“Aprendí a leer en los periódicos más que en los aburridos libros escolares”. Esta no era solo una frase, sino la definición de su interés por la historia viva más que por lo esencialmente académico. Hoy, el mismo hombre que pronunció estas palabras se ha convertido en historia viva de la filosofía argentina e hispanoamericana. “¿Qué es la ciencia?”, se han preguntado muchos estudiantes universitarios que, en sus primeros días en las aulas ya eran retados por un libro como La ciencia, su método y su filosofía, publicado en 1959, en el que planteaba esa y otras preguntas. Mario Bunge alcanzaba recién los 40 años y su texto de consulta, indispensable aún ahora, 60 años después, confirma uno de sus principales postulados: el hombre recurre a la ciencia para tratar de entender el mundo en el que vive.
“La ciencia se nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura cuando la consideramos como un bien en sí mismo, esto es como una actividad productora de nuevas ideas”, escribió. Hoy, a puertas de finalizar la segunda década del siglo XXI, queda claro que sus ideas siguen tan vivas y saludables como él. Para entender su concepción filosófica, es necesario revisar también La investigación científica, publicado en 1967. El realismo, el materialismo, el sistemismo y el cientificismo están presentes allí como en toda su obra, que incluye también el monumental Tratado de filosofía básica, publicado originalmente en inglés en 8 tomos, entre 1974 y 1989. Esta es solo una muestra del más de medio centenar de libros que ha escrito. Como consecuencia de este trabajo indesmayable se publicó por su cumpleaños 95: Elogio de la sabiduría. Ensayos en homenaje a Mario Bunge, un compendio de artículos de académicos y especialistas que mostraban la influencia del también llamado “padre de la filosofía científica” no solo en la Argentina, sino en diversas partes del mundo.
A pesar de que gran parte de su actividad académica ha sido realizada desde Canadá, es importante contextualizarlo entre las más brillantes mentes argentinas de su tiempo. Solo era 20 años menor que Jorge Luis Borges y ocho que Ernesto Sabato, quien, además de escritor, era hombre de ciencia: obtuvo un doctorado en Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad Nacional de La Plata, donde también estudió y enseñó Bunge, que fue su alumno. Curiosamente, años más tarde, Borges y Bunge coincidirían al condenar la campaña bélica en Las Malvinas, que Sabato sí aplaudiría. Tampoco esa fue la primera vez que retó al poder el también físico y epistemólogo, pues en su juventud fue un entusiasta militante de izquierda. En 1938, con 19 años, fundó la Universidad Obrera Argentina, destinada a dar formación técnica y sindical a la clase trabajadora. Solo duró seis años, pues el golpe militar del 43 la cerró. Esa década, Bunge fue encarcelado por algunas semanas tras ser acusado de incitar una huelga ferroviaria.
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* * * Nacido en Florida Oeste, Buenos Aires, el 21 de setiembre de 1919, Bunge se fue a vivir a Canadá en 1966 y, durante casi 44 años, dio clases siete horas, siete días a la semana, en la Universidad McGill de Montreal, aunque también dio cátedras en Estados Unidos, en Alemania, México, Suiza, Dinamarca, Uruguay y Australia. Hace unos días, en una entrevista que dio a Clarín, recordó: “Hace ya media vida que vivo en Canadá. Me fui justamente por miedo a que me despertara la policía en la noche. Aquí me despertó la policía una vez porque había dejado el auto afuera y tenía un servicio de protección”. Es sintomático que el considerado “hombre más inteligente de Argentina” haya tenido que dejar su país para vivir en paz.
Bunge defendió siempre sus creencias, aunque esto significara ir a contracorriente. No toleró nunca a los posmodernos y criticó agudamente a hombres como Heidegger. “Los posmodernos paralizan el pensamiento. Cuando se repiten frases imbéciles como las de Heidegger, o demenciales como las de Husserl, o muchas de Hegel, no se puede pensar en forma racional. Por ejemplo, la definición que da Heidegger en su gran libro El ser y el tiempo: ‘El tiempo es la maduración de la temporalidad’. O en su Carta sobre el Humanismo, cuando dice: ‘El ser es ello mismo’. ¿Qué significa todo eso? Absolutamente nada. Es para engrupir a la gilada”, declaró en 2010, en perfecto lunfardo tanguero.
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En tiempos de ambivalencias políticas como los actuales, este hombre ha propuesto un socialismo cooperativista en lugar del sistema soviético y ha renegado muchas veces del populismo. Ante el escenario político en su país, puede recordarse otra frase suya: “Quien no entiende el peronismo no entiende a Argentina”. Interrogado por su longevidad, con motivo de su onomástico 90, hizo gala de humor: “¿Cómo se llega a los 90? Es facilísimo. Primero, es cuestión de llegar a los 89. Después se le agrega uno y se llega a los 90. ¿Y cómo se llega a los 89? Trabajando siete días por semana, aprendiendo todos los días alguna cosa y absteniéndose de fumar, de beber y de leer a los posmodernos, es decir, absteniéndose de consumir tóxicos, sean materiales o espirituales”.
Larga vida a su lucidez.