Una final, 'como la gente'
En medio de algunos despropósitos como implementar el VAR en el Mundial tal y como está ahorita (más lento que una cola en Essalud), la Fifa, de la mano con la Conmebol, han tomado una saludable decisión: Que la Libertadores tenga una sola final y no dos, lo habitual, una insana costumbre a punto de ser desterrada, que acá se mantuvo por décadas. En Sudamérica, algunos piensan que un error se hace legítimo por la fuerza de la costumbre, de la tradición, y no es así. El que exista aún la Copa Perú es un ejemplo de ello.
Pero volviendo a nuestro tema, disputar una final de torneo a doble partido la desnaturaliza, porque el equipo que juega en casa el duelo de vuelta tiene una clara ventaja sobre su rival: Sabe qué marcador necesita para ser campeón. El que jugó en casa la ida, apenas sabe que tiene que ganar por todos los goles que sea posible esa ‘primera parte’, eso no pasa con quien juega en su patio la vuelta, ese equipo sabe cuál es la dosis justa para dar la vuelta olímpica. Puede y va a calcular.
Falacias ‘al peso’
Por algo, todo equipo que tiene posibilidad de elegir, sea de altura, de llano, los que tienen billetera llena o los que apenas pueden ‘pasar el sombrero’ para sobrevivir, solicitan cerrar de local una disputa de título, porque ese segundo encuentro es la ‘verdadera final’. Encima, si hay suplementario o penales, el local ya tiene una injustificada y desmedida ventaja, pues seguirá teniendo el público a favor. ¿A título de qué? ¿Qué argumento puede existir para refutar aquello y avalar algo que va contra toda norma de equidad deportiva? ¿La tradición? ¿La nostalgia? ¿El que dos partidos son más bonitos que uno solo?
Vamos, el primer partido es casi siempre un tanteo del visitante, un ‘a ver qué pasa’. Ahora si ese lo gana, peor aún, el segundo duelo pierde mucho de interés, es deslucido. No hay nada mejor que una final en noventa minutos donde los dos parten de cero y conocen su destino esa misma noche. Un campeón no necesita dos partidos ante el mismo rival para demostrar que es el mejor.
Un argumento que leí hace poco en el diario ‘El País’ sustenta, inclusive, un argumento extradeportivo: “La mayoría de los hinchas no van a tener la posibilidad de ir a otro país para ver jugar a su equipo, lo cual va a matar la emoción que se vive en este tipo de partidos”. Es decir, como el 95 por ciento de hinchas de cada país no puede ir al mundial, ¿también nos están matando la emoción? Al contrario, esa aventura de un periplo no ajeno a la adversidad, lleno de anécdotas ligadas al sufrimiento, hace más encomiable el sentimiento, la emoción. Tengan por seguro que si Perú, por ejemplo, algún día mete a un equipo en una final de Libertadores, los hinchas nuestros llegarán a donde sea igual, sin zapatos y caminando pa’tras si es necesario. Se está subestimando la capacidad adquisitiva, pero sobre todo, mental del fanático.
Un ejemplo: Se estima que nosotros vamos a colocar no menos de 50 mil aficionados en el próximo Mundial. Y es en Rusia, ojo, donde para llegar, si no tienes dinero, tienes que ser triatlonista para tener posibilidades de supervivencia durante el periplo. Hay muchos que en vez de aprender el idioma están estudiando natación, porque de que llegan, llegan. Ya que te entiendan o no allá lo que hables, es lo de menos, es superable, ¿para qué existe, sino, el lenguaje gestual?
Hay otros argumentos como que el hincha no tiene cinco días para perder por un partido de fútbol que requiere desplazarse a otro país. O que la fiesta en la tribuna no estará tan bien organizada ni será tan vistosa. A muchos, la única fiesta que nos interesa sobremanera es la que se ve en la cancha. En muchos casos esa ‘fiesta’, puede ser más bien una ‘emboscada’ del local. Pasó en la final de Sudamericana 2012: En el Morumbí, la final Sao Paulo-Tigre no se terminó de jugar. Ya iba 2-0 a favor del local y fue empate en la ida, ¿para qué continuar? Claro, otros también te apagan la luz, o te echan ‘gas pimienta’, llámenlo criollada, picardía o como quieran. Sudamérica necesita más que Europa finales en terreno neutral, no me hagan detallar demasiado el por qué, ustedes lo saben.
Perú, ‘zona de confort’
Otros detractores de esta decisión se quejan precisamente del por qué tenemos que parecernos a Europa. Pues porque ya nos parecemos en todo lo demás y nadie se queja. El VAR, el gol de visita, los árbitros en raya de meta para partidos importantes, la salida al campo de los equipos juntos y no por separado, formados como soldaditos, todo lo tomamos del Viejo Continente, y hasta ahora siempre hubo aplausos.
Eso sí, lo ideal es que esa final cuya sede cada año se elige con mucha anticipación dé garantías casi totales de que sea en cancha neutral. Y Perú da con el perfil, no hay duda. Bien bravo, así como vamos, que seamos finalistas coperos en el corto plazo, entonces mejor que se jueguen acá. Buen clima, van a comer y pedir ‘para llevar’ y ‘circo’ no les va a faltar con solo ver tele o comprar diarios. Aunque lo más probable es que luego de un par de ‘ensayos’, para disimular nomás, esa final anual se la van a llevar a Estados Unidos, porque en Conmebol no dan puntada sin nudo, y las Copas América, por ejemplo, también las quieren llevar allá. En fin, aquello es guiado por el mismo espíritu, no es por amor al fútbol, es verdad. ¿Y qué? Algunas veces, por caminos torcidos por el azar, también se puede llegar a la justicia.
Este es el caso…