
A la derecha de su escritorio, entre retratos de héroes, condecoraciones y retratos familiares, brilla una fotografía especialmente entrañable para él. Acompaña al Nobel, que lleva las galas de un flamante miembro de la Academia Francesa y sostiene su tradicional espada contra el suelo. Compañero de luchas políticas desde la segunda mitad de la década del ochenta, Pedro Cateriano sujeta también la empuñadura. El exministro de Defensa y dos veces presidente del Consejo de Ministros, nos recibe en su estudio de Miraflores para hablar de “Vargas Llosa, su otra gran pasión”, su más reciente libro.
“La otra pasión” es la política, por supuesto. Así, el abogado constitucionalista desarrolla la evolución ideológica del escritor (próximo a cumplir 89 años el 28 de marzo), desde su juventud revolucionaria hasta sus últimos años de influencia. Repasa su militancia en el grupo Cahuide, su adhesión a la revolución cubana y la influencia de Sartre. Su posterior decepción del modelo socialista, su ruptura con Fidel Castro y su gradual acercamiento al pensamiento liberal. Su papel como polemista y difusor del ideario liberal. Su participación en la política peruana como candidato y posteriormente como influyente figura.
Esta es la historia de un hombre que influye en la política con la fuerza de sus ideas, pero también por la persuasión de sus palabras y el ejemplo que supone la valentía, la honestidad intelectual y la disciplina de escritor comprometido. Para recopilar información, Cateriano ha conversado largamente con el Nobel, y además de la profusa bibliografía editada, ha investigado en lugares de más difícil acceso, como la biblioteca de la Universidad de Princeton, que guarda con celo el archivo personal del escritor. “Después de escribir “El pez en el agua” uno diría que allí la historia se acabó. Sin embargo, luego han ocurrido cosas y se han descubierto nuevos asuntos. Y yo sentía que dar cuenta de ellos era una deuda que mantenía con Mario”, señala Cateriano.
—Su fotografía con Vargas Llosa como nuevo miembro de la Academia Francesa, ambos sosteniendo la espada, es muy simbólica. ¿Podríamos decir que el suyo es el libro de un escudero?
¡Eso es lo que generalmente mis adversarios o enemigos han sostenido! No. Este libro es un testimonio personal. No es una biografía política autorizada. He acompañado a MVLl en distintas circunstancias, no solo políticas. Compartí dos momentos de gloria: cuando recibió el Nobel en Estocolmo y su ingreso a la Academia Francesa. Cuando hablamos del término ‘escudero’, puedo decir que en política existe el ataque y la defensa. Cuando a mí me atacan, me defiendo. Si uno se queda callado y no da la batalla, la pierde. No soy crítico literario ni tengo las condiciones para serlo. Pero quien me introdujo a escribir fue precisamente Mario. No para ser un escudero, sino para defender principios, hechos, buscar la verdad. El escudero tiende a defender sectariamente, y este no es un libro en el que haya una adhesión permanente. Pero puedo decir que he tenido la suerte y el honor, en los últimos años, de caminar con él martes, jueves y sábados, para escribirlo.


—MVLl crece en medio de la dictadura de Odría. ¿Crees que estamos hoy más cerca de aquella dictadura de lo que pensamos?
Creo que la pregunta de Zavalita sigue vigente, a pesar del optimismo que, en cierto momento, sentimos cuando creímos que las cosas habían cambiado en el Perú, cuando parecía que el país se estaba ‘desjodiendo’. Pero en los últimos años hemos vivido la anarquía más feroz de nuestra historia republicana. Nunca hemos tenido tal cantidad de presidentes y tan alta rotación de ministros de Estado. ¡Uno ya no sabe ni siquiera el nombre del ministro! Hay que rescatar la condena de Vargas Llosa a las dictaduras como forma de gobierno. Sean de derecha o de izquierda.
—En tu libro, cuentas cómo en Chile la izquierda consideraba pinochetista a Vargas Llosa...
Y nunca lo fue.
—¿Cuántos malentendidos se fabricaron interesadamente alrededor de Vargas Llosa?
Han influido prejuicios ideológicos y políticos. Un ejemplo es el tema de Arguedas, por el cual la intelectualidad de izquierda presenta a Vargas Llosa como un racista. ¡Y es todo lo contrario! Quien dio a conocer internacionalmente la figura de Arguedas es Vargas Llosa. Todo eso forma parte de la caricatura política. Uno de los motivos que me llevó a escribir este libro es la facilidad con que se falsifican los hechos, se miente impunemente y se tergiversa la realidad. Era mi deber dejar un testimonio que sirva más adelante para el juicio de la historia. Algunos dirán que este es el libro de un escudero, pero no lo es. La palabra, la vida y la obra de Vargas Llosa no requieren de escuderos.
—En tu libro sugieres que la formación militar de MVLl explica su rigor en el trabajo intelectual. ¿Cómo así?
¡Sin ninguna duda! Los horarios que él aplica a su vida son de una disciplina militar férrea. Ni tras ganar el Nobel cambió su modo de vida ni de trabajo. Solo con esa disciplina férrea se logran las cosas. Cuando ves su archivo en la Universidad de Princeton encuentras, por ejemplo, su trabajo en la comisión Uchuraccay, adviertes cómo prepara los cuestionarios y hace el seguimiento de la investigación. Es un hombre que ha trabajado como una bestia. Vargas Llosa escribió desde los 15 años y nunca dejó de hacerlo.
—¿Encontraste en su archivo en Princeton diarios o textos más íntimos?
No. En el archivo encontré toda clase de documentación, como cartas con García Márquez, con Octavio Paz o con José María Arguedas. Lo que rescaté para este libro fue la correspondencia del ámbito político.
