Felicitaciones a los ganadores de la edición 2014 del concurso Bebe Mamoncito. Bravo también a sus mamás. Desde aquí, mis sinceros deseos para que su dios preferido les preserve a ellos la facultad de succionar como campeones y a ellas les permita seguir produciendo toda la leche que su niño necesita –que no siempre es el caso–, les brinde el tiempo disponible para estar ahí cada vez que el pequeño tenga hambre –que para muchas madres es imposible– y les dé una salud de hierro para soportar las exigencias físicas y psicológicas de la lactancia.
En cuanto a los demás bebes –los prematuros o aquellos que nacieron pesando muy poquito, los que no gozaron del seno materno porque fueron entregados en adopción o que, por las razones que fueran, crecerán sin teta– y a las demás mamás –sin importar por qué no pudieron o no quisieron amamantar–, pues nada, no se les vaya a ocurrir tomarse a pecho estas campañas de fomento de la lactancia natural. De veras, que no es nada contra ustedes.
Aquí nadie está insinuando que los niños que no tomen teta –o que tomen teta y fórmula en vez del ideal de ‘only teta’ hasta los seis meses– están condenados a padecer no solo horrendas enfermedades, sino también carencias psíquicas que les costarán una fortuna en terapias. Esta promoción rimbombástica y exclusiva de la leche materna de ninguna manera busca sugerir que son desnaturalizadas, egoístas o irresponsables las madres que no pudieran –o no desearan– cumplir con esa nueva obligación (como si ya no tuvieran suficientes obligaciones, las madres), ni mucho menos que se han perdido la oportunidad de crear un “vínculo” especial con sus bebes. ¡Cómo va a ser! Si es más que sabido que no existe una sino mil maneras de crear el dichoso vínculo, y que si hay algo que realmente necesita un recién nacido –más allá de una sustancia específica para alimentarse– es una madre sana y, en lo posible, feliz.
Es cierto que a los organizadores de estos programas de salud materno-infantil les suele ganar el entusiasmo láctico, al punto de dar la impresión de que el pecho no es solo otra alternativa entre las muchas que existen para garantizar el bienestar de la madre y el niño. Una alternativa ideal, ciertamente. Pero, por lo mismo, no siempre apta para todas las realidades.