La efigie de Uta von Ballenstedt catedral gótica de Naumburgo resulta una de las cumbres de la estatuaria gótica alemana. Al lado, la madrastra de Blanca Nieves en el filme de Disney de 1937. (Fotos: Getty Images / Difusión)
La efigie de Uta von Ballenstedt catedral gótica de Naumburgo resulta una de las cumbres de la estatuaria gótica alemana. Al lado, la madrastra de Blanca Nieves en el filme de Disney de 1937. (Fotos: Getty Images / Difusión)
Enrique Planas

Fue la apuesta que generó un imperio. Aunque la ambición de de producir el primer largometraje animado no había encontrado eco entre los inversionistas, lo apostó todo a su proyecto. Producir “” le costó US$ 1.700.000, una fortuna para la época, el dispendio de un loco entusiasta de los dibujos, según sus críticos.

Pero se equivocaron: tras su estreno, en diciembre de 1937, la cinta resultó uno de los mayores éxitos en la historia del cine. ¿Qué es lo que nos sigue fascinando de la historia recogida por los hermanos Grimm a inicios del s. XIX? En su célebre “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, Bruno Betteelheim señalaba razones atávicas: el origen de Blancanieves proviene de antiguos cultos solares, de allí su blancura y pureza. Y los enanos alrededor de ella representarían los siete planetas conocidos. Apuntamos otra razón de su éxito: su malvada y sofisticada madrastra. Su obsesión por ser la más bella y su determinación por conseguirlo descartando competidoras hacen de ella el centro de la fábula.

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—Una belleza medieval—

A todo viajero, una escultura policromada en el pórtico de la catedral de Naumburgo, Alemania, le recuerda a la madrastra disneyana. La figura representa a Uta von Ballenstedt, conocida como Uta de Naumburgo, noble perteneciente a la casa de Ascania, una de las familias más relevantes de la Sajonia Medieval. Se cree que nació en torno al año 1000 y soportó acusaciones de brujería tras casarse con Ecardo II, quien se hizo con la corona del Sacro Imperio. El matrimonio no tuvo descendencia y su linaje se extinguió al morir ambos en 1046, a causa de la peste.

Esculpida entre 1243 y 1249, dos siglos después de la muerte de Uta, la expresividad y detalle hacen de esta pieza una obra excepcional: la mujer aparece cubierta con una capa blanca y roja, bordeada de piel y sujeta por un broche dorado. Con la mano derecha levanta el cuello de su capa con un aire de misterio. Porta una corona de oro, compuesta por flores de lis entrelazadas, cuajada en piedras preciosas. Un manto le cubre barbilla y mejillas, como era costumbre entre las mujeres casadas en el siglo XIII.

Setecientos años después, el nazismo adoptó a Uta como prototipo de la mujer aria y sumisa, reproduciendo por miles su imagen para decorar los hogares afectos al régimen nacionalsocialista. Al mismo tiempo, con un signo inverso, su estampa definía el diseño de la cruel reina Grimhilde en los talleres de Disney. Albert Hurter, inmigrante alemán y uno de sus colaboradores, la eligió como modelo para la malvada madrastra.

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En la Alemania del Führer el filme fue prohibido, al considerar que un emblema de las “virtudes femeninas germánicas” era convertido en la malísima bruja Grimhilde. El filme permaneció vetado hasta 1950.

—Grass y la estatua—

Si se trata de especular el papel de esta estatua en la política alemana habrá que esperar el inminente lanzamiento de la novela del desaparecido Gunter Grass “La estatua”, que permaneció inédita por una década. En ella, el Nobel alemán reflexiona sobre la vejez, el arte y las crisis en el marco de la caída del muro de Berlín. Lo había escrito en 2003, pensado como un capítulo de su autobiografía “Pelando la cebolla”, que luego retiró por su extensión y su tono surrealista, ajeno al resto del libro. El texto fue descubierto en un cajón por su colaboradora Hilke Ohsoling, quien lo publicó en 2022 en su lengua materna.

En el libro, la escultura de Uta de Naumburgo, que descubrió en una visita a Naumburgo a fines de los años 80, entonces parte de la antigua RDA, se convierte en una obsesión. La conexión entre ella y el escritor es tan grande que, cual magia de Pigmalión, la imagen cobra vida. En su relato, Uta reaparece en otras ciudades, como una compañera de viaje que sorprende y enamora al viejo escritor.

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