Bangladesh se convirtió en refugio para 650.000 rohingyas que protagonizaron la mayor crisis humanitaria del mundo tras salir huyendo de lo que Estados Unidos y la ONU tildaron de "limpieza étnica" en Birmania y que mereció la solidaridad del Papa, que visitó el país en el primer viaje de un pontífice en 30 años.
La crisis rohingya comenzó el pasado 25 de agosto en el estado de Rakáin, en el noroeste de Birmania, cuando el Ejército respondió con una campaña militar a los ataques de un grupo insurgente de esta minoría a puestos de control de las fuerzas de seguridad birmanas.
Casi de inmediato, los rohingyas empezaron su huida al vecino Bangladesh, escapando de lo que describían como ataques sistemáticos de los militares birmanos, como la quema de aldeas, asesinatos, robos o violaciones, un extremo confirmado por organizaciones humanitarias y que siempre negó el Ejército.
Washington fue más lejos y aseguró que la actuación del Ejército birmano "constituye una limpieza étnica", mientras el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU revelaba que hay indicios de "genocidio" contra la minoría rohingya.
En diciembre, más de cien días después de comenzada la crisis, el flujo de refugiados rohingya hacia Bangladesh continuaba, alcanzando los 650.000, y los ataques no cesan, según los recién llegados.
Además dos semanas antes de finalizar el año, la ONG Médicos Sin Fronteras presentó un estudio en el que revelaba que al menos 6.700 rohingyas, incluidos 730 niños menores de cinco años, habían sido asesinados en Birmania durante los primeros 30 días de crisis.
La presión y las gestiones de la comunidad internacional no parecían surtir efecto en el Gobierno y Ejército birmanos, lo que confirma las dudas expresadas por organizaciones de derechos humanos y agencias de Naciones Unidas sobre el valor del acuerdo firmado por Bangladesh y Birmania para repatriar a los rohingyas.
Ese pacto, firmado en forma de memorándum el pasado 23 de noviembre, prevé que se inicie el proceso de repatriación en el plazo de dos meses, aunque Birmania, que no reconoce a los rohingyas como una comunidad de ese país y los considera extranjeros, ha condicionado el regreso.
El acuerdo especifica que la decisión final sobre los repatriados dependerá del Gobierno birmano, que no "perseguirá o penalizará" a los retornados por haber salido ilegalmente del país "a menos que haya casos específicos de participación en actividades terroristas o criminales".
El eco internacional sobre la crisis rohingya volvió a ocupar portadas durante el viaje de Francisco, del 27 de noviembre al 2 de diciembre, primero a Birmania, en la primera visita de un pontífice a ese país, y después a Bangladesh, la segunda desde la independencia del país en 1971 y la primera desde 1986, cuando Juan Pablo II viajó a Dacca.
"La presencia de Dios también se llama rohingya", dijo el Papa en Bangladesh, tras mantener un encuentro con 16 miembros de esta minoría en Dacca, a los que pidió "perdón" en nombre de aquellos que les hicieron daño y por la indiferencia del mundo en general.
En un país donde el 90 % de la población profesa el islam, la minoría católica, de poco más de 450.000 miembros, recibió la visita del Papa con enorme entusiasmo, sobre todo durante la misa que ofreció en un céntrico parque en Dacca ante unos 100.000 fieles.
La estancia de Francisco en la capital contó en todo momento con un potente despliegue de las fuerzas de seguridad, que recordaba el incremento de la violencia yihadista en Bangladesh desde 2013, con varios ataques a minorías y pensadores laicos con más de 70 muertos.
La reacción de las fuerzas de seguridad a ese radicalismo ha sido calificada por organizaciones defensoras de los derechos humanos como desproporcionada, al denunciar al menos 90 desapariciones forzosas en 2016 y 48 solo en los primeros cinco meses del año.
Mientras la Policía endurecía su respuesta antiterrorista, en los despachos, la primera ministra, Sheikh Hasina, mostraba gestos de complicidad con formaciones islamistas como Hefazat-e-Islam, al aceptar reivindicaciones como la retirada de una estatua de la diosa griega Temis, imagen universal de la justicia, del Tribunal Supremo.
El cambio de actitud hacia Hefazat-e-Islam fue leído por algunos como un gesto hacia ese sector ante la inminentes elecciones generales de finales de 2018, en la que la oposición buscar resurgir tras boicotear los comicios de 2014.
Fuente: EFE