslindó así -desde un comienzo- que tuviera algo que ver en la captura de Guzmán el entonces asesor presidencial Vladimiro Montesinos.
Los medios de comunicación, por su parte, la consideraron como la ‘captura del siglo’. El Comercio tituló “Abimael cayó con cúpula de Sendero”; e informaba también que habían caído en el operativo Laura Zambrano Padilla (alias ‘Camarada Meche’) y Elena Iparraguirre Revoredo (alias ‘Camarada Miriam’), además de “5 cabecillas más”.
Lamentablemente, en ese grupo llamado de “cabecillas” se incluía a los dos artistas antes mencionados (Celso y Patricia), quienes luego serían liberados al comprobarse que eran totalmente ajenos al grupo terrorista.
Además de los cinco senderistas mencionados (el cabecilla Guzmán, Iparraguirre, Garrido Lecca, Incháustegui y Zambrano) fue también detenida María Pantoja Sánchez, la encargada de la computadora.
Fútbol y boxeo
Ese día, sábado fin de semana, los limeños y los peruanos en general andábamos muy distraídos, tanto como el presidente Alberto Fujimori, quien se hallaba de descanso en la selva de Iquitos, junto con su hijo Kenji. Y es que esa tarde fría de setiembre habían pasado por la televisión el ‘Clásico’ U-Alianza.
Se trataba del segundo ‘Clásico’ del año, en el estadio victoriano de ‘Matute’. El partido empezó a las 3:30 pm, y acabó a las 5:30 pm. Universitario ganó 2 a 0, con goles de Juan Carlos Letelier y Álvaro Barco. Lo trasmitió Global TV (Goles en Acción); después de muchos años se volvía a trasmitir un ‘Clásico’ en vivo y en directo.
Incluso, ese mismo día, en la noche, y en el mismo canal de televisión, se trasmitió la pelea de boxeo entre el ídolo mexicano Julio César Chávez y el boricua Héctor ‘Macho’ Camacho, con la conducción de Kike Pérez. En plena pelea, unas líneas recorrieron la parte inferior de las pantallas dando la noticia de la captura de Abimael Guzmán. Al comienzo, pocos lo creían, pero las horas siguientes confirmarían la noticia.
Ante el público
Días después, el 24 de setiembre, Guzmán sería presentado en las puertas de la Dincote, en la avenida España, ante la prensa nacional e internacional, y con el famoso traje a rayas y el número 1509 marcado en el pecho.
Los periodistas presentes lo culpaban de los “25 mil muertos” que había dejado hasta entonces el terrorismo de Sendero Luminoso. En verdad, era una cifra aproximada, pues luego gracias al trabajo de la CVR se sabría de los casi 70 mil muertos de la violencia política. Luego de esa escandalosa presentación, metido en una jaula metálica, Guzmán fue trasladado a la Base Naval del Callao.
La noche del 12 setiembre de 1992 fue una de sentimientos encontrados. Entre la alegría y la angustia. Y es que para muchos peruanos fue motivo de salir a la calles, tocar las bocinas de sus autos, levantar banderas por las avenidas; pero para otros también fue el temor natural de represalias o venganzas con más atentados terroristas. Felizmente, fue el comienzo del final para Sendero Luminoso. Un final que todos los peruanos de conciencia democrática queremos que sea definitivo.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio