Carlos Prieto Balbuena

Este año el Perú crecería apenas alrededor de 1,8% (con riesgos a la baja por El Niño costero). Este nivel es incluso inferior al magro promedio anual 2014-2022 (2.4%). Nuestro país requiere crecer a tasas altas y sostenidas para generar movilidad social y crear una clase media amplia y menos vulnerable. A inicios de los años 90s, el ingreso per cápita del Perú era la mitad del promedio latinoamericano (medido en dólares corrientes ajustados por paridad del poder de compra); hemos hecho un gran avance, pero aún estamos 20% por debajo del promedio regional. Nuestros sólidos fundamentos macroeconómicos permiten aspirar a tasas de crecimiento más altas y cerrar rápidamente el gap versus la región.

Un par de ejemplos para ilustrar la importancia de un crecimiento alto y sostenido:

· Si el Perú y la región crecen en los próximos años a una tasa anual similar a la registrada entre 2014-2022, la convergencia al promedio latinoamericano en términos de PBI per cápita puede tomar más de 40 años. En cambio, si crecemos al 5%, tomaría menos de 10 años y el tamaño de nuestra economía se duplicaría.

· Si en vez de crecer 2,4% promedio anual en 2014-2022, el Perú hubiese crecido 5%, habría más de dos millones menos de pobres. Esa es la gran diferencia entre crecer a tasas altas o bajas.

¿Qué hacer para volver a crecer a tasas altas y sostenidas? No hay una receta mágica y mucho más fácil es escribir que ejecutar. Cinco ideas a modo de hoja de ruta básica:

1. Resolver nuestras graves debilidades institucionales. Seis Presidentes de la República desde 2017, y cientos de Ministros cuya alta rotación debilita la gestión pública, no es producto del azar, es claro que necesitamos un mejor arreglo institucional. La inestabilidad política genera un altísimo costo de oportunidad en términos de bajo crecimiento económico y más pobreza.

2. Defender nuestras fortalezas y anclas de estabilidad. El capítulo económico de la Constitución y la prudencia macroeconómica nos protege contra el caos económico imperante en Venezuela, Argentina o Bolivia, Asimismo, una deuda pública más baja que la de vecinos como Brasil, Colombia o Ecuador redunda en una mejor calificación crediticia del Perú (grado de inversión), que se traduce en menores tasas de interés para el fisco, empresas y familias.

3. Aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo: el tren del cobre no pasará dos veces. La transición hacia una economía global verde es una bendición para el Perú puesto que significaría precios elevados del cobre probablemente esta y la próxima década. Chile produce más del doble de cobre que Perú. Estamos dejando pasar una gran oportunidad al no gatillar una ola de nuevas inversiones mineras con su efecto dinamizador en empleo formal en construcción, metalmecánica, transporte, alojamiento y otros servicios; así como ingresos fiscales. A Otto Von Bismarck (uno de los estadistas más influyentes del siglo XIX) se le atribuye esta metáfora: “Uno debe comprobar siempre por dónde está pasando Dios en la historia del mundo y en qué dirección va. Después, subirse a ese tren y agarrarse con fuerza para que su impulso lo arrastre tan lejos como pueda llegar”. No creamos que el tren del cobre siempre nos esperará: no solo en Perú hay cobre y nadie asegura que su valor se mantenga siempre (el guano, salitre, caucho ilustran la pérdida de valor que las materias primas pueden exhibir ante el cambio tecnológico).

4. Promover activamente motores de crecimiento en sectores con alto potencial de generación de empleo formal. Con reglas claras y predecibles para la inversión privada, al tren del cobre se pueden sumar sectores con enorme potencial para generar empleo formal. Sectores orientados a los mercados globales (acuicultura, forestal, flores, además de los ya conocidos agroexportaciones y turismo), así como sectores domésticos (saneamiento, vivienda social, infraestructura, obras de prevención contra un eventual fenómeno de El Niño en 2024). El Ejecutivo debiera invitar activamente a invertir en el país a las principales empresas globales líderes en cada uno de estos sectores.

5. Meter goles en el corto plazo para cambiar las expectativas. Si el gobierno echa a andar diez grandes proyectos (entre minería, irrigación, infraestructura, etc.) daría un gran golpe de timón para movilizar inversión y retomar tasas de crecimiento mayores. El rol articulador de MEF para concretar goles en esta tarea es clave. Cada proyecto es un caso complejo con múltiples aristas que no son de fácil solución, pero los proyectos no se destraban solos.

El Perú acumula ya una década de bajo crecimiento, ¿qué sucedería si el Perú crece anualmente apenas en torno del 2% a 2,5% durante 20 o 25 años? Para un país de ingresos medios o altos eso no sería malo; para un país pobre y desigual como el Perú sería muy malo. Crecer a tasas bajas por un periodo largo perpetuaría los altísimos niveles de informalidad, impediría una reducción marcada de la pobreza, generaría escasa movilidad social, y gatillaría mayores tensiones sociales, lo que tarde o temprano probablemente amenazaría las actuales anclas de estabilidad macroeconómica y lo avanzado en las últimas décadas.