—Es todo un trabajo pendiente recuperar esos materiales...
Hay varios trabajos pendientes. Solo lo que hay en su archivo en Princeton sobre Uchuraccay da para un libro.
—El Caso Padilla fue el punto de no retorno con la relación con Cuba. Poco se sabe del encuentro entre él y el poeta, años después, que muestras en tu libro.
Mario no mezcla las cualidades literarias con la conducta política de las personas. Por ejemplo, nunca dejó de admirar la poesía de Neruda ni la genialidad literaria de García Márquez. Ese encuentro en 1993 en la Universidad de Princeton con Padilla nunca tuvo una repercusión mediática. La foto la tomó su secretaria, Rosario Bedoya. Otra cosa que Mario también me contó es cómo se arrepintió de involucrar a Julio Cortázar en la revolución cubana. Cortázar inicialmente no sentía ningún interés por la política.

—¿Crees que MVLl se siente responsable de la transformación sufrida por Cortázar?
No sé si el término es ‘responsable’, pero sí lamenta haberlo acercado a ella. Que él lo persuadió es claro.
—Octavio Paz fue un aliado de MVLl cuando rompió relaciones con Cuba, pero años después, cuando Vargas Llosa dijo en México que el PRI era la “dictadura perfecta”, el poeta sintió el golpe. ¿Cómo afectó eso la relación entre ambos?
Ese incidente, en el cual Mario definió certeramente al PRI, fue televisado, y se puede ver el inocultable descontento de Paz. Pero luego hubo encuentros. En Londres, Paz le aconsejó a Mario no lanzarse a la presidencia. Pero, a pesar de ello, en la recta final de la campaña, mandó un video para apoyarlo. Fue una relación de amistad y de admiración sólida entre ambos. A Paz no se le puede calificar de liberal, pues no admiraba a Friedrich Hayek ni a Isaiah Berlin ni a Karl Popper. Pero su libro “El ogro filantrópico” abrió un espacio para el debate ideológico y político respecto del rol del Estado.
—En España, MVLl ha sido muy respetado por políticos de derecha, mientras que, en el Perú, sus relaciones con la derecha siempre han sido conflictivas. ¿Por qué esta diferencia?
La derecha española ha tenido una evolución, una cercanía al orden democrático y constitucional. Eso lo ha acercado mucho con el expresidente Aznar o con intelectuales interesados en política como Fernando Savater. En los últimos años ha apoyado a lideresas importantes como Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo. Pero en nuestro caso, ¿qué es la derecha peruana? Un grupo que no cree en el orden democrático y constitucional. Y eso es lamentable, pues todo país requiere de partidos de derecha y de izquierda democráticos. Uno de los rasgos distintivos de la democracia es la alternancia en el ejercicio del poder. Y no podemos elegir agrupaciones que, por su falta de convicciones democráticas, afecten la institucionalidad democrática. Eso es lo que ha ocurrido.
“Con Humala, la hoja de ruta fue una decisión riesgosa”
—¿Cómo ha sido el apoyo de MVLl en la escritura de tu libro?
Había momentos en que sentía que estaba dando un examen de grado frente a él. Pasaba por su casa, íbamos al Club Regatas, y en el viaje hasta el club me preguntaba por lo que conversaríamos ese día, cómo había preparado mis fichas y mis preguntas. En el libro hay anécdotas que no se conocen, por ejemplo, sobre la campaña de la dictadura de Fujimori y Montesinos para presentarlo falsamente como un odiador. Son anécdotas que prueban cómo él ha actuado en la política peruana siempre por convicción.
—¿Por qué crees que siempre ha declarado su posición a la hora de votar por el “mal menor”?
Tiene que ver con su formación sartreana el no evadir enfrentar las opciones que le propone la democracia. Eso representa precisamente el compromiso del escritor.
—Uno podría pensar que rechazar dos posibilidades igualmente malas también es válido.
Recordemos que cuando él decide apoyar a Ollanta Humala frente a Keiko Fujimori. Él lo dijo claramente: “La Constitución dice que hay que optar entre los dos”. Y tomó una decisión riesgosa, la llamada “hoja de ruta”. Fue riesgoso, pero con ello se evitó implantar el chavismo en el Perú. Y también lo fue en la última dramática elección entre Keiko Fujimori y Castillo. ¿Qué podría haber motivado a Vargas Llosa para apoyar a Keiko Fujimori? No tenía razones para ello: Keiko no tenía credenciales democráticas, y la dictadura de Fujimori-Montesinos lo había perseguido y hostigado. Sin embargo, tomó esa decisión por esa educación sartreana.
—¿Le preguntaste la razón por su apoyo a Keiko?
Aunque haya un sector de la opinión pública que lo niegue, la amenaza del establecimiento del chavismo en el Perú no ha desaparecido. Lo que ocurrió después es otra cosa, pero en ese momento, el mal menor era Keiko Fujimori. Ella no tiene las mismas responsabilidades penales que su padre. Ciertamente, el país le ha dado oportunidades para rectificarse, pero lamentablemente ella las ha perdido. Pero entonces ella era el mal menor y yo secundé a Mario en eso. Y hasta ahora pago las consecuencias: ¡es ridículo que la gente de izquierda crea que yo pueda ser un fujimorista fanático!
—¿Cuánto crees que MVLl resintió que mucha gente del movimiento Libertad se pasaran al bando del fujimorismo?
De eso hago referencia en el libro. Permíteme no responder para mantener la curiosidad del lector.
El dato
Acompañado por Enrique Ghersi y Mávila Huertas, el autor presentará su libro el martes 1 de abril, a las 7 p.m., en el auditorio Luis Bustamante Belaunde de la UPC, en San Isidro (con inscripción previa).