Hay un inusitado protagonismo negativo del presidente Martín Vizcarra en las últimas semanas. Y, a mi juicio, la forma en la que lo enfrenta lo torna aún más nocivo.
La destitución de Francisco Petrozzi fue una decisión del presidente. Ofende a la inteligencia sostener lo contrario. El ahora exministro había ya acordado con Hugo Coya que este último se iba y que su renuncia se haría efectiva al regreso de un viaje. Un Vizcarra ofuscado adelantó el tema y convirtió la renuncia en cese; una disposición que parece haber sido tomada al influjo de la cólera. Petrozzi tenía que irse de todas maneras, pero no por tomar una decisión inconsulta, sino porque había perdido dignidad en el proceso. Quiso ser “servicial” y lo trataron en consecuencia.
Tampoco entiendo la ligereza y oblicuidad con la que el mandatario ha tratado el tema de César Villanueva. Ahora que sabemos que no trató de infiltrar el equipo especial Lava Jato con un “topo” (sino con dos), cabría una reflexión pública más seria sobre por qué se le designó.
En su momento, no compartí las presiones para que Vizcarra renuncie a la vicepresidencia. Estaba, de darse las circunstancias, en su obligación (y su derecho) de asumir el cargo. Pero, aún sin saber lo que sabemos ahora, ¿no era ya un obstáculo insalvable designar a la persona que promovió la vacancia de su jefe? ¿No le preocupa ahora que Villanueva pudiera haber tratado de usar también la PCM para sus torvos propósitos?
De lo que se conoce, no hay evidencias de corrupción del ministro de Transportes y Comunicaciones o del presidente en lo del hospital de Moquegua. Con el sesgo que me da el conocerlo y respetarlo, me inclino a creer a Edmer Trujillo cuando dice que su objetivo solo era la continuidad de la obra porque terminaba el año. Aun así, las formas no parecen ser muy pulcras. Nunca había sabido, por ejemplo, de casos en los que se fragmentara en 133 partes un pago de S/41 millones.
Que el dinero retornase al Estado no significaba el fin del hospital. En unos meses más, este se devolvería. El MEF, a veces, se pone obtuso en algunos temas, pero no son enemigos del bienestar ciudadano. Parece, más bien, que la gran preocupación era que la obra quedara asociada a la gestión del gobernador y no a la de su sucesor.
Si solo fue por esa vanidad, esta crisis puede ser una oportunidad. El presidente puede recuperar la credibilidad con la que se ganó en su momento el respeto de la mayoría. Ello pasa por dejar de pensar tanto en las encuestas de hoy, porque siempre vendrán las de mañana. Creer menos en los incondicionales, que aplaudirán siempre lo que diga, hasta la víspera en que lo dejen solo. Ya lo dijo César Vallejo, cuídese del leal ciento por ciento.
Más bien, lo podría lograr con una actitud diferente; centrada en afrontar, explicar, admitir y rectificar para convencer.
Ojalá se decidiera a hacerlo, ya que la lucha contra corrupción está en un momento especial y se necesita un liderazgo que la aliente. De un lado, es cada vez más evidente que muchas de las investigaciones han dado sus frutos. Está el caso de César Villanueva, pero también el de Keiko Fujimori. Como era obvio, pero ahora se confirma con evidencias y pruebas, “la señora K” que coordinaba con César Hinostroza y Pedro Chávarry para obstruir la justicia era ella. El juicio a Ollanta Humala y a Nadine Heredia está en sus etapas preliminares. Faltan pocos meses para que Alejandro Toledo sea extraditado y las pruebas sobran. Y hay mucho más en cola.
Pero, a la vez, habiendo tanto temor y poder involucrados, el trabajo anticorrupción está bajo asedio permanentemente. Lo más reciente es que el fiscal supremo Tomás Gálvez, que tiene impedimento de salida del país por el caso de Los Cuellos Blancos del Puerto, ha denunciado por abuso de autoridad al fiscal Pérez. Súmesele a esto que no se le ha devuelto aún el dinero a Odebrecht acordado en el convenio de colaboración. Y que un procurador que dispara con metralleta a todo lo que se mueve quiere impedir este desembolso. Ojo: el tema está en manos del Ejecutivo.
En ese contexto, el fiscal Pérez no debe perder foco. Tiene que ponerle freno a su inagotable afición a las cámaras y dejar de hacer citaciones que parecen motivadas por revanchas. Más sano resultaría concentrarse en llevar los casos que tiene a juicio. No vaya a ser que el tiempo que pierde sea después irrecuperable.