
El cometa interestelar 3I/ATLAS se ha convertido en uno de los eventos astronómicos más importantes del año. No solo es apenas el tercer objeto confirmado que llega desde fuera del sistema solar, sino que también podría ser el más grande y antiguo detectado hasta ahora.
Este viernes, el cometa alcanzará su punto de mayor cercanía a la Tierra, a unos 270 millones de kilómetros, una distancia segura pero suficiente para que telescopios de todo el mundo puedan estudiarlo en detalle.
Astrónomos, observatorios y agencias espaciales siguen de cerca su recorrido, al igual que organismos internacionales interesados en mejorar la detección de futuros visitantes interestelares.
Entre ellos se encuentra la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN), una iniciativa respaldada por la ONU y coordinada por la NASA. Esta red global reúne a expertos e instituciones especializadas en el seguimiento de asteroides y cometas, con el objetivo de recopilar datos, coordinar observaciones y compartir información confiable entre países.

Aunque la misión principal de la IAWN es identificar posibles amenazas para la Tierra, este no es el caso de 3I/ATLAS. Su trayectoria no representa ningún peligro, ya que su máxima aproximación será casi el doble de la distancia que separa a nuestro planeta del Sol. Aun así, el cometa ofrece una oportunidad única para poner a prueba nuevas técnicas científicas.
Se trata del primer objeto interestelar que la IAWN observa mediante una campaña coordinada desde que estas comenzaron en 2017.
En el pasado, la red se centró en cuerpos potencialmente riesgosos, como el asteroide Apophis, que volverá a ser monitoreado intensamente cuando se acerque nuevamente a la Tierra entre 2027 y 2029.
“La idea detrás de estas campañas es reforzar de verdad las capacidades técnicas para medir posiciones en el cielo, lo que llamamos astrometría, de asteroides y cometas”, explicó a LiveScience James Bauer, investigador principal del nodo de pequeños cuerpos de la IAWN y profesor de la Universidad de Maryland.

En esta ocasión, los científicos probarán una nueva técnica para seguir con mayor precisión la trayectoria de 3I/ATLAS.
“Queremos que la comunidad use las técnicas más modernas y avanzadas”, añadió.
El trabajo no es sencillo, ya que los cometas cambian de brillo y su coma, la nube de gas y polvo que rodea al núcleo, puede alterar su tamaño aparente, dificultando las mediciones exactas.
Sin embargo, 3I/ATLAS tiene una ventaja clave: pese a su origen interestelar, se comporta como un cometa “clásico”, con presencia de agua y dióxido de carbono que reaccionan de forma predecible.

El interés científico generado por el cometa es histórico. Un récord de 171 participantes se sumó al inicio de la campaña de observación de la IAWN dedicada a este cometa.
Bauer destacó la colaboración y el intercambio constante de consultas técnicas, destacando que este esfuerzo colectivo está ayudando a perfeccionar la forma en que la comunidad astronómica monitorea objetos que se mueven cerca y lejos de nuestro planeta.
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