A pesar de sus diferencias, una era liberal y la otra provenía del mundo cristiano, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott han pasado a la historia como pioneras de los derechos civiles y políticos de las mujeres | Imagen: Getty Images
A pesar de sus diferencias, una era liberal y la otra provenía del mundo cristiano, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott han pasado a la historia como pioneras de los derechos civiles y políticos de las mujeres | Imagen: Getty Images
Jorge Paredes Laos

A pesar de sus diferencias, una era liberal y la otra provenía del mundo cristiano, Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott han pasado a la historia como pioneras de los derechos civiles y políticos de las mujeres. La primera nació en Johnstown, en 1815, y era hija de un abogado conservador, pero impulsada por un primo abolicionista, desde muy joven se interesó por esta causa; mientras que la segunda era 22 años mayor, y había nacido en 1793, al interior de una familia cuáquera de Nantucket, Massachusetts.

Ambas formaban parte del movimiento abolicionista y se encontraron en Londres en 1840, durante la primera Convención Mundial contra la Esclavitud, pero ahí fueron víctimas de otro sistema opresivo: los organizadores no las dejaron participar por ser mujeres y fueron obligadas a presenciar el evento tras bambalinas. Entonces, se dieron cuenta de que no podían luchar contra el esclavismo si antes no conseguían la libertad de las mujeres.

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La escritora y educadora argentina Dana Hart ha investigado en las vidas de Cady y Mott, y afirma que ambas descubrieron su conciencia de género paulatinamente.

Cuando Elizabeth estaba en el colegio —cuenta— se preguntaba por qué sus compañeras abandonaban los estudios para dedicarse a ser esposas y madres; y después de lo sucedido en Londres, ella también va a preguntarse: ¿Qué rol va a tener la mujer en la lucha contra la esclavitud? ¿Va a ser solo una espectadora o va a poder estar al frente?”.

Y sobre Lucretia Mott, Hart refiere: “Lucretia era más de acción, más organizadora. Su padre fue profesor de escuela y en su vida hay algo que me parece extraordinario. Su casa fue uno de los puntos del ferrocarril subterráneo de Filadelfia, una red de rutas secretas por donde escapaban los esclavos hacia estados donde podían tener mayores libertades”.

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Declaración de Sentimientos

Ocho años después de lo ocurrido en Londres, Elizabeth y Lucretia serán las promotoras de una convención celebrada en la localidad de Seneca Falls, en el estado de Nueva York, donde 68 mujeres y 32 hombres (a quienes sí se permitió participar), terminaron firmando un contundente manifiesto llamado “Declaración de Sentimientos”.

El texto, inspirado en la declaración de independencia de Estados Unidos, expuso una serie de agravios cometidos contra las mujeres, a quienes se negaban derechos elementales como la ciudadanía a través del voto, hasta otros vinculados con la educación, la igualdad de salarios, la tenencia de los hijos en caso de divorcio y el derecho a la propiedad.

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Hart destaca el tono del manifiesto que utiliza el mismo lenguaje usado por los colonos para liberarse de la corona británica. En ese aspecto, la última frase del preámbulo es elocuente: “La historia de la humanidad es una historia de heridas repetidas y usurpaciones del hombre hacia la mujer, con el objeto de establecer una tiranía absoluta sobre ella”. “Acá se denuncia un despotismo —dice la investigadora argentina— y se dice que es un derecho de los pueblos rebelarse contra él”.

Lamentablemente, ni Lucretia ni Elizabeth, fallecidas en 1880 y 1902, respectivamente, llegaron a ver el sufragio femenino, que fue otorgado recién en Estados Unidos en 1920. Pero Elizabeth consiguió una pequeña gran victoria en vida. En su ceremonia nupcial con el abolicionista Henry Brewster Stanton hizo que suprimieran la frase ‘obedecer a su esposo’ como era común en la época. En sus memorias, escribió: “Me negué obstinadamente a obedecer a alguien con quien suponía estaba entrando en una relación de igualdad”.

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