A 75 años del terremoto que azotó Lima y el Callao
Hace 75 años, un devastador terremoto que alcanzó los 8.2 grados en la escala de Richter azotó Lima y el Callao. Causó grandes destrozos, muertes y miles de heridos. Varios edificios públicos resultaron afectados, y debido al pánico del momento, muchos optaron por levantar sus carpas en plazas y parques ante las réplicas. Huellas Digitales recuerda aquel 24 de mayo de 1940, día en el que la naturaleza se ensañó con el Perú.
La mañana del 24 de mayo de 1940 se produjo uno de los más grandes terremotos y tsunamis que hayan afectado Lima y el Callao en el siglo XX. Destrozos, alrededor de doscientos muertos y miles de heridos fueron las trágicas consecuencias que nuestro país tuvo que afrontar producto del embate de la naturaleza.
“A las 11 y 35 se produjo un violento temblor en la ciudad. Su intensidad fue insólita”, era la información que daba El Comercio en su edición vespertina de aquel día. Asimismo, reportaba que los cadáveres se estaban acumulando en la Morgue de Lima, a la espera de ser reconocidos.
El panorama post terremoto lucía desolador. Breves instantes de intenso movimiento del suelo bastaron para que las precarias construcciones capitalinas se derrumben, lo que causó que las calles queden cubiertas de polvo. Lima no estaba preparada para un sismo de tal magnitud, pues gran parte de las construcciones eran de quincha y adobe.
En el céntrico Jirón de la Unión, los daños resultaron considerables. Muchas casas se habían desplomado; y frente a la plaza San Martín, la caída de una de las cornisas del Hotel Bolívar destrozó dos automóviles. Incluso construcciones más fortificadas como la sede la Municipalidad Metropolitana y la Catedral de Lima también resultaron afectadas.
Ni los difuntos se salvaron. El cementerio Presbítero Maestro sufrió cuantiosos daños. Muchas esculturas se desprendieron y algunos mausoleos se dañaron. Pero lo más grave fue la destrucción de los pabellones de nichos, pues muchos ataúdes y cadáveres quedaron expuestos a la intemperie, lo que amenazó la salud de la población.
Producto de la desesperación del momento, las calles, las alamedas y los parques estaban literalmente invadidos por las familias que salían de sus viviendas en busca de refugio. La plaza Dos de Mayo, el parque Universitario, el Paseo de los Héroes Navales, la avenida Alfonso Ugarte, la avenida Wilson, entre otros sirvieron de campo para la proliferación de cientos de carpas de quienes preferían dormir fuera de sus casas ante las réplicas.
Las zonas más afectadas fueron el Callao, La Punta, Chorrillos, Barranco, el centro histórico de Lima, Huacho y Chancay.
En el Callao
Sin embargo, la naturaleza se ensañaría aún más con el Callao. No siendo suficiente el derrumbe de sus construcciones, el mar se retiró unos 150 metros frente al litoral del Callao-La Punta y retornó con olas de hasta tres metros de altura, lo que provocó la inundación de sus calles.
Conforme pasaron los días, la destrucción de las casas construidas con adobe y quincha llevaron a los arquitectos de la época a reflexionar sobre el uso de estos materiales para la construcción de inmuebles. Frente a la fragilidad del adobe, se observó la gran resistencia de los modernos edificios de concreto. El terremoto de 1940 planteó, de esta manera, la posibilidad de construir una nueva ciudad.
Setenta y cinco años después, con una ciudad que bordea los 10 millones de habitantes y considerando que el Perú se ubica en una zona de alto potencial sísmico, el debate y planteamientos de los arquitectos de entonces no pierden vigencia.
(Julio Guerra Cruzado)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